Luna De Los Enamorados

Capítulo 1 Un Beso No Alcanza Penitencia

- ¿Estás segura del paso que quieres dar?

- Si. – dijo ella con timidez. – ¿y tú?

- ¡Por supuesto, mi amor! ¡Yo te amo! – Daniel acentuó sus palabras con convicción.

- ¿No tienes miedo? – le preguntó Lorena, quien se hallaba sentada y recargada en Daniel, despegando un poco la espalda del pecho de él para poder girar el cuello y verlo a los ojos.

- ¿Lo dices porque aún eres menor de edad? – él volvió a atraerla hacia sí para cubrirla con los brazos y anclar de nuevo la barbilla en su hombro y ambos seguir mirando hacia el cielo.

- Bueno, tampoco soy una niña. Ya tengo mis diecisiete añitos.

- ¡Que alivio! – Daniel exclamó con sarcasmo y enseguida se echó a reír a carcajadas.

Ella le dio un manazo en el brazo y le pidió que bajara la voz, pues a esa hora de la noche reinaba un silencio espectral por todo el jardín y sus sonoras carcajadas podían llegar hasta el interior de la casa y despertar a sus padres.

- ¿Cuántos años de cárcel te darían por amar como amas a una chica como yo? – Lorena utilizó un tono de voz infantil.

- Es una pregunta bastante difícil, amor, pero, aunque sean mil años, los soportaría como todo un héroe por ti; completitos y sin pedir clemencia.

Lorena sonrió y se arremolinó entre el pecho de él.

- Pero yo estaría muy triste sin ti. – volteó el rostro hacia el de él y le habló muy cerca del oído. – no te quiero ni un instante lejos de mí. Por eso es qué nuestro amor debe…

- ¡Seguir siendo nuestro secreto! – los dos pronunciaron al mismo tiempo.

- Y este lugar seguirá siendo nuestro nido de amor. – completó ella, sonriendo.

Daniel giró el rostro para contemplar a su alrededor.

- Este hermoso paraíso escondido, de hojas y flores, que construiste como hormiguita es mi lugar favorito en el mundo.

- Yo no lo hice. Dice mi mamá que se formó porque mi nana sembró plantas que creía que serían de baja estatura y mira cómo se han elevado. Además, las guías que crecieron sobre sus troncos y los rosales esparcidos formaron esta cueva de hojas y rosas justo en esta parte del jardín, debajo de mi balcón.

- El día que alguien descubra este lugar sabrá que aquí se esconde una linda princesa que guarda un malvado secreto.

Lorena sonrió y desplazó la vista por el recoveco formado por plantas de verde follaje y rosas de varios colores.

- Aquí no hay nada que delate nuestro amor. Si alguien lo descubre verá que aquí solo hay un hermoso columpio que cuelga de un árbol y una vieja casita de muñecas que un día mi padre amenazó con tirar a la basura y que yo rescaté para esconderla aquí. Nadie podrá descifrar que esta enramada es el nido de una princesa de diecisiete años y un apuesto guerrero medieval que recién acaba de llegar a los veintitrés.

- Tienes razón, mi muñeca. Nos hemos cuidado muy bien que nada ni nadie podrá delatarnos.

- Solo ella. – Lorena apuntó al cielo. – la luna.

Daniel también levantó la barbilla lo más que pudo para observar el astro que iluminaba el jardín entero.

- Solo ella. – reafirmó. – nuestra luna. Gracias a ella puedo verte en esta oscuridad. Ella baña tu rostro de luz y te hace ver mas bonita de lo que ya eres.

- Si ella hablara, Daniel, y contara lo mucho que te quiero.

Daniel mordisqueó con delicadeza una oreja de Lorena.

- Espero que no sea indiscreta. – le dijo y ella se estremeció al sentir el aliento de él muy cerca del oído.  

- Hasta ahorita no hay nada que pueda decir. – Daniel siguió hablando muy cerca del oído de Lorena. – salvo repetir el número de veces que te he besado.

- Quizás ya haya perdido la cuenta la señora Luna.

- Es probable que se haya cansado de contar.

- Pero sabes que basta que la gente sepa de un solo beso para que nos juzguen y mi padre nos separe. – dicho eso, Lorena puso sobre su rostro una máscara de angustia.

- Un beso no alcanza penitencia. – Daniel le respondió con entusiasmo. – así que estaré tranquilo por esta noche, pues es mi última noche de tranquilidad. Porque lo que es el día de mañana, ya habrá un motivo para que a este humilde guerrero lo presenten ante la corte y sin oportunidad alguna para defenderse lo condenen al cadalso o a la hoguera.

- O sea arrojado por mi balcón, por el mismo balcón donde mañana en la noche ha de subir para cumplir el sueño de su princesa de convertirla en mujer. ¡En tu mujer!

Daniel puso cara seria y contempló con angustia la altura.

- Ni lo digas de broma porque sabiendo como es tu papá, le parecería buena idea.

- No temas. Nada malo va a ocurrir. – Lorena le puso la palma de la mano en la mejilla. – me muero si es que a ti algo te pasa.

- Yo muero de ansias porque ya vuele un año para que cumplas los dieciocho y puedas casarte conmigo.

- ¿Vamos a tener muchos hijitos? – agregó ella, emocionada.




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