Desde las seis de la mañana, Vianet había estado parada frente al vestido que utilizaría en el ritual. Ese vestido había sido confeccionado por su propia madre para que pudiera usarlo la noche de su muerte y debía ser blanco para representar la pureza de su mente, alma y cuerpo. Su mente debía ser pura porque no podía pensar ni aprender ninguna otra cosa que no estuviera relacionada a su magia, su alma debía serlo porque todas sus acciones debían ser justas y correctas hacía su aquelarre, y su cuerpo no podía ser mancillado ni entregado a nadie más que a Serena. Vianet había cumplido con todo eso sin retobar, se había alejado de cualquier otro conocimiento, nunca preguntó y se mantuvo alejada de todos los jóvenes brujos de su pueblo, porque no quería enamorarse y tener que perderse mutuamente, mucho menos quería caer en la tentación carnal que creía que implicaba tener una pareja. Lamentaba nunca haber conocido el amor como el que profesaban sus padres, la forma en la que se miraban el uno al otro y como superaban los problemas juntos era algo con lo que ella había soñado y que anhelaba cada vez que los veía. Lo único que le quedaba era la esperanza de que su hermana viviría todas las cosas hermosas que la vida sencilla y tranquila de su pueblo prometía.
A Vianet le había gustado mucho el vestido blanco y hubiese preferido que Maloria le hiciera uno tan hermoso como ese, en otras circunstancias, como su boda o las festividades de las brujas. Lo admiró tanto que no se había dado cuenta de que observó su vestido durante varios minutos, hasta que escuchó la voz de Geanna, que la llamaba desde la planta baja. Fingió una sonrisa y bajó por las escaleras para reunirse con su hermana menor. La tristeza aumentó cuando llegó a la planta bajo, porque Vianet sabía que esa sería la última vez que vería a su hermana ya que al mediodía sería llevada a la academia para que comenzara sus estudios lo más pronto posible, pero también fue una petición de Vianet, para que no tuviera que ver su cuerpo después del ritual, ya que al día siguiente y al salir el sol se haría un funeral para todas las brujas, en el cual los cuerpos serían colocados en piras y después cremados y sus cenizas y huesos regados por el bosque de los mil rostros, como lo dictaba la tradición funeraria de Vostarus.
Maloria y Rubert no estaban ahí como cada mañana y esa ausencia llamó su atención.
—¿En dónde están mamá y papá? — preguntó mientras se sentaba en el sillón.
—Fueron a la mansión del consejo— respondió desde la cocina—. Tenían que entregar…
Geanna se interrumpió a sí misma y un silencio se apoderó del aura. La casa de la familia Crow nunca había sido silenciosa, siempre se escuchaban risas y conversaciones amenas, pero en los últimos días el silencio se había convertido en un visitante recurrente e indeseado. A Vianet no le gustaba la idea de que en su casa no hubiera sonidos que revelaran que eran miembros de una familia feliz y repleta de mucho amor. Se levantó para caminar hacia ella, sonrió y colocó su mano sobre el hombro de su hermana.
—Está bien—dijo Vianet—. No te limites, sabíamos que este día llegaría.
—Lo dices como si no doliera—dijo Geanna con la voz quebrada.
Vianet negó con la cabeza y abrazó a Geanna.
—No, no me refiero a eso. Sé que es difícil, pero nos preparamos para este día durante muchos años, todos nosotros lo hicimos. Nuestra familia fue elegida para llevar a cabo este gran honor y debemos estar agradecidas por todas estas bendiciones. Hay cientos de brujas blancas en Vostarus y aun así nosotras fuimos elegidas y han sido muchas las bondades del consejo, no debemos llorar o quejarnos por lo que vendrá, solo agradecer.
Concluyeron con el abrazo y en ese momento Vianet se dio cuenta de las lágrimas que recorrían el palidecido rostro de su hermana menor.
—Estaremos bien, te lo prometo—dijo Vianet—. Y además irás a Barakar, serás de las primeras brujas de Varister en ir a la gran academia de brujería. Todas las niñas querrán seguir tus pasos, estudiarán y se esforzarán para ser como tú, estoy segura de que serás la mejor bruja blanca de nuestros tiempos.
Geanna sonrió, creía en las palabras de su hermana mayor, a quien siempre había admirado y en quien confiaba.
—¿En serio crees que seré una buena estudiante? — preguntó aun con la voz entrecortada.
—Serás la mejor, no tengo ninguna duda.
Ambas volvieron a abrazarse y segundos después oyeron el rechinar de la puerta que se abría desde el exterior. Sus padres habían llegado.
—Hola niñas— saludó Rubert.
—Hola papá — dijo Geanna dándole la espalda a su padre porque no quería que viera sus lágrimas.
Pero Rubert no necesitaba verla, sabía que había estado llorando desde que despertó esa mañana, porque las paredes de la casa eran tan delgadas que era fácil escuchar lo que pasaba en la habitación de junto. Tanto él como Maloria escucharon como Geanna salió de su habitación en la madrugada para ir a la sala y recostarse en el sillón mientras lloraba. Pero los dos decidieron no interrumpirla y dejar que externara su triste emoción. Rubert no iba a interrogar a Geanna sobre las lágrimas que aún se deslizaban por sus mejillas, solo se quitó su abrigo y sombrero y los dejó en el perchero.
—¿En dónde está mamá? —preguntó Vianet.
—Ella está hablando con Mirna, la encontramos justo antes de llegar.