Luna de Lunas

17. El portal de los muertos

Veo a todos reunidos en la sala, mi hermano golpe un lado del sofá para que me acomode a su lado. Trato de mantener la calma, pero mis manos tiemblan sin control.

─ ¿Qué tienes pequeña? ─ la preocupación de mi hermano es evidente ─ no me siento bien ─ es lo último que digo antes de que todo a mi alrededor se vuelva oscuro.

Despierto en un lugar muy sombrío, la neblina cubre mis pies. Hace frio y la desolación penetra mi piel. Estoy en lo alto de una montaña, en la base se observan muchas lapidas, es una especie de cementerio.

Veo muchas sombras de persona y otras de animales caminar hacia unos arcos de luz que, se ubican al final del camposanto.

Dos sombras ingresan en simultáneo a cada arco, pero cada par es constituido por una forma de humano y otra de animal. Al pasar el arco desaparecen y una luz destella hacia el firmamento explotando como si de juegos pirotécnicos se tratara.

En el centro está él junto a su lobo. Camina con dirección al arco, pero se detiene cada que su lobo le aúlla a la luna. Su aullido es de súplica, de dolor, de ayuda. Lucha para no continuar, pero la fuerza que lo guía es más fuerte que la pujanza del humano que va con él.

Siento que debo ayudarlo, que eso es lo que él espera.

Desciendo, todo el lugar está cercado por rejas negras, no tiene base o algún soporte, están sobre la nada.

Camino por un costado tratado de hallar una entrada. Cuando estoy a punto de perder la fe, lo observo, es un portón de rejas grises con antorchas en cada esquina.

Hay un letrero que no logro leer, las letras danzan y son envueltas por la neblina. No me detengo a descifrar nada, empujo la puerta, se abre sin problema.

Ingreso, la neblina se torna más oscura, más espesa y fría. Doy tres pasos y sombras en forma de manos toman mis tobillos logrando que mi cuerpo se hunda cada vez más. El miedo me invade, pienso en mi compañero, en Kaliza, en mi hermano, en mamá Milena, y todos los que me aman y que no están conmigo, es como si hoy hubiese caminado hacia mi propia muerte.

Suspiro y sujeto muy fuerte mi collar. Todas mis vivencias vienen como recuerdos que me dicen que debo luchar, que este no puede ser mi fin.

Una luz brota en medio de los espacios del puño que formo al sujetar el collar, lo suelto y veo como una luz purpura emerge de la piedra que tiene como decoración.

Mi cuerpo se tensa y siento como esa luz rodea mi cuerpo, mi vestimenta cambia, ahora llevo un vestido largo color purpura claro. Estoy fuera de esa niebla, mis pies descalzos no tocan el suelo y las sombras tratan de tocarme, pero es como si un manto me cubriera. Recuerdo lo que mamá Milena nos dijo con tanta dificultad en su lecho de muerte, tratamos que descansará, que no hablará, pero ella era tan necia que insistió.   

“Nunca olviden que yo estaré siempre con ustedes, una parte de mi vivirá para protegerlas del mal.

Toda fuerza oscura que desee consumir su alma, no podrá con mi poder, este trascenderá y perdurará hasta el día que sean reclamadas por su pareja, pues ellas las protegerán.

Recuerden que soy su manto de protección, lamento no poder seguir en sus caminos, pero mi tiempo llegó porque así lo quise.

Prometan que cuidarán la una de la otra, pase lo que pase, no dejen de creer en ustedes. Amen y vivan mis pequeñas, sean tan felices como si el mal jamás las hubiese tocado.”

Con esas palabras su voz se apagó para siempre. Jamás pensé que eran reales, para mí era parte de su proceso de despedida. Era una anciana sabia, pero como a todo ser, la muerte es algo de lo que no podemos escapar.

Murió de vejez, nadie la ataco, nadie la daño, solo fue su voluntad, quería descansar y volver a ver a su amado Francisco.

Gracias mama Milena, gracias por estar conmigo. ─ digo hacia la nada ─ Siempre mi pequeña, siempre ─ escucho su voz y una leve brisa toca mi cara, sé que es ella. Sonrió con nostalgia, la extraño tanto.

─ No dejes que tu loba tome el control, ella podría abandonar tu cuerpo y quedar atrapada en este lugar. ─ Así lo haré ─ confió en su advertencia, por eso seguiré su consejo.

─ Debes ayudarlos, no pueden cruzar el arco. Aunque no escuches mi voz, recuerda que camino a tu lado. ─ avanzo con firmeza y con las palabras de apoyo de mamá Milena.

Con cada paso, la neblina despeja mi camino. Las sombras se agrupan formando un camino de honor, no puedo ver más que un pasadizo que conduce directo a un arco platinado, uno que no había visto.

Me detengo, cierro mis ojos y concentro mi audición, solo así podré escuchar nuevamente a mi lobo. Sin Nalya las cosas se me complican, mis sentidos no son iguales, pero debo hacer un esfuerzo.

Un aullido se escucha hacia mi lado derecho, giro y un camino se abre paso para dejar ver a ese lobo con mirada fija al firmamento.

Camino, estoy a unos cuantos pasos. Pero el lobo desaparece, empuño mis manos y sé que es solo un juego para distraer mi verdadero objetivo… el hombre.

Nuevamente me concentro, necesito escuchar el mínimo latido que pueda emitir su corazón o el sonido de su lenta respiración. ─ ¡Vamos, Shyllen! Tú puedes ─ digo con desespero.




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