Luna de Ceniza y Corazones Salvajes

Capitulo 10: La Infiltración y el Ataque

La noche de la luna creciente, el aire estaba cargado de tensión. La manada de Kael se movió sigilosamente hacia el lado norte de la Ciudadela. Con un aullido coordinado, rompieron el silencio, su coro salvaje resonando por las montañas. Los guardias, alarmados, corrieron a investigar, dejando otras secciones de la fortaleza con menos vigilancia.

Mientras tanto, Thomas y su grupo, guiados por la información de Kael, encontraron la entrada oculta del pasadizo de drenaje. Era estrecho y oscuro, pero lograron deslizarse, con los nervios a flor de piel. Elara, en su celda, escuchó la conmoción exterior. Los aullidos. La esperanza se encendió en su pecho, una certeza de que Kael había venido por ella.

Dentro de la Ciudadela, el grupo de Thomas avanzó por los pasillos subterráneos, iluminando su camino con linternas improvisadas. El olor a humedad y hierro oxidado llenaba el aire. Encontraron la sección de las celdas y, con un golpe de su martillo, Thomas logró romper la cerradura de la celda de Elara.

"¡Elara!" susurró Thomas, su rostro lleno de alivio.

Elara se lanzó a sus brazos, una mezcla de gratitud y sorpresa. "¡Thomas! ¿Cómo...?"

"Kael," dijo Thomas, un respeto inusual en su voz. "Él nos guio."

En ese mismo instante, en el nivel superior de la Ciudadela, Kael, en su forma de lobo imponente, se abrió paso entre los guardias, su furia desatada. Los colmillos y las garras eran más que una amenaza; eran una declaración. Su objetivo era Garrick. El líder cazador, con su rostro desencajado por la sorpresa, intentó reagrupar a sus hombres, pero el caos ya se había apoderado de la fortaleza.




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