Luna de Plata

Camino al pasado...

Lug se sentía aturdido, cansado y abrumado, todo eso resumido en la intolerancia hacia cualquier sonido, mirada y sobre todo a la luz.

La anciana cerró las cortinas, caminó lentamente y en silencio, preparó unos brebajes e inciensos que prendió y esparció por toda la habitación. Se arrimó a Lug con unos de sus brebajes, este miró hacia otro lado negándose a beberlo.

_Mira muchacho tú no tienes tiempo, pero yo tengo todo el tiempo del universo, no lo hagas difícil. _Lug giró su cabeza y con disgusto y mala cara bebió lo que la mujer le daba.

_Es un asco-dijo tratando de tragar.

La mujer sonrió y sus arrugas enmarcaron sus ojos, ojos buenos mansos.

_Mira muchacho te sentirás mejor con esto, ira aliviando la fatiga que sientes y esas molestias…

_¿Quién es usted?

Ary quien estaba ordenando sus cosas tomó un collar de piedras blancas.

_Toma debes colocártelo, las piedras de Yasi te protegerán.

_No me respondió que sucede no entiendo nada de lo que pasa.

La mujer acercó una de las sillas a la cama y se sentó colocando sus manos sobre su regazo. Tenía su cabello blanco peinado en dos trenzas largas y prolijamente peinadas. Llevaba aros de oro en forma de gotas. Sus manos huesudas y de dedos largos estaban llenas de anillos y tres pulseras de oro adornaban su mano izquierda.

_Tu madre no llego aquí por casualidad…ella fue traída a sabiendas de tu existencia…Tu eres parte de una profecía que debe cumplirse y terminar una maldición que lleva años dañando gente, años evitando amores y vida buena.

Lug se sentó en la cama de un sobresalto.

_De que habla usted, es una locura lo que me dice.

_Sabes que no Lug, has presenciado y vivido situaciones que no se entienden en el mundo real, pero si en los designios de Tupa. Tienes la maldición del lobo porque tu sangre la lleva desde el principio de los tiempos.

Lug se bajó de la cama y comenzó a caminar tomándose la cabeza.

_No entiendo, no entiendo nada…

La anciana se incorporó y lo enfrentó.

_Pues solo hay una manera que comprendas y es regresar.

_ ¿Regresar?

_Tenemos muy poco tiempo pues la luna roja ya está en ciclo…debes volver y debes cambiar el destino…

_Me estoy volviendo loco-dijo Lug sentándose en la cama y perdiendo su cabeza entre sus manos._ No comprendo nada…

Ary se aproximó y se sentó a su lado.

_ ¿Estás preparando para comprenderlo entonces?

Lug la miró desconcertado ¿qué significaría aquello?

_Lo estoy…-dijo no tan seguro.

Pues bien recuéstate y solo escucha mi vos, nada te pasará, visualiza bien las imágenes y comprenderás.

Ary comenzó a cantar una vieja canción guaraní con una voz tan dulce y suave que adormeció rápidamente a Lug. Luego su voz contando una historia prendió como miles de luces en el sueño profundo de Lug. Primero parecían imágenes pintadas en un Lienzo que cobraban vida luego fueron adquiriendo formas reales muy visibles.

“Su padre es el Sol y su madre la Luna. El viento lo llevó en su vientre. Su nodriza es la Tierra, la madre de toda perfección.

“La luna será el principio y el final del sol…”

 

Yatay corría con las últimas fuerzas que le quedaban no podía ya más, escuchaba los perro acercarse, sabía que sería e final de ella y su hijo si no lograba llegar al gran río de boca grande. Allí estaba el resplandor de la luna sobre él le indicaba el camino. El niño lloraba de hambre y cansancio tendría un año, pero si ella no lo entregaba al gran río su vida terminaría, ya estaba allí solo unos pasos. Solo debía colocar a su niño en aquella cesta de juncos y enviarlo río abajo Yasi lo protegería. Las voces y los ladridos eran más cercanos. Yatay amamanto rápidamente al niño lo coloco en la cesta y coloco sobre el al amuleto sagrado. Sus lágrimas bañaron la carita él bebe que comenzó a llorar al verse separado de su madre. La corriente era tan rápida que pronto desapareció…

Yatay permaneció de rodillas en la orilla del gran río iluminada por la luz de la luna.

Los hombres llegaron a ella con sus perros y sus armas.

Preguntaron una y mil veces por el niño, pero Yatay nunca contesto. Uno de los hombres iba a golpearla cuando el patrón llegó y lo detuvo de un solo tiro. Todos quedaron sorprendido, pero conocían al “patrón” y a quien se le iba ocurrir dañar a la mujer por la que había enfrentado hasta el mismo demonio.

Yatay se negaba a caminar por lo que hubo que cargarla hasta el palacio. Aquello era realmente un palacio literalmente, se erigía sobre una especie de cerro y lo rodeaban hermosos jardines. Yatay miró al hombre con odio él había mancillado su vida, la había secuestrado de su pueblo, le había quitado su virtud a la fuerza y había parido un hijo que estaría maldito por siempre. Yatay odiaba al Barón del Rosse.

Ella estaba bañada, perfumada y con un camisón de lienzo blanco sobre la cama. El hombre la miró con seriedad y con pasión. Ella fría distante…ni una muestra de sentimiento alguno.




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