–¿Quieres comer algo? –preguntó él cuando ella pareció volver en si– Será mejor que te acuestes a descansar un rato más.
–No te preocupes Fred –insistió, pero él parecía no creerle en lo absoluto– me quedaré un momento así y se me pasará.
–Iré por algo de fruta para ti, no tardaré –ella asintió tranquilamente, no era que tuviese demasiada hambre, era más bienque quería estar sola mientras trataba de descifrar que era aquella sensación desagradable que estaba experimentando.
–Buenos dias muchacho –lo saludó el anciano al verlo salir.
–Señor Kingston buen dia, –dijo tratando de que su voz no sonara agitada– ¿durmió bien?
–-Claro que si –respondió con una sonrisa de alivio y luego suspiró enérgicamente– aunque no sabría decirle si dormí mejor que usted –agregó con tono pícaro.
–No lo sé, depende de que definición tenga eso para usted –su tono se volvió un poco serio aunque lo que quería era evadir el tema, ya que no se sentía cómodo divulgando su intimidad con Liselot a personas extrañas a la relación– y le ruego encarecidamente que por favor no incomode a mi prometida ya que no se encuentra muy bien, volveré en un momento y por favor necesito que uno de ustedes –dijo refiriendose a todos las personas que se encontraban cerca– vaya hasta la costa y vigile el movimiento si hay barcos o cualquier cosa.
–¿Es su prometida? –preguntó sorprendido, hasta el momento no sabía que aquél chico estaba comprometido (él era uno de los que quería emparejarlo con alguna de sus hijas).
–Lo es –respondió dijo con seguridad total– sólo que todavía no le informo –pensó a regañadientes dentro de si mismo.
–Iré yo mismo a la costa luego de comer –se ofreció el señor Kingston inmediatamente.
–No se preocupe yo mismo le llevaré su desayuno tan pronto esté listo –dijo Manfred sin perder su tomo de formalidad al hablar con aquél hombre.
–Perfecto, entonces partiré en un momento.
–Primero debe ponerse algo de ropa, el clima estará algo frío hoy –entró a la tienda y salió con ropas en las manos– luego le daré las suyas –le dijo a los otros hombres.
–Gracias –el señor Kingston se fue a vestir inmediatamente.
Manfred buscó las frutas y se las llevó a Liselot quien las comió pero sentía que vomitaría, sin embargo, trató de que esto no se notara pues él estaba sentado frente a ella observándola atentamente para asegurarse de que comiera bien y no quería hacerlo sentir mal, para distraer su mente ella seguía buscando entre sus ropas como quien busca diamantes en el agua, logró reunir varios conjuntos de ropa para la otra mujer que ahora estaba en la isla.
Las horas pasaron y el día estaba densamente nublado el clima era algo frío asi que estar frente al fuego preparando el almuerzo no era del todo malo. Comieron juntos y trataban en lo posible de mejorar los refugios.
Patchú llegó a la isla escoltado por unos 20 hombres, al parecer su padre no se tomaría a la ligera la seguridad de su hijo por segunda vez, todo marchaba bien, aquellas personas se esforzaron en ayudar a Liselot y a sus acompañantes por lo que el proceso de mejoras para los refugios fue relativamente rápido al final (a la hora de partir) los acompañaron a la playa, Patchú estaba abrazando a Liselot cuando....
–¡Miren! ¡Miren! –gritó el señor Kingston, Patchú y sus hombres se sobresaltaron.
–Lili shhhhh shhhh shhh –estaba asustado mirando a todos lados.
Liselot miró al cielo que estaba totalmente oscuro entonces comprendió el peligro en el que se encontraban, corrió hacia el hombre que no paraba de dar voces a todo pulmón.
–No grite por favor, es peligroso– rogó ella antes de mirar hacia el sitio donde estaba apuntando el hombre y vió un grupo de cuatro barcos que se dirigían hacia ellos, en su mente gritó y saltó de la felicidad –Fred –lo llamó pues estaba cerca (como siempre)– mira eso, están viniendo hacia acá.
–Estamos salvados –susurró con los ojos totalmente humedecidos por las lágrimas y la abrazó.
Estaban abrazados fuertemente cuando el sonido de ramas romperse y árboles caer los hizo sobresaltarse, miraron a los guardias del pequeño empujarlo hacia el agua y prepararse para atacar, tenían sus silbatos en la boca, sus armas listas para atacar, tenían expresiones muy fieras, aunque él sabía que en el fondo tenían miedo de lo que pasaría, no se inmutaron ni un solo segundo cuando dos de esas horribles criaturas salieron del bosque.
Manfred empujó a Liselot hacia el agua y ella quedó desconcertada ante esta acción él la besó y la miró a los ojos, sin embargo, algo no encajaba en aquella mirada, no era la mirada dulce que él tenía habitualmente hacia ella, en esta ocasión su mirada estaba cargada de preocupación y una tristeza descomunal, era la mirada de alguien que trata de despedirse, ella nunca le había visto así y eso sólo empeoraba su confusión, miró a todos lados y todos los demás estaban en el agua no muy lejos de ella, su mirada volvió a encontrarse con la de él y como una descarga eléctrica llegó la respuesta a la situación y el sentido de todo lo que estaba pasando; intentó hablar pero.......
–Perdoname, –se apresuró a decir antes de que ella hablara, él sabía que ella le pediría que no la dejara sola, que le diría que tenía miedo y él sería incapaz de negarse ante sus palabras, como en cada ocasión desde que se enamoró de ella– pero entiende por favor que te amo tanto que no puedo permitirme a mi mismo que te pase algo malo cuando estamos tan cerca de lograrlo –dió un leve tirón y sacó el silbato de entre los pechos de ella y lo arrancó rápidamente, le dió un beso, pero por alguna razón ese beso le dolió a ambos en el alma, eso parecía una despedida pero ella no estaba dispuesta a aceptarla.