—Necesito disculparme por lo que pasó en la playa...
—Salvaste mi vida por segunda vez, Fred —dijo bajando la mirada, ella sabía que estaba siendo algo inmadura en ese momento—, no tienes necesidad de eso...
—Si la tengo princesa, fui un idiota, —se atrevió a tomar sus manos y esta vez ella no lo rechazó— olvidé lo mucho que debo cuidarte —clavó su mirada en las manos de ella como si se tratara de la cosa más valiosa del mundo—, no debí dejar que vieras cosas tan fuertes.
—No soy un jarrón de porcelana, Fred —contestó firme, cosa que a él; un hombre treinta centímetros más alto que ella, le hizo estremecer internamente— son cosas que pasan, no puedes tenerme en una caja de cristal todo el tiempo para protegerme.
—Lo sé, pero aún así siento que debo protegerte —insistió pero esta vez mirándola a los ojos.
—Deja de trabajar tan duro en eso, no eres mi padre, no es tu obligación hacerte cargo de mi —Manfred estaba tan perdido en los ojos de aquella chica, que aquellas palabras no alcanzaron sus oídos.
—¿Eres tan ciega como para no darte cuenta? —dijo con algo de dolor en su voz y en su mirada.
—¿De qué? —su corazón se aceleró al ver esta expresión dibujada en su lindo rostro, él era un gran chico y le partía el corazón verlo así— ¿por qué me miras así? —temía que lo que estaba pasando por su mente fuera lo mismo que estuviera pasando por la de él.
—Porque —en un movimiento rápido la tomó de la cintura y la acercó a su cuerpo sonrojándole hasta el cabello— desde hace tiempo me gustas y demasiado princesa, pero —la soltó poco a poco— no sé si soy correspondido por ti.
—Apenas llevamos un mes conociéndonos Fred —se alejó de él instintivamente aunque en el fondo quería hacer todo lo contrario—, no sé quien eras antes del naufragio, no te negaré que empiezas a gustarme —mintió, ella estaba igual de enamorada que él, las piernas le temblaban al recordar lo cerca que habían estado sus cuerpos por un momento—, pero debo estar segura de ti.
—Es por lo de la playa —dijo arrepintiéndose amargamente de lo que había hecho hace un momento en la playa— ¿verdad?
—En parte —dijo cruzándose de brazos mientras lo miraba directamente a los ojos—, sólo dame tiempo.
—No tardes demasiado, seré lo más paciente que pueda por ti —Manfred se acercó a ella poco a poco y Liselot se puso roja, la tensión entre ellos se disparó a las nubes, sus corazones latían muy rápido— volveré pronto, ten cuidado —le dió un beso en la frente y le sonrió.
Manfred se fue dejando a una muy sonrojada Liselot a sus espaldas; ella como pudo se calmó y volvió a donde estaba el niño. Liselot lo miró alejarse hasta que desapareció de su vista, tenía breves lapsos de taquicardia, pues su corazón se aceleraba por momentos y la dejaba sin respiración, se quedó un momento observando al pequeño como si tratara de comprender qué era lo que estaba haciendo, sin embargo, no lo conseguía, su mente no dejaba de reproducir aquel recuerdo.
Él por otro lado estaba sintiendo exactamente lo mismo que ella en ese momento, la sensación que había experimentado al estar tan cerca de ella. Sus manos temblaban de sólo recordar que había estado tan cerca de besarla, ese sin dudas era el motivo que despertaba un cierto hormigueo en sus labios y hacía que su corazón se sacudiera dentro de su pecho como si estuviera saltando la cuerda dentro de él. Trataba de imaginar si sus labios eran tan dulces como aparentaban a simple vista, sólo imaginar eso despertaba ciertas sensaciones difíciles de contener, una sensación de euforia recorría su cuerpo constantemente dejando gritos ahogados en su garganta.
Llegó a la playa y Boss parecía estar esperando por él, pero el chico estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó su presencia, fue directo por la cesta de ella, tomó la sal que necesitaban y comenzó el camino de regreso; lógicamente a Boss le pareció muy extraña esta forma de actuar de parte del muchacho por lo que decidió preguntarle antes de sacar conclusiones apresuradas.
—¿Te ha pasado algo muchacho? —preguntó con su voz ronca mientras estudiaba la situación.
—Nada, sólo estoy feliz —respondió sin prestarle atención a si compañero.
En su mente sólo resonaban los recuerdos de Liselot diciéndole que comenzaba a gustar de él, aquello lo llenaba de felicidad más que cualquier otra cosa en el mundo en ese momento.
—Muchacho debo hacer algo, regresa tu sólo —dijo deteniéndose de pronto.
—Está bien, cuídate viejo, no te rompas ningún hueso —dijo tranquilamente y luego siguió caminando.
Liselot había colocado una manta grande para que al pequeño se le hiciera más fácil transportar los palitos que ya había reunido y estaba ayudando al niño con su tarea de recoger ramas; ya que si no puedes contra el enemigo, únete, hasta que vio llegar a Manfred con su cesta, entonces se levantó y sacudió sus manos para después a acercarse a él.
—Ven, vamos a cocinar —le hizo señas de que la siguiera— rápido.
—Rápigo.
—No, rápido, rá-pi-do —corrigió ella con mucho amor.
—Rá-pi-do —repitió como si su lengua empujara aquellas sílabas para que salieran de su boca.
—¡Muy bien! —puso pulgares arriba— ahora vamos.
Ella sacó un cuchillo; cortesía del naufragio, y comenzó a cortar verduras que habían encontrado en la isla; una de las tantas veces que ella se perdió, primero cocinó el alimento de su pequeña mascota, el niño estaba partiendo los palitos que había encontrado en pequeños pedazos, eran palitos de madera hueca, sintió curiosidad, pero continuó haciendo lo suyo, pasó un rato cuando él se acercó y por medio de señas le pidió el cuchillo que estaba usando, por un momento momento dudó pues recordó lo que había visto en la playa, sacudió la cabeza para sacarse la imagen de la mente, pero terminó dándoselo, luego de unos minutos de remordimiento preguntándose: ¿quién en su sano juicio le daría un cuchillo filoso a un niño? ¿Qué clase de adulta "responsable" era? tomó otro cuchillo y siguió, lo observaba de vez en cuando, él estaba haciendo otros silbatos de madera como el que tenía, no entendió lo que se proponía, pero lo dejó tranquilo, puso la olla sobre el fuego y vertió agua de río y la dejó hervir para matar las bacterias luego echó unos trozos de carne que habían traído Boss y Manfred mas temprano, luego las verduras.