3 septiembre de 2019:
¿Qué hemos podido hacer para merecer esta vida? ¿Mamá? ¿Papá?
No podré volver a llamaros así de nuevo y ver vuestras sonrisas al mirarme. No podré volver a saborear tus galletas recién hechas, mamá. No podré darte un beso, papá, después de que te hayas afeitado con ese aftershave que huele tan bien. No podré acudir a vosotros cuando tenga problemas ni tampoco cuando tenga buenas noticias. No me acompañaréis a mi graduación, ni a la de la universidad, no podré bailar con vosotros en mi boda, ni presentaros a vuestros nietos... No podré...
Hace cinco años te perdimos, papá. Todavía no me había acostumbrado a no tenerte cerca, te veía por la calle en ocasiones, te encontraba entre la multitud... pero siempre eran decepciones pues veía parecidos donde no los había. No puedo recordar en cuantas ocasiones me pareció verte al otro lado de la calle, esperando en un semáforo o conduciendo un vehículo. Creo que me negaba a creer que de verdad ya no estabas.
Presenciamos impotentes como el cáncer, poco a poco, te apartaba de nuestro lado y vi también como mamá iba yéndose contigo, cuánto más te debilitabas tú, más lo hacía ella.
Tu marcha fue el desencadenante de muchos otros problemas.
Mamá, tu caíste en una grave depresión y yo tuve que dejar mis estudios para atenderos a ti y a Nigel. Vosotros érais mi prioridad. Jamás he podido decir esto en voz alta, ni tampoco hablarlo contigo mamá, pues la sola idea de hacerlo me aterrorizaba. ¿Y si volvías a caer en una depresión? Prefería no remover el pasado y tragar con todo. Pensé que no podría resistirlo, que el mundo se me caería encima de un momento a otro y entonces, Nigel rió por primera vez en su vida. En medio de la tristeza que nos rodeaba, el pequeño Nigel rió con ganas. Gracias a él empezaste a mejorar mamá, conseguiste superar ese dolor que anidaba en tu corazón y volviste a querer vivir, a pesar de tener que hacerlo sin papá. Aquella pequeña luz al final del camino me hizo continuar a mí también.
Tardamos años en normalizar la situación y, a pesar de ello, con todo el tiempo que ha pasado, he seguido sintiendo que me faltaba algo.
Ahora, desgraciadamente, la historia se repite de nuevo y el destino te ha alejado también de nosotros, mamá.
¿Se puede tener peor suerte?
Un simple accidente, un pinchazo a poca velocidad... Podría haber salido bien, había un 95% de probabilidades de que saliera bien, y tuvo que ser ese 5% el que lo decidiera todo.
No puedo soportar estar en esta ciudad más tiempo, todo me recuerda a vosotros, a vuestras muertes.
No puedo ir al parque sin saber que allí fue donde subí a los columpios con vosotros por primera vez, no puedo ir al centro ni tan siquiera a clase, porque recuerdo nuestra despedida de cada mañana.
"No olvides que no habrá un mañana si no cultivas el hoy. Estamos orgullosos de ti"
Tengo que parar de escribir pues las lágrimas están cayendo sobre el papel y emborronan los trazos realizados con la pluma de papá. Esa pluma que nunca me dejaba utilizar...
Cubro mi rostro con las manos y lloro en silencio. Tras unos minutos suspiro con fuerza, intentando librarme de esa opresión en el pecho.
Hemos pasado tres semanas terribles, semanas que no le desearía pasar ni a mi peor enemigo... Pero un soplo de aire fresco se avecina y llega el momento de intentar dejar todo atrás. Nos mudamos con la tía, tu hermana, papá. Creo que será un buen cambio para nosotros, ¿no lo creéis así? Yo espero que lo sea.
Prometo que cuidaré de Nigel, nunca le pasará nada malo si yo estoy para evitarlo. Jamás dejaré que le hagan daño.
Os escribo esto a modo de despedida y de desahogo, mamá y papá. Sé que nos habéis querido con todo vuestro corazón y yo os he querido del mismo modo, pero ahora, cada día que paso aquí es un día que no siento más que añoranza y tristeza. Mi hermano está vivo y yo también por lo que no puedo permitirme seguir en este estado, sintiéndome como si sólo fuera un recipiente sin vida. Quizá vuestro deseo hubiese sido que hubiera criado a Nigel en el mismo hogar donde me criasteis a mí, pero no tengo fuerzas para hacerlo sola. Esta casa no es un hogar sin vosotros en él.
Dejo este diario aquí, porque de algún modo pienso que seguís en esta casa, y dejar mi diario, esta pequeña libreta que he llevado conmigo a todas partes desde los diez años, es un modo de que todavía estemos conectados. Quiero dejar todo el dolor atrás, toda la desdicha y la agonía. Desconozco si tendré la fuerza necesaria para hacerlo, pero lo intentaré, por Nigel y por vosotros. Habéis sido unos padres geniales y os echaré de menos toda la vida. Dulces sueños.
Pd: Estaremos bien. Nos volveremos a ver.
Vuestra hija, Gaia.
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Arranco el trozo del final de la hoja y lo coloco sobre el diario que he depositado dentro de la cómoda.
Tras parar de gimotear me limpio las lágrimas con la manga de la sudadera. Amo esta prenda de ropa, es azul oscura, con el nombre de la universidad de papá, Yale, en blanco. Era su favorita.
Coloco bien mis vaqueros azul claro rotos, ato los cordones de mis zapatillas de deporte y tras incorporarme respiro profundamente repetidas veces. No quiero que Nigel sepa que he estado llorando de nuevo.