Luna de Fresia

XVII. Manipulación.

Los días pasaron, la tensión en el ambiente se hacía notar. Lina comenzó a sentir que todo el mundo hablaba de ella a sus espaldas y, utilizando sus habilidades supo exactamente a qué se referían. Estaba cansada, constantemente utilizaba su energía para sanar a Daniel y sentía que ya no podía con eso. Daniel por su parte, estaba tan sumergido en sus propios pesares que había perdido contacto con Lina y solo podía oír aquella voz que le susurraba perseverantemente llenándolo de dudas. 

Un auto se estacionó en la entrada y del edificio principal, de él bajó un hombre elegantemente vestido, llevando un bastón que llamaba la atención de todos a su paso. El hombre caminó por los pasillos ante la mirada atónita de los presentes, quienes murmuraban llenando los salones de comentarios y rumores, y Lina que se encontraba cerca, pudo sentir esa oscuridad en el momento en que puso un pie en la isla.

En cuanto el extraño sujeto puso un pie en aquella isla, las energías que allí fluctuaban comenzaron a elevarse. La de él y la del árbol, como si ambos batallaran por mostrase más poderosos, ese extraño suceso provocó algo inexplicable en Lina, quien sometida a los poderes que destellaban a su alrededor comenzaba a perder el control dejándose llevar por sus propios temores.

-Dan. Algo sucede.- dijo Lina, algo desesperada.  

-¿En serio? Hace días que no me diriges la palabra.

-¿No sientes esa extraña energía? –añadió confundida.

-La mía. Quizás. Últimamente me has dicho que solo soy energía negativa.

-Dan. Necesito que vuelvas. No te dejes manipular por la oscuridad. Ayudame, por favor.

Lina temiendo perder completamente el control de sus emociones buscaba la forma de recurrir a Daniel, quien era el único que podía ayudarla a volver a su centro, sin embargo él se encontraba en el límite de sus propios pesares, dejándose llevar poco a poco por la oscuridad.

Mientras hablaban, la secretaria de la oficina de Rawson llegó hasta donde ellos se encontraban, buscando a Daniel. Rawson lo esperaba en la oficina. Daniel caminó hacia ella haciendo caso omiso a Lina que le rogaba por ayuda. Lina en su desesperación utilizó sus habilidades y realizando su visión extrasensorial lo siguió de cerca, sabía que algo sucedía.

Al momento de entrar en contacto con el joven una voz la detuvo. La voz susurrante no sonaba como habitualmente lo hacía, sino que esta vez sonaba amenazadora y atemorizante.

-No lo hagas. -dijo la voz.- Daniel es mío ahora.

Lina comenzó a temblar de terror, sus ojos comenzaban a teñirse de negro, estaba en un vaivén de sentimientos. Respiró hondo a pesar del miedo que sentía, diciéndose a sí misma: “mantén el control”.  

-Tú. Sabía que eras tú.- dijo armándose de valor.  

-Siempre he sido yo. Todo se trata de fuerza de voluntad y Daniel; gracias a ti, ya no la tiene.- respondió la voz riendo tenebrosamente.  

Lina corrió tras Daniel, mientras las cosas a su paso comenzaban a temblar, pero algo la detuvo. Era como si una fuerza le impidiera moverse. No sabía qué hacer. Se encontraba sin poder hacer contacto con él, y luchaba por recuperar sus fuerzas, no podía permitir que el oscuro se apoderara de su alma.

Daniel llegó a la oficina de Rawson. Al entrar sintió como una energía oscura le golpeaba de frente como una ráfaga de viento. Sus manos comenzaron a temblar y quiso salir corriendo pero algo lo se lo impidió, sus piernas no le respondían, mientras escuchaba aquella voz que le hablaba.  

-Soy yo.-dijo la voz mientras Daniel observaba directamente al extraño hombre que se encontraba sentado en el lugar de Rawson.

-Daniel. Te presento a Míster Robinson. Él es nuestro principal benefactor. –mencionó Rawson sonriente.

Daniel guardó silencio sin quitar la vista de aquel hombre, mientras este seguía hablándole, susurrando en su mente.  

-Míster Robinson. ¿Por qué ese nombre me parece familiar?- se preguntaba Daniel sin decir una palabra.

-Daniel. Vaya que has crecido.- dijo el hombre sonriéndole cortésmente mientras al mismo tiempo le susurraba- Soy yo.

-¿Quién es usted? –preguntó Daniel.

-Soy socio de tu padre. Quizás no me recuerdes porque eras muy niño. –respondió.- Sabes quién soy. Y estoy aquí por ti.

...

El teléfono sonó en la oficina Kosh. La secretaria tomó la llamada y avisó inmediatamente a Erwin, quien aguardaba cerca de la puerta del despacho del gerente general.

-Disculpe señor. -dijo Erwin. -Míster Robinson ha solicitado una audiencia con usted.

-¿Míster Robinson? Hace años que no sabía de él. Dime Erwin. ¿Sabes de qué se trata? –preguntó curiosamente.

-Creo que llegó el momento en que lo necesita. –respondió Erwin sabiendo perfectamente bien a que se debía la visita.  

Antonio guardó silencio, tras largos años había olvidado el contrato con aquel misterioso socio y el solo hecho de pensar que requería de sus servicios lo hacía temer. ¿Qué querrá de mí? pensaba temeroso.

-Está bien. ¿Cuándo lo veremos?




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