Manfred venía caminando con la cabeza llena de sangre, parecía perdido, caminaba torpemente y tropezaba mucho, Liselot corrió hacia él y lo tomó del brazo, Patchú lo tomó del otro brazo (o eso intentó) y le ayudaban a caminar. Boss venía caminando detrás de él sin expresión en el rostro.
—Boss, ¿qué fue lo que pasó? —le preguntó mientras arrastraba a Manfred desesperadamente.
—Estabamos de cacería y le cayó una piedra en la cabeza —dijo sin emociones aparentes en la voz.
—¿Pero cómo pasó eso? —tenía un mal pálpito de nuevo— Fred mírame —le pidió mientras sostenía su rostro para que la mirara.
—Que linda estas princesa —dijo después de levantar la mirada.
—Camina, debemos ir al refugio —ordenó al notar que Manfred tenía la mirada desorbitada.
—Lo que digas —parecía drogado.
Caminaron por un rato, pero él se tropezaba con todo lo que había en el camino lo cual dificultaba su traslado hacia el refugio; Boss no movía un dedo para ayudarlos, sólo los seguía a cierta distancia y observaba todo lo que pasaba, lo cual lo hacía más sospechoso.
—Estoy muy cansado, quiero dormir —dijo con la lengua torpe y cerró los ojos.
—No, no, no —le dió palmaditas suaves en el rostro— no te duermas por favor.
—Entonces consienteme mucho —dijo tratando de sonreír.
—Buen intento —sonrió al ver que seguía siendo él después de todo.
—Tenía que intentarlo —cerró los ojos y esta vez no se movió más.
—Fred, despierta —volvió a darle palmaditas en la cara, pero no despertó.
—Déjalo, ya está muerto —dijo Boss con voz fría.
—Sólo está inconsciente, vamos Patchú ayúdame a llevarlo a casa —rugió ella, ignorando totalmente las palabras del hombre.
Como pudieron lo cargaron hasta el refugio y lo metieron a la tienda de ella, su cabeza no dejaba de sangrar Liselot tomó camisas, tela y todo lo que tenía a la mano para hacer un torniquete, pero no se detenía, Patchú corrió hacia afuera y entró a la tienda donde dormía y sacó hojas y unas ramas, tomó un par de ollas, corrió por agua y algunas frutillas que nunca les había permitido comer a ellos, encendió fuego en menos de cinco segundos, montó las ollas en el fuego y comenzó a cocinar algo que sólo Dios y él sabían lo que era, Liselot estaba desesperada, Manfred estaba pálido como un papel y frío como el hielo, Patchú murmuraba cosas en su lengua y todo parecía ir en cámara lenta, de pronto el niño entró a la tienda...
—Sangre —dijo jadeando y con un recipiente en las manos— sangre.
—¿Qué dices? —preguntó extrañada ante aquella petición.
—Eso, necesito —señaló la sangre que brotaba de su cabeza— eso.
—¿Te sirve esto? —preguntó extendiendo un trozo de tela que chorreaba sangre.
Patchú salió de nuevo y tomó la sangre y la puso en una de las ollas en el fuego y continuó danzando y murmurando cosas, tomó unas flores, y hojas de árboles y los mezclaba, corrió de nuevo al bosque y volvió con unas hojas más grandes, volvió a entrar en el refugio donde estaba Liselot con Manfred sobre su regazo.
—Tu cuida amigo —le dió las hojas que había cortado puso al lado de ella una de las ollas con una mezcla un poco espesa quitó las vendas de la cabeza de Manfred— pone ahí, pero no toca, nada toca —dijo señalando la tierra y la tela de las toallas detrás de él.
—Entiendo debo ponerlo aquí y no puedo tocarlo —dijo mientras sentía una cierta sensación de paz en su interior.
—Si Lili, cuida mucho de amigo —parecía algo ansioso y ella lo notó.
—¿Patchú adónde vas? —preguntó cuando lo vió salir.
—Voy donde las diosas —dijo dándole una sonrisa alentadora.
Liselot se quedó fría ante la respuesta, pero no lo detuvo, el niño entró a la tienda del lado y se quedó ahí murmurando algunas cosas, como si estuviese rezando por un rato antes de salir con sus armas, ella se apresuró a ponerlo boca abajo sobre su regazo para que se le hiciera más fácil ponerle de la mezcla a Manfred en la cabeza, puso las hojas y sobre ellas unas toallas para que no se cayera nada. El ambiente se sentía muy tenso, nubes oscuras cubrieron el cielo, había algo que hacía que su piel se erizara. Quedó petrificada al ver que la herida comenzaba a cerrarse y había dejado de sangrar casi por arte de magia desde que la extraña mezcla había entrado en contacto con sus carnes, se apresuró a ponerle más y volvió a tapar, pasaron dos horas y no había señales de Patchú y el ambiente seguía extraño, ella sentía que algo no estaba bien, pero no sabía que era, se congeló al ver que no era un golpe sino dos los que tenía en la cabeza lo cual dejaba por el piso la historia de Boss, trató de no pensar en eso para no desesperarse.
Patchú se había ido al bosque en busca de un sitio especial. Se necesitaba de cierta invocación para abrir el portal que le daría acceso al mundo de los muertos, según lo que se decía en su tribu el umbral estaba lleno y adornado con los restos de las personas que se habían atrevido a cruzarlo, era tenebroso siquiera imaginarlo, pero la vida de su amigo lo valía.
—Diosa y princesa de la Luna, reina del firmamento, a ti te invoco para mi protección, como tu hijo ruego que me mires con compasión ya que soy un niño, diosas de la muerte a ustedes suplico que me dejen entrar a su reino para salvar a aquella persona que estimo como a mi mismo y por la cual daría la vida, en retribución, si no cumplo con mi cometido, pagaré con mi vida y la de esa persona por mi atrevimiento.
De pronto una brisa fría lo envolvió, las hojas de los árboles formaban un pequeño ciclón frente a él y de pronto se disipó dejando ver a una mujer de piel blanca resplandeciente y ojos oscuros que aunque pareciera imposible brillaban más que el cielo y sus estrellas, parecía estar desnuda, pero al acercarse se podía visualizar una especie de manto que por su blancura lo hacía difícil de distinguir de su piel, sus rasgos faciales eran lo más hermoso que el niño había visto en su vida.