Luna de hielo.

2.La gran confusión.

 Su corazón dio un golpe que la hizo gemir y de pronto el mal palpito volvió a ella como un imán. Intentó salir de ahí pero era como si el piso no paraba de temblar, se quitó los tacones y los tiró dentro de la habitación y corrió a buscar a sus padres, sentía como todo pasaba como en cámara lenta, su cuerpo se sentía pesado, todos corrían de un lado a otro entre gritos, empujones y desesperación.

 

 Una persona chocó contra ella haciendo que se diera un gran golpe contra la pared que se encontraba a sus espaldas, el aire le faltaba y terminó tirada en el piso intentando cobrar aliento, estuvo un momento inmóvil solo mirando como si no entendiera lo que estaba pasando en el barco, un aire frío se sentía por todos lados haciéndola temblar, las lágrimas no se hicieron esperar, se levantó como pudo, el efecto del alcohol en su cuerpo desapareció al instante, corrió y como pudo llegó a la sala donde estaban sus padres hacía apenas un momento, pero no los encontró, la desesperación la consumió en un segundo.

 

—¡Mamá! ¡Padre! ¿Dónde están? —gritaba una y otra y otra vez, pero no obtenía respuesta alguna.

 

 Luego de un momento salió a la cubierta donde todo era peor que en el interior, la lluvia era torrencial, los gritos eran realmente escalofriantes, el caos reinaba en todo el lugar, la cubierta era un desastre los botes salvavidas eran muy lentos, todo se hundía en cuestión de segundos y ella aún no veía a sus padres.

 

—¡Alguien que me ayude por favor! —gritaba una señora que tenía un vestido negro algo revelador, su maquillaje estaba arruinado gracias a la lluvia, se oía desesperada, pero nadie se detenía.

 

—¿Qué sucede? —preguntó sin dudarlo, en su interior quería correr hasta encontrar a sus padres, pero no podía oír a una persona gritando de esa forma y ser tan insensible como para no prestarle atención— ¿en qué le puedo ayudar?

 

—Si, —dijo la mujer de ojos azules que estaba a punto de entrar en una crisis nerviosa— E...Es... mi...es mi hijo, él...él está perdido.

 

—¿Qué edad tiene? —Liselot trataba de calmarla con algo de charla.

 

—Tiene 10 —respondió al instante, lo que indicaba que anque estaba nerviosa se mantenía atenta.

 

—¿Dónde le ha visto por última vez? —preguntó una vez que estuvieron en el interior.

 

—En la sala de juegos para niños —las manos de ella temblaban sin parar por la desesperación del momento.

 

—Bien, allí comenzaremos a buscar.

 

 Corrieron por pasillos, el piso temblaba y cada vez se sentía que el barco se inclinaba más y más, una persona corría con un niño en brazos, el pasillo era algo estrecho por lo que al pasar por accidente pegó la cabeza de la pared de nuevo. Fue un gran golpe, de esos que harían llorar a cualquiera, pero ella sólo se tambaleó.

 

—¿Estás bien? —preguntó la señora que iba con ella.

 

—Si, sólo es un mareo, es por el movimiento del barco, sigamos —disimuló antes de ponerse derecha y mostrar que tenía todo bajo control.

 

 Volvieron a la búsqueda, pero la cabeza de Liselot daba vueltas por ratos, el agua inundaba el barco a gran velocidad, la señora estaba desesperada.

 

—¿Sabe usted nadar? —preguntó Liselot cuando el agua les llegaba un poco más arriba de la cintura— está bien —dijo al ver a la mujer negar con la cabeza— quédese lo más cerca que pueda; la necesitaré lo más cerca posible. ¿Está bien?

 

—Bien, muchas gracias —dijo con los ojos llenos de lágrimas— por fa....

 

—Necesito que esté alerta y con los ojos despejados —dijo en tono de broma, ella sonrió— iremos poco a poco.

 

 Liselot le sostiene la mano un poco más fuerte y avanzaron de nuevo. Con dificultad llegaron a un pasillo donde el agua bajaba considerablemente.

 

—No puede ser —dijo la señora con voz apagada.

 

—¿Qué pasa? —preguntó Liselot mientras trataba de seguir la dirección de la mirada de su acompañante.

 

—Mi hijo estaba ahí —señaló una habitación que estaba casi bajo el agua bajando unas escaleras.

 

—No se preocupe, hay una burbuja de aire en la habitación, puede que el niño esté bien, no mueva de aquí —dijo lanzándose al agua.

 

 Entró nadando a la sala, pero no lo encontró, estuvo un momento pero regresó sin nada, sentía pena por volver sin el niño.

 

—¿Do...Dónde está mi bebé? —dijo la señora con una mirada de desesperación.

 

—No estaba allí —bajó la mirada.

 

—¡Nooooo! Russell —se tiró contra la pared— ¿Dónde estás? —gritaba de manera desgarradora.

 

—Por favor, calmese, seguramente él está en un lugar seguro, sigamos buscándolo.

 

—¡No! Déjame, moriré aquí —se soltó del agarre de Liselot.

 

—Esa no es la solución, por fav...

 

—¿No entiendes? Sin mi bebé yo n...

 

—¡Mami! —la voz de un niño se escuchó no muy lejos de ahí— ¡Aquí estoy!.

 

—¡Russell! —volteó la cabeza y echó a correr abriéndose paso en el agua tan rápido como podía— ¡Mamá ya vá por ti, mi amor!

 

—No siga, espere aquí, yo volveré con él —dijo al ver que ella estaba por lanzarse al agua sin saber nadar.

 

—Vaya rápido —dijo llorando con una mezcla de alivio y desesperación.

 

 Liselot nadó con todas sus fuerzas hacia una habitación que estaba un poco alejada, al entrar encontró a Russell encaramado en una mesa con otros dos niños. Se quedó congelada por un segundo pero avanzó como pudo hasta ellos.

 

—¿Quién de ustedes es Russell? —preguntó ella al acercarse a ellos, sus miradas gritaban lo asustados que estaban.

 

—Soy yo —dijo un niño de piel blanca ojos azules y cabello negro, mejillas rosadas, era una ternura de niño.



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Editado: 25.10.2022

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