Luna de hielo.

17.Máscaras que se caen.

 Las mejillas de ella iban a explotar mientras lo veía acercarse a sus labios, cerró los ojos al sentir su aliento rozar sus labios, intentaba calmarse, desde luego ese no sería su primer beso, pero era completamente diferente a todo lo experimentado anteriormente, él se detuvo un momento (a milímetros de sus labios).

 

—Esto se vá a descontrolar —dijo él en voz baja justo en el peor momento posible de la noche.

 

—Eso espero, ahora cállate y bésame —pensó (nuevamente) y dejó escapar una leve sonrisa.

 

 Manfred la acercó a su cuerpo y se posicionó encima de ella, con su mano recorrió el camino desde sus caderas hasta sus mejillas y la acarició dulcemente, ella abrió los ojos para mirarlo por un momento antes de acariciar también sus mejillas y luego bajar a su pecho, Manfred se estremeció por dentro, sujetó suavemente el mentón de ella y rozó sus labios con los de ella, un sabor dulce recorrió su boca, tan dulce que sentía que iba a perder la cordura, continuó besándola dulcemente aunque sus instintos querían devorar sus labios, ella por otro lado compartía el mismo deseo así que se incorporó y se sentó a horcajadas en sus piernas y con una mano acariciaba su cabello y con la otra su espalda, el interés de Manfred aumentó y el control se había ido de viaje sin avisar, haciendo que las cosas se descontrolaran, (como él lo había dicho) él acariciaba todo su cuerpo y la presionaba hacia el suyo, ella por otro lado luchaba con lo botones de aquella camisa, él ya estaba preparándose para desgarrar la camisa de ella dando pequeños tirones puesto que tenía poca paciencia para los botones y....

 

—¡Nooooj! —un grito los sobresaltó haciendo que todo volviese a la normalidad.

 

—¿Qué pasa? —preguntó ella asustada— ¡es el niño!

 

 Ella salió corriendo con la camisa medio desgarrada, sintió mucha rabia al ver que Boss tenía en una mano a su pequeño periquito, parecía tenerlo apretado pues el pobre chillaba, estaba a punto de matarlo y el niño le rogaba que no lo hiciera (en el idioma que sabrá Dios cuál era) mientras que aquél hombre parecía esperar con intenciones maliciosas a que el niño se acerca, tenía una mano escondida detrás de su espalda como si escondiendo algo.

 

—¡Nooooj! —repetía y rogaba desesperado pero no se acercaba a él.

 

—Boss, ¿qué demonios te pasa? —gritó ella descontrolada— ¡suelta a Koya en este instante! —nombre del ave.

 

—¿Y si no lo hago qué harás? —la miró como si la hubiera odiado toda su vida.

 

—Te cortaré la mano y haré que te la comas cruda —lanzó una sonrisa psicópata, él parecía querer jugar con la mente de ella y si ese era el caso ella le enseñaría cómo se hace.

 

—Quisiera ver que lo intentes —dijo desafiante y sin él más mínimo grado de arrepentimiento.

 

—Dame cuatro segundos y con gusto te mostraré —dijo con furia mientras que sus ojos parecían estar a punto de aniquilarlo con la mirada.

 

—¿Viejo Boss, qué haces? —pregunto Manfred saliendo del refugio de ella con la camisa mal abotonada y algo sudoroso— suelta al pájaro y anda a dormir no quiero que te quedes dormido, te caigas y te rompas un hueso —bromeó para alivianar la tensión.

 

—Mocoso impertinente —se echó a reír y soltó al ave y el niño lo agarró y se fue a revisarla— apuesto que el lesionado vas a ser tu y tendré que cargarte —volvió completamente a la normalidad.

 

—Te romperías la espalda anciano —continuó bromeando con el hombre.

 

—Hasta mañana —se reía, pero esta vez el intento de disfrazar la furia era obvio.

 

—¿Vamos a dormir? —preguntó él señalando con la mirada en dirección al refugio.

 

—Si, claro —dijo desconcertada, él la llevó de la mano.

 

 Sólo se acostaron uno al lado del otro, ninguno tenía sueño, pero tampoco tenían ánimo de hablar, era un silencio incómodo, a lo lejos se escuchaban cosas muy extrañas por lo que salir a caminar no era opción, algo andaba mal, pero al parecer Manfred no tomaba muy en serio la situación y a ella en el fondo le molestaba eso.

 

—Siento que la máscara se cayó —susurró y luego lanzó un suspiro cargado de tristeza..

 

—¿Qué máscara? —preguntó él volteandose para mirarla.

 

—No sé qué le pasa —dijo ella dándole la espalda— ¿por qué me odia tan repentinamente? Antes no se portaba así conmigo, no sé qué le pasa, pero ya no confío en él.

 

—No te preocupes princesa, —dijo abrazándola por la espalda y frotó sus hombros— él no te odia, nadie en su sano juicio podría odiarte.

 

—No te creo, tu no viste la forma tan fea en la que estaba mirándome, no esperaba eso de él.

 

—Mírame —pidió él y ella se volteó para verlo a los ojos—, todo vá a estar bien, no tienes nada de qué preocuparte.

 

—Pero Fred.......

 

—Yo te voy a cuidar hasta el final de los días —dijo acariciando la mejilla de ella dulcemente— recuerda eso siempre.

 

—Fred, siempre estás de su lado; no prometas cosas que no cumplirás, además siempre haces lo que él dice ciegamente, eso no es bueno.

 

—Princesa, Boss no es un hombre peligroso, quédate tranquila, yo estoy aquí y no te dejaré sola —dijo él y luego le dió un beso en la frente.

 

—Está bien —dijo ella nerviosa ante la cercanía de él.

 

 Manfred comenzó a darle beso juguetones mientras le hacía cosquillas, ella trataba de atacar, pero la defensiva y ofensiva de él eran por mucho superiores a las de ella, ella trataba y trataba, pero no podía hacer mucho en su contra hasta que con un movimiento de ella derribó toda la defensiva y ofensiva de él, Liselot sólo se acercó y le dió un beso en la comisura de los labios y él se detuvo al instante para mirarla con los ojos brillando, el deseo tácito que los envolvía a los dos se hacía más y más intenso con cada momento que pasaba.



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Editado: 25.10.2022

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