Luna de hielo.

16.Acción y Reacción.

 Ellos continuaron conversando, Manfred trató por todos lo medios de distraerla con temas de conversaciones interesantes para ella, además de que la intentaba hacer reír tanto como podía con todo su arsenal de travesuras que había hecho de pequeño y todas las aventuras que había tenido junto a sus amigos en el parque de diversiones al que solían ir juntos hasta que cumplieron la mayoría de edad y cada uno tomó su camino. Liselot por otro lado no tenía mucho que contar ya que su vida había estado custodiada desde que tuvo memoria, le contó sobre las cosas que aprendió en la universidad y las aventuras que había tenido con sus amigas en esa época de rebeldía en la facultad de administración, ambos se reían del otro y al final llegaron a la conclusión que sus mentes no habían sido brillantes todo el tiempo y que las tonterías más divertidas e inolvidables se hacían a muy temprana edad.

 

 El maravilloso mundo en el que vive un niño con frecuencia se vé distorsionado a medida que vá creciendo; con el peso de los estándares de belleza, etiqueta, conocimiento y poder que todos los demás colocaban sobre ellos les hacía olvidar aquella época en la que una caja de cartón vacía se convertía en todo un universo donde el límite era la imaginación y por más difícil que fuese admitirlo han sido tan influenciados que al recordar llaman ridículo a todo aquello que los hacía felices y les alimentaba la imaginación, era casi deprimente siquiera tratar de encontrar en qué momento se habían perdido a sí mismos para lograr cumplir el sueño de una sociedad que cada vez era más decadente y que en la misma medida que exigía también hacía lo posible por obstaculizar sus caminos sólo para verlos caer.

 

—Bueno te dejo para que descanses —dijo cuando notó que ya estaba más calmada.

 

—Fred —lo tomó del brazo cuando intentó salir— ¿puedes quedarte conmigo esta noche por favor? —preguntó algo avergonzada y él sólo se volteó para mirarla— hoy fue un día difícil para mí y ahora pasa esto y yo....

 

—No es necesario que me des explicaciones princesa —tomó su mano y la miró con la misma dulzura con la que la miraba siempre— si me necesitas aquí voy a estar.

 

—Gracias Fred —dijo más aliviada, sabía que nada pasaría si estaba acompañada por él, el espacio era justo para que él entrara—, de verdad aprecio lo que haces por mí.

 

—Lo hago con gusto —le guiñó el ojo y luego acarició la mejilla de ella con suavidad—, ahora descansemos —se acostaron en silencio para “dormir”— hasta mañana princesa.

 

 Ella pensaba que si él se quedaba ahí con ella podría dormir mejor con la seguridad que le brindaría su compañía, pero la situación causó el efecto contrario, estaba con un hombre durmiendo en el mismo sitio, no podía ni cerrar los ojos; se insultó a sí misma, quizás debió haber salido con más chicos con anterioridad y así no se sentiría tan desequilibrada mientras que Manfred ya "estaba" en los brazos de Morfeo, misteriosamente creyó saber lo que pasaba por la mente de la chica así que la abrazó, Liselot se quedó inmóvil al sentir que Manfred se movía, la sensación fue como el estallido de cuarenta  toneladas de C4, pero fue mucho peor (matemáticamente hablando) cuando él pasó su mano por sus caderas y luego subió a su cintura; con un poco de fuerza la puso de frente a él, la acercó a pocos sentimetros de su boca, tenía el corazón en la garganta y no se atrevía a mover un dedo, sentía que se estaba ahogando pues tenerlo así de cerca y detectando las intenciones casí implícitas en su rostro tenían a sus cerebro luchando por procesar la situación y buscándo la manera de responder a los estímulos que estaba recibiendo en ese momento, pero al igual que un caracol esa reacción salvadora estaba tardando demasiado en llegar.

 

—¡Demonios! ¿Y ahora qué hago? —pensó mientras buscaba desesperadamente una respuesta— debo salir de aquí, me estoy sofocando, no puedo respirar —sus mejillas estaban rojas al punto de casi estallar.

 

 En la escuela había estudiado cientos de teorías que explicaban cosas como la temperatura de un cuerpo y la transferencia del mismo hacia otro cuerpo, las reacciones hormonales y sus efectos, que toda acción provoca una reacción, cientos de teorías sobre sexualidad, pero nada de la escuela la preparó para una situación así, (quizás si hubiera dormido con uno ó dos chicos como las chicas de su edad lo hacían esto no hubiera pasado), recordó que mientras estudiaba trataba de imaginar cómo podía sentirse cada reacción, pero imaginar era parte de la teoría, la realidad o la "práctica" era algo muy diferente a tal grado de estar a punto de morir sofocada estando a 20° y con una guerra mental que se debatía entre besarlo ó regresar nadando a casa en ese mismo instante; la segunda opción era ridículamente tentadora hasta ese momento.

 

 El momento en el que Manfred abrió los ojos y no había en ellos nada más que el brillo producto del resplandor de la fogata que ardía fuera del refugio, las ganas de nadar que aparecían y desaparecían, parecían estar hechizados uno en los ojos del otro, la tensión iba ya llegando a Plutón y seguía aumentando, sus corazones latían fuerte y muy rápido, todo movimiento era casi nulo entre ellos, el pecho de ella pegado al de él, la respiración variaba, por un momento era normal, siete segundos después era entrecortada, siete más y respiraban muy quedamente, siete más y ya no respiraban, todo sin perderse de vista.

 

—¿Quieres que te bese? —preguntó algo jadeante y le temblaba hasta el alma.

 

—¡Ashj! ¿De verdad me preguntas algo así en esta situación? —pensó ella sabiendo que aquella pregunta era totalmente innecesaria— si, quiero —dijo con la voz igual de temblorosa que la de él.

 



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En el texto hay: accion peligro, aventura romance

Editado: 25.10.2022

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