—No sabemos en qué lugar estamos —Manfred no tenía idea de que Liselot estaba más asustada de entrar en el bosque que de cualquier otra cosa—. Lo mejor es buscar un lugar seguro.
—Tienes razón; —bajó la mirada, como si estuviera considerando si ir con él ó no— bien vamos.
Corrieron adentrándose en el montón de árboles que se alzaban frente a ellos imponente como los grandes rascacielos que veía a diario en su camino al trabajo.
—Paremos un momento por favor —dijo Liselot jadeando, sus fuerzas no habían regresado del todo— caminas demasiado rápido, es difícil para mí seguirte el paso.
—Tienes razón, yo no consideré tu agotamiento físico, siéntate y descansa —miró a todos lados hasta que pareció encontrar lo que buscaba— siéntate en aquél sitio —dijo señalando las raíces de un árbol que sobresalían del suelo— ¿te parece bien?.
—Gracias —dijo mirando el sitio señalado por Manfred— ¿me ayudarías a llegar hasta allá? Por favor.
—Claro que sí, señorita Liselot –sintió un escalofrío y no precisamente de los buenos pues le hervía la sangre cuando la llamaban así— por aquí.
—Grac.......—sus palabras se vieron interrumpidas por un pequeño grito de sorpresa cuando Manfred la tomó en brazos y la llevó hasta el cúmulo de raíces; la dejó sentada delicadamente y luego se alejó un poco— eres muy atrevido ¿sabías? —el chico pareció avergonzarse un poco— pero me agrada, te hace diferente a todos los demás; sólo que conmigo no es bueno tomarse esa clase de riesgos —su fiera interna mostró las garras con picardía.
—¿A qué te dedicas? —preguntó Manfred cambiando de tema descaradamente.
—Negocios familiares —dijo sonriendo con sencillez— mi padre tiene algunas empresas.
—¿Si? ¿Qué negocios tienen? —Liselot no quería hablar de eso, pero ante su insistencia tuvo que ceder.
–Mi padre es muy perspicaz así que tiene muy buen a intuición para los negocios, una vez que pone sus ojos en algo no lo deja hasta que se convierte en un éxito total, le gusta innovar e invertir en diversos sectores, así las empresas van desde joyerías hasta compañías constructoras y compañías farmacéuticas; son muchas cosas como para contarlas —se quedó callada por un momento— lo siento, eso sonó realmente mal.
—Un poco —volvió a sonreír para restarle importancia— es sólo que juraría que eras modelo o algo así.
—Wow, eso es nuevo —pensó por un momento, aunque no quería darse méritos que no tenía— ¿Tú a qué te dedicas?.
—Bueno yo dirijo la empresa de construcción de mi padre. No es tan grande pero estamos tratando de expandirnos poco a poco.
—Ya descansé suficiente, vámonos —intentó levantarse pero un dolor agudo en su pie la hizo gemir del dolor, cosa que él notó.
—Dijiste que no estabas herida —se acercó a ella rápidamente— ¿dónde te duele princesa?.
—Es mi pié, hace un momento no me dolía para nada —lo último que quería en ese momento era ser regañada.
—Déjame mirar —Liselot se sentó de nuevo,levantó su pie izquierdo y Manfred lo tomó con delicadeza.
—Me duele sólo un poco —por alguna razón sintió que debía justificarse.
Manfred miró el pie de ella, y luego la miró a la cara, bastante serio, ella lo miró con expectativa.......
—Es solo una espina, nada grave; la sacaré ahora —ella sonrió aliviada de saber que no había sido una picadura de serpiente o algo así.
—Si, por favor —Manfred sacó la espina y ella lanzó un pequeño gemido de dolor.
—Sube a mi espalda —ordenó el gentilmente mientras se agachaba.
—¿Por qué? —la propuesta era tentadora, pero ella no quería abusar de su amabilidad.
—Porque te seguirá doliendo por un rato y no podemos retrasarnos demasiado.
—Bien —dijo a regañadientes subiendo a la espalda de aquél hombre.
Llevaba caminando un rato hasta que un par de quejidos salieron de detrás de unos arbustos, cosa que alarmó bastante a Liselot, de modo que escondió su rostros en el cuello de Manfred como si este fuera una muralla protectora.
—Tranquila es otro pasajero del crucero —dijo sonriendo con ternura ante el gesto de ella.
—¡Está herido! —se soltó de su agarre y corrió (o eso intentó) al ver al pasajero tirado en la arena— ¡Dios mío!, dime que tienen un botiquín.
—No, de momento no tenemos nada —anunción con decepción en la voz, los tres sabían que sin lo básico no podrían sobrevivir en aquel lugar.
—Bueno no queda de otra —se arrancó de un tirón parte de la falda del vestido— Manfred necesito que hagas un torniquete lo más fuerte que puedas.
—¿Por qué yo? ¿No puedes hacerlo tú? —Manfred entró en pánico, pero intentaba no tartamudear— Es que a mí no me gusta la sangre.
—¿Tan grande y miedoso? —se burló mientras determinaba el lugar preciso para hacer el nudo.
—Búrlate todo lo que quieras —no le importaba, apenas se conocían así que no suponía ser la gran cosa.
—¡Manfred es ahora! Si no lo haces él morirá —dijo con la última gota de paciencia que le quedaba en su interior.
—No me grites por favor, es sólo que no me gusta la sangre —aquella mujer tan pequeña resultó ser aterradora cuando se enojaba.
—Manfred, vas a hacer un torniquete para frenar la sangre, no a beberla , así que hazlo ya —sentenció ella luego de ponerse de pie frente a él.
—Está bien, lo voy a hacer —dijo al ver la mirada asesina de Liselot— ¡Ay Dios ayúdame! –dijo mientras apretaba el nudo.
—Creo que así está bien —anunció luego de que su ahora compañero hiciera un par de nudos con la tela del vestido—. Gracias Manfred ahora retírate y busca algo de agua dulce.