Luna de sacrificio

Hogar

"Bueno, esto és..." las cejas del dr. Daniel Jackson se alzaron y agacharon , luego se asentaron en una línea frunciendo el ceño. "... interesante."

Que no era la palabra, reconoció el coronel Jack O'Neill, que él habría elegido. Absurdo habría estado mejor. O, mejor aún, extraño. El SG-1 observó (con variantes grados de repulsión o reverencia) a los cuadros que descansaban enfrente de ellos. Tenemos que seguir moviéndonos, pensó Jack. De otro modo, nos cazaran uno a uno.

"¿Capitán?" preguntó, sin apartar sus ojos del peligro. No se podía ser demasiado cuidadoso en momentos como este.

La capitán Samantha Carter, cuyas tendencias de cerebrito estaba comenzando a apreciar, no hizo gesto de bajar por la línea de servicio. Ella ladeó su rubia cabeza de corto cabello hacia un lado, y observo completamente fascinada. "Podría ser una forma de vida alienígena."

"¿Usted cree? Nada en la Tierra es de ese color por naturaleza... Teal'c, créeme, no toques eso." Teal'c, despistado, estaba asiendo la cuchara para colocar parte de la semi-sólida substancia verde lima (supuestamente parte de un equilibrado desayuno nutritivo) en un bol. Y ponerlo en su bandeja de desayuno. "Mira, se que eres valiente, pero de verdad, no tienes que demostrar nada aquí."

A lo largo de la línea de comida (o, como Jack acababa de empezar a pensar de ella, la línea de escaramuzas) el piloto Collins, de quien era el turno de recibir los insultos y servir alegre la guarnición que había como desayuno, estaba completamente ceñudo. Jack le lanzó una falsa, brillante y delgada sonrisa y se sirvió un poco de harina de avena en su propio bol. La harina de avena era segura. Generalmente.

El SG-1 era, siniestramente, la única presencia humana en el vasto y hostil comedor. De todas formas, eran los únicos que no estaban en puestos de destino. Y en privado, Jack estaba empezando a preguntarse si los jefes ocultos al fondo merecían la clasificación de humanos. Asumió que eran jefes. Era posible que hubiera tecnología alienígena involucrada.

"Esta comida se asemeja al rak'tal de mi mundo," dijo Teal'c. Daniel estaba cogiendo café y huevos. Carter sabiamente se decidió por un yogur herméticamente sellado y algunas fresas que solo parecían vagamente sospechosas y finalmente tuvo la buena idea (reforzada por Jack chocando su bandeja contra la suya en una estrategia de autos de choque) de pasar del peligro de la masa verde brillante.

Lo que fue una suerte, Jack estaba seguro de que había visto algo moviéndose allí dentro.

Teal'c estaba haciendo cola de nuevo. El chicarrón (hombretón, era grande, la sola presencia de él sería suficiente para hacer levantar sus tentáculos y rendirse a muchas formas de vida alienígenas) estaba inclinado ligeramente hacia delante, inspeccionando la fruta mezclada con un ligero fruncimiento de ceño estriando la piel alrededor de la reluciente cosa dorada en su frente. Dirigió un ceño ligeramente más profundo al piloto Collins, quien pareció intimidado. Finalmente Teal'c recogió un bol lleno de cubos de un color nuclear y se movió.

Jack se preguntó si lo de la cabeza afeitada era una moda. A muchos de los otros jaffa que había visto (disparado) no les había favorecido el aspecto de cúpula cromada. Se lo tengo que preguntar alguna vez.

Pero dado el ceño, probablemente no fuera ahora mismo. "Entonces, ¿está bueno el rak'tal?" preguntó a Teal'c.

"No."

"Pero te lo comes igualmente."

"¿Tu no presentas quejas a las raciones de campaña, O'Neill?"

"Mira, admito que algunas veces tengo ansia de una buena CDT..."

Teal'c se quedó en blanco, lo que podía indicar (o no) que no entendía.

"Comidas dispuestas para tragar," le ayudó Daniel, inclinándose sobre Teal'c para coger cubiertos. "Perdonáme. También conocidas como Comidas desaprobadas por todos."

"¿Quien te ha dicho eso?" preguntó Carter, molesta.

"El mayor Kawalsky."

Tan pronto como Daniel lo dijo hubo un segundo de silencio, esa sombra que se desliza como una mancha de aceite sobre el alma de Jack. Charlie Kawalsky había muerto hacía solo cuatro días. El suyo había sido uno más en una interminable serie de servicios conmemorativos a los que Jack había asistido, con el uniforme azul. También había sido el primero en el que se había negado a hacer una elegía. No podía hablar de Kawalsky. No sin recordar como había dado la orden de cerrar el Stargate y rebanar la mitad del cráneo de Kawalsky.




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