–Pero claro que estoy aquí –dijo con lágrimas en los ojos, verla en ese estado destrozaba su pobre corazón– ¿no ves que estoy frente a ti? ¿no escuchas como te estoy hablando? –no podía imaginar por las cosas que su hija había pasado en esos meses que estuvo desaparecida– cuando ví las señales, supe que eras tu, nadie en este mundo podría ser tán astuta como tu; cuando las ví sólo pensé que me estabas llamando para que te rescatara –trataba de hacerla reaccionar pero ella parecía no reconocerle.
–¿Qué señales? –preguntó alejándose de él sin mirarlo.
–Las señales de humo que ví en el cielo ayer –se acercó a ella nuevamente y ella sólo se quedó quieta.
–La casa se quemó ayer –pensó mientras su respiración se agitaba a la vez que el estupor se despejaba de su mente, volvió a mirar el rostro del aquél hombre y poco a poco subió las manos hasta el rostro de su padre quien sostuvo la mano de ella contra su rostro, parecía no creer lo que veía y lloró al sentir el rostro de Jaap entre sus manos– si eres tu –lo abrazó con fuerza, había esperado con ansias el momento en el que su padre la salvara de aquella isla infernal– papá tienen que ayudarlo, él me salvó la vida por favor, tu tienes que ayudarlo.
–Lo sé cariño, –dijo dándole palmaditas en la espalda– pero ahora tenemos que salir de aquí.
–No puedo irme sin él. –dijo separándose un poco de Jaap– Y por favor no hagan daño a esas otras personas.
–Sube al barco, –dijo cariñosamente pero ella no se movió de su sitio– yo los sacaré.
–Gracias –se alejó un poco de su padre y miró a Manfred y a los otros.
–Tu ganas; primero los sacaremos ¡Agente! –gritó Jaap para llamar la atención del hombre cerca de ellos.
–No papá, no grites, –dijo alarmada ante la situación de peligro en la que ahora estaban– los atrae el sonido.
La criatura que quedaba con vida corrió hacia ellos, todos estaban jadeando, matar a la primera criatura no había sido nada fácil y menos cuando adicional a eso debian defenderse de los ataque de la segunda, pero Manfred al ver que la bestia atacaría a Liselot y al hombre que estaba a su lado, sin pensarlo ordenó a Patchú y a sus hombres que se fueran, sacó su arma, apuntó a la criatura y disparó acertando en la parte trasera de su cabeza causandole daño, la bestia se dió vuelta para volver hacia Manfred pero una ráfaga de balas calibre 50 destrozaron la cabeza del mounstruo a unos pocos metros de él.
–¡Fred, corre! –gritó ella desesperada, él por su parte obedeció al instante– Ahí vienen.
Manfred partió a correr hacia ella esquivando la linea de fuego que estaba a sus espaldas, más criaturas aparecieron frente a ellos y comenzó la matanza. Patchú desde luego se retiró de la orilla y trató de llegar hasta donde estaba Liselot; después de llegar subieron a la embarcación, estaban conmocionados por tanto estrépito Patchú no dejaba de abrazar a la chica; el Sol seguía oculto y más y más criaturas aparecían, los soldados disparaban sin parar con sonrisas en sus rostros. Mientras más ruido había más criaturas aparecían.
–Debería llevar a los civiles fuera de aquí señor Jaap –dijo el agente sin dejar de disparar– esto vá a tardar un buen rato.
–Si señor –dijo con confianza– tengan cuidado.
–No es nuestro estilo –dijo entre risas reservadas– pero ya que usted lo pide, haremos nuestros mejor esfuerzo.
La embarcación se alejó rapidamente, Liselot miraba fijamente la isla, quería llorar de la alegría pero su cuerpo no reaccionaba, estaba estática, sentía que su corazon latía fuerte, la angustia la arropó, sentía como si estuviera fuera de su cuerpo, palideció y comenzó a temblar, Patchú la miró y comprendió que algo no estaba bien.
–Amigo, Lili –dijo soltándola sólo cuando él estuvo cerca.
–Princesa, –se acercó a ella– mírame ¿estás herida? ¿te duele algo? –ella no quitaba la vista de la isla.
Liselot parecía estar a punto de entrar en una crisis de nervios, comenzó a respirar fuerte, Manfred la empujó para que se sentara, la tomó de los hombros sacudiéndola e hizo que lo mirara. Ella poco a poco fue regulando su respiración y luego de unos minutos sacudió su cabeza suavemente de lado a lado como para deshacerse de la sensación de hacía un momento y volvió a mirarlo como tratando de entender la situación, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras que una amplia sonrisa se dibujaba en su rostro, lanzó un suspiro cargado de alegría y alivio, para luego lanzarse a sus brazos y refugiarse en su pecho siempre cálido.
–Dime que lo logramos, dime que se terminó al fin....
–Princesa, si lo logramos, gracias a ti lo logramos.
–¿Por qué gracias a mí? –hasta donde ella recordaba desde que llegaron a ese sitio quien siempre la había protegido había sido él.
–Porque si no hubieras estado junto a mí .....Yo....Yo me....Habría vuelto realmente loco –tartamudeó un poco– tu salvaste mi vida desde el momento en que abriste los ojos ese día en la playa –la besó en la frente dulcemente robándole el aliento a la chica.
–Gracias por protegerme todo este tiempo –dijo con una sonrisa en el rostro y se alegró de que la mirada de Manfred volviese a ser dulce como siempre.
–¿Cómo no iba a hacerlo? –dijo acariciando la mejilla de ella mientras sus labios rogaban por un beso– Si tu eres mi adoración, princesa.
–Gracias, –le dió un corto beso para luego abrazarlo– Fred, a pesar de todo me alegro de que esto haya servido para que estemos juntos ahora.
–¡Hijo! Sabía que estabas vivo –dijo Jeff mientras saltaba a bordo con una sonrisa del tamaño del universo.
–¡Papá! –Liselot lo soltó para que lo fuera a abrazar– tu también estás aquí, me alegra verte.