Durante los días siguientes, Elara regresó al claro bosque, llevando consigo hierbas frescas y vendajes limpios para atender las heridas de Kael. poco a poco, una extraña tregua se estableció entre ellos, un pacto táctico sellado bajo la la silenciosa mirada de la luna. las barreras del miedo y la desconfianza comenzaron a desmoronarse, reemplazadas por una cautelosa fascinación.
Elara aprendió a leer las expresiones en los ojos del lobo Kael, a distinguir sus gruñidos de advertencia de sus suaves gemidos de dolor. Le hablaba en voz baja, contándole historias de Nerhyn, de sus gentes, de sus sueños y sus miedos. Kael, a su vez, la observaba con una intensidad que a veces la hacía sonrojar, sus ojos dorados transmitiendo una complejidad de emocioenes que ella apenas comenzaba a comprender.
Una noche de luna nueva, cuando el cielo estaba salpicado de estrellas brillantes, Kael esperó a Elara en el límite del bosque en su forma humana. Cuando ella apareció, la miro de manera diferente, una intensidad palpable en su mirada. Lentamente, la transformación comenzó. Sus huesos se alargaron, su cuerpo se encorvó, su rostro se alargó y se cubrió de pelaje oscuro. Elara observó la metamorfosis con una mezcla de asombro y temor, recordando las leyendas, pero ahora viéndolas cobrar vida ante sus ojos.
Cuando la transformación se completó, el lobo negro que conocía permanecía, pero había algo más en su porte, una inteligencia en sus ojos que trascendía la bestia. Kael se acercó a ella, y en lugar de un gruñido amenazante, emitió un suave gemido y bajó la cabeza en señal de sumisión.
Elara extendió una mano temblorosa y acarició su pelaje suave y cálido. En ese instante, supo que lo que sentía por esta criatura iba más allá de la curiosidad o la compasión. Era una conexión profunda, un lazo que unía sus almas de una manera inexplicable.
En ese momento de culnerabilidad compartida, una figura sombría emergió de entre los árboles. Un hombre corpulento, vestido de ropas de cuero oscuro y portando un rifle cargado, los observaba con ojos fríos y despiadados. "Así que es cierto", siseó el cazador, su voz cargada de odio. "La humana que siempre se escabullía de noche, encontrandose con una bestia. Una abominación que debe ser erradicada de este mundo". El pacto secreto bajo la luna nueva se había roto, y el amor que comenzaba a florecer entre Elara y Kael se enfrentaba a una amenaza mortal.