Luna de Miel sin Novio

Capítulo 10 Organizadora de eventos

Lucía levantó la vista justo cuando una mujer alta, de cabello rubio, en sus treintas y con acento italiano, avanzaba hacia su mesa. Detrás de ella, un hombre moreno, con canas al costado que lo hacían lucir sofisticado, atractivo y con aire de quien no puede dejar de mirarse en los reflejos del vidrio, sonreía ampliamente.

—Lucía, te presento a mis clientes —dijo Damián, poniéndose de pie—. Ella es Giulia, y él, Álvaro.

Giulia, radiante, extendió ambas manos hacia Lucía con la efusividad de quien abraza con la mirada. Álvaro le dio la mano con caballerosidad.

—¡Encantada! Qué mujer tan bella, Damián, no me dijiste que tu esposa era tan guapa.

Lucía sintió el jugo de naranja atorársele en la garganta. Tosió una vez.

—¿Tu qué? —preguntó, mirando a Damián con alarma.

—Mi esposa —repitió él con toda naturalidad, como si fuera un hecho universalmente conocido y perfectamente cierto.

Después le guiñó un ojo tan rápido que sólo ella lo notó. Lucía sonrió con rigidez.

—Sí… claro. Formalmente… sí. Llevamos tan poco tiempo de casados que a veces se me olvida.

Giulia no captó la incomodidad y se sentó frente a ellos, llena de energía.

—Es un placer, de verdad. Damián es un fotógrafo increíble, ha hecho magia con los recuerdos de nuestra boda. Yo soy malísima para posar y Álvaro ni se diga.

—Soy un tronco—. Secundó el hombre.

—Es un detallazo que, en su propia luna de miel, permitas a tu hombre trabajar. Damián tiene una relación de amor con esa cámara.

—Decidimos hacer un trío. Es más divertido.

Giulia rió asintiendo.

—Imagino que eres modelo… digo, intento descifrar cómo se conocieron. Soy muy parlanchina y lo pregunto todo.

—Ah… no. Este… soy organizadora de eventos corporativos.

Giulia abrió los ojos y dio un grito de emoción que sorprendió a Damián y Lucía.

—¿En serio, cara mia? Che meraviglia!

—¿Qué ocurre, Giulia? —preguntó Damián extrañado por la reacción de su clienta.

—Hoy vinimos a reunirnos contigo para las fotos de la playa, pero... —giró hacia Lucía con una sonrisa nerviosa— surgió un pequeño desastre.

Álvaro suspiró, quitándose las gafas de sol.

—Pequeño no. Enorme. Nuestra wedding planner entró en trabajo de parto anoche. Literalmente se fue en ambulancia desde el spa.

Lucía los miró, incrédula.

—¿Y la boda es…?

—¡Pasado mañana! —dijo Giulia con un hilo de voz.

Lucía parpadeó. Damián soltó un pequeño silbido y se reclinó en la silla.

—Qué timing tan poético —comentó—. Amor, drama, vida y nacimiento, todo en el mismo resort.

Giulia se giró otra vez hacia Lucía, con ojos suplicantes.

—Tú organizas eventos, ¿verdad?

Lucía la observó sorprendida.

—Corporativos…

Giulia juntó las manos con un gesto casi teatral.

—¡Perfecto! No me importa si son corporativos, infantiles o intergalácticos, necesitamos ayuda. No tenemos a nadie que coordine la decoración, ni la entrada de los novios, ni el ensayo de la ceremonia. Nada. Todo está a medio preparar.

—Giulia… —intentó intervenir Álvaro—, no sé si deberíamos pedirle eso, no está aquí para…

—¡Por favor! —lo interrumpió ella—. Además, es la esposa de nuestro fotógrafo estrella. Todo queda en familia.

Lucía se quedó mirándolos, atónita. Damián sólo levantó las cejas, conteniendo la risa pues le parecía graciosos e irónico el giro que podía dar esta historia.

—¿Qué dices, amor? —preguntó él, con una dulzura cargada de provocación—. ¿Les echamos una mano? No hay nadie mejor que tú organizando.

Lucía lo fulminó con la mirada.

—Tú te buscas problemas solo, ¿verdad?

Giulia volvió a suplicar con un tono que rozaba la desesperación.

—No te imaginas cuánto te lo agradeceríamos. No confío en nadie más. Si no nos ayudas, será un desastre mayúsculo y toda la familia será testigo.

Lucía respiró hondo. Su cerebro le decía «no», su orgullo le decía «ni loca», pero una parte de ella, la profesional, la perfeccionista, la que no soporta ver un evento salir mal, y menos si conllevaba humillación pública, ya estaba haciendo listas mentales. Para terminar de convencerse, se dijo «Tal vez yo no pude tener mi boda de ensueño, pero puedo ayudar a que Giulia pueda tener una».

—Está bien —dijo finalmente—. Les ayudaré. Pero sólo porque no soporto el caos.

Giulia se lanzó a abrazarla con un grito de alivio.

—¡Eres un ángel! Te dedicaré el primer brindis.

Luego de los agradecimientos, y de que Giulia explicara a grandes rasgos a Lucía la idea central de la boda y hasta dónde habían llegado con la organizadora de bodas que dio a luz, la pareja se adelantó a la playa para la sesión de fotos. Cuando se alejaron, Damián se inclinó hacia Lucía con una sonrisa contenida.




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