Luna de lobos

Capítulo 9

Desde lo sucedido en el claro del bosque no he salido de casa, de hecho, no he salido ni del dormitorio. Ante mi familia he tenido que fingir que estoy terriblemente enferma, con unos calambres abdominales espantosos, pero nada más lejos de la realidad... Estoy volcando todos mis esfuerzos en aceptar aquello que vi y en superar ese miedo atroz que recientemente he adquirido. ¿Quién no tendría miedo? Puede que en cualquier momento salgas a comprar pan y acabe arrancándote la cabeza un lobo gigante que resulta ser el chico con el que te has estado viendo.

—Era demasiado perfecto, joder, demasiado perfecto —maldigo.

El teléfono no ha parado de sonar en todo el fin de semana.

26 llamadas perdidas de Everett.

Cada vez que veo su nombre reflejado en la pantalla siento pavor. Aquello que los demás decían de él... Es cierto, es peligroso. Muy peligroso.

Durante el primer día de encierro, intenté convencerme de que todo había sido producto de mi imaginación, tengo antecedentes en mi familia de esquizofrenia, no es tan descabellado pensar que haya podido sufrir un brote psicótico, pero cada llamada de Everett ha ido minando mis argumentos hasta hacerlos desaparecer.

El segundo día intenté entender la situación y buscar una explicación racional, al no encontrarla simplemente me esforcé por aceptar aquello que vi.

Hoy... Tan sólo intento lidiar con el miedo y mis contrapuestos sentimientos hacia Everett. ¿Te puede atraer alguien y tenerle pánico al mismo tiempo?

Pensar que mañana tengo que ir clase me altera, pueden pasar mil cosas y sobre todo, estoy empezando a pensar que no tan sólo Everett es... Diferente. Sus amigos podrían serlo y ello explicaría muchísimas cosas. ¿Y si todos saben que podría saber su secreto y planean eliminarme?

Observo la ventana con una pequeña rendija abierta a través de la cual se filtra la suave y refrescante brisa del exterior. Desde la cama puedo ver el cielo estrellado y la luna, que por algún extraño motivo me reconforta.

El timbre de la casa suena. No sabía que esperábamos visita. Pronto oigo los pasos que se van acercando por el pasillo.

Querría pensar que era Sean el que había llegado, pero... dado que mis tíos no saben de su existencia me parece poco probable. En cuanto mi prima llama a la puerta mi respiración se acelera.

—Gaia... —dice mi prima en voz baja —¡tienes visita! —exclama —me parece que alguien se ha enterado de que estás mala o puede que se lo haya dicho un pajarito. Os dejo.

La puerta se abre y Everett aparece, esperando paciente bajo el marco de la puerta mi invitación para entrar.

Yo por mi parte me encuentro sobre la cama, en pijama. Abrazo mis rodillas como si ello me confiriera algún tipo de protección.

Everett me observa. Yo asiento para que entre con las mandíbulas tensas, mi corazón bombeando acelerado y mi respiración entrecortada.

—No contestas a mis llamadas —afirma.

Le observo en silencio, puede que si dejo salir aquello que tengo en mi interior su instinto asesino salga a la luz y acabe matándome o peor, matando a mi familia.

—No voy a hacerte nada Gaia. Soy el mismo de siempre, el mismo.

Debo ser valiente, no sé qué me está pasando, este pueblo me está convirtiendo en una persona cobarde. Sé lo que es, o creo saberlo, debo enfrentarme a ello si quiero superarlo.

—No, no lo eres —logro decir.

Él da unos pasos en mi dirección, pero se detiene a los pies de mi cama. Se sienta en el suelo dándome la espalda. Apoya la cabeza entre sus manos.

—Nunca ibas a saberlo, jamás y mucho menos ibas a enterarte de esta forma pero... no podía dejar que te matara. ¿Entiendes?

Intento sosegarme, sus palabras y su voz me tranquilizan pero cada mínimo movimiento de sus músculos hace que tema por mi vida.

—Sé que parece una locura, que es algo confuso y sobre todo, sé que da mucho miedo, pero por favor, no soy un desconocido y francamente, si hubiera querido hacerte daño, ¿por qué no haberlo hecho antes?

Esa pregunta ha estado repitiéndose en mi cabeza una y otra vez. Sea lo que sea él, ¿por qué no me ha matado?

Hago un gesto con la cabeza para que continúe hablando. Ahora mismo no tengo escapatoria alguna y la mejor opción es dejar que se explique.

Pasa la mano por su pelo, tan oscuro como la noche, antes de empezar a hablar.

—Tengo una pregunta —me atrevo a decir, con toda la seguridad posible, antes de que empiece a hablar —¿Qué eres?

En su rostro observo una breve mueca disfrazada de sonrisa.

—Ya sabes lo que soy, un licántropo, pero no lo que significa serlo.

Dejo salir el aire que he estado guardando en mis pulmones de golpe. Oírlo de él me ha quitado un gran peso de encima. Definitivamente no estoy loca o quizá él está todavía más ido que yo.

—Si me lo permites, voy a contarte cómo acabé siendo esto que te provoca tanto pavor. Nací aquí, en Rockhaven, fruto de un matrimonio enamorado, al menos, yo los recuerdo así. Pasé unos años muy bonitos junto a mis padres hasta que cumplí quince años. Yo había salido con mis amigos, volví tarde aquella noche... —se detiene —las luces estaban encendidas y la puerta abierta, pero había silencio, el silencio más escalofriante que puedas imaginar. Entre en la casa y encontré a mi madre en la cocina sobre un gran charco de sangre y a mí hermano pequeño unos metros más lejos. Había marcas de garras por todos lados. Subí arriba y encontré a mi padre boca abajo en un escenario similar al de mi madre.




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