Los colores de Fresia son incomparables, sus bosques, sus montañas, sus playas; esa humedad que te hace pensar que estás en una tierra encantada. Desde que pisé por primera vez este lugar me enamoré de él. Sentía como el aire fresco inundaba mis pulmones, dando vida a algo inexplicable. Una energía extraña comenzó a circular por mis venas. Ya antes la había sentido, pero aquí se hacía mucho más poderosa. Su caleta llena de botes de colores iluminan el paisaje, su gente sencilla y amable, y la libertad que se vive en este pueblo hace querer quedarte para siempre. En mi caso no fue así antes, pero ahora estoy de vuelta y espero que sea para mejor.