Cuando dejó de correr ya había amanecido y ya no había ni un solo rastro de la luna de sangre en el cielo, el sol se asomaba ligeramente a través de las hojas de los árboles, pero no era suficiente para que ella tuviera claridad. Se detuvo y se sentó en el tronco de un árbol caído, y hasta ese momento hizo consciencia de lo que había hecho. Miró las plantas de sus pies descalzos, cubiertas por sangre y tierra, pasó una mano por el pie y sintió mucho dolor. Empezó a llorar, no por el dolor en sus pies o por la distancia corrida sino por lo que sucedió durante el ritual. Pensó en su familia y en lo mucho que seguro sufrían en ese momento y, sobre todo pensó en lo que debía estar sucediendo con las brujas del consejo; no tenía idea de nada, pero ella aseguraba que una prolongada discusión se suscitaba entre las paredes de la casa del aquelarre, no solo entre las diez brujas, porque creía que sus padres también estarían ahí, siendo interrogados. Trató de imaginar en como estaría Serena y cerró los ojos lamentándose por todo.
Si volvía y pedía disculpas, tal vez podría continuar con el ritual en la próxima luna de sangre, que sería seis meses después de esa. Pero aun si pudiera hacerlo no quería volver y entregarse a una muerte segura porque seguía estando aterrada por el limbo de las brujas y eso era algo que nunca iba a cambiar, por más que lo deseara.
Se cubrió el rostro con ambas manos y gritó.
—¿Qué he hecho? — preguntó en una exclamación y sin esperar recibir una respuesta.
Solo quería desahogarse, pero no había nadie que le brindara consuelo. Comenzó a gritar mientras se jalaba el cabello o golpeaba el tronco con las palmas de las manos. Gritó más fuerte hasta que ya no pudo emitir ningún otro sonido. Poco a poco consiguió relajarse y cuando lo hizo, escuchó una risa y seguido una voz.
—Pobre niña, tan triste y en desgracia.
Vianet miró hacia el lugar del que escuchó la voz. En un árbol había un rostro alargado, dos agujeros en lugar de ojos y una larga sonrisa, los rasgos no estaban bien definidos sobre el tronco, pero en definitiva se trataba de un rostro. Ella sabía que se había introducido en el bosque de los mil rostros y que había ido más allá de lo permitido por la seguridad no solo de su pueblo, sino de todos los reinos de Ragdarag. El bosque era conocido por ser mentiroso y por burlarse de aquellos perdidos en todos los aspectos de su vida. Vianet se puso de pie con la intención de alejarse del árbol, pero no pudo avanzar mucho porque en el momento en el que sus pies tocaron la tierra sintió ardor y dolor. Y se quejó tanto que se dejó caer al piso.
—Tengo que salir de aquí—dijo en voz baja.
—¿Por qué llegaste hasta aquí?
Vianet miró al árbol, la voz que emitía era rasposa y difícil de identificar como masculina o femenina. Era un espíritu del bosque y ellos no tenían un género, solo existían y vivían cada día.
—Si me dices, tal vez pueda ayudarte.
Ella sabía que los espíritus se divertían con trucos, no se podía confiar en ellos y aun así parecía ser la única opción para salir de ahí.
—¿Qué podrías hacer para ayudarme? Tú no entiendes por lo que estoy pasando.
—Si entras a través de mi corteza, te llevaré a tu destino donde estarás a salvo. Solo puedo llevarte, pero lo que pase del otro lado no será mi responsabilidad. Lo único que haré es sacarte del bosque.
Vianet negó con la cabeza mientras se levantaba.
—Hui porque iban a matarme, una bruja de mi aquelarre iba a hacerlo. Era parte de un ritual, pero yo no quiero morir, así que no puedo volver a mi casa ahora, no sin un plan y no puedo confiar en la palabra de un espíritu del bosque.
—¿Una bruja matando a otra? Sabes lo que eso le haría a tu alma.
—¡No lo sabía! y fui una tonta por no saberlo, yo estaba dispuesta a dar mi vida, pero yo no tenía idea de lo que le pasaría a mi alma. Nos ocultaron información por años y lo descubrí hace poco, unos días antes del ritual me enteré de la verdad, así que me fui antes de que me mataran.
El árbol rio grotescamente, cuando lo hizo varios insectos salieron de entre las ramas y de los agujeros del tronco con apariencia putrefacta.
—Podrías salvarte si entras en mi corteza.
Vianet retrocedió un poco.
—Eres una criatura del bosque de los mil rostros y eso significa que no eres confiable. Querrás algo a cambio…algo que yo jamás podría darte y no hay forma de que yo pueda pagarte por ayudarme.
—Como te dije, yo solo te ofrezco ir a un lugar donde estés a salvo. Lo que hagas después, solo dependerá de ti y yo no seré responsable por lo que te suceda.
Vianet miró por encima del hombro, luego miró hacia adelante dándose cuenta de que realmente estaba perdida, no lograría volver a Varister por su cuenta y tampoco conseguiría ir a cualquier otro lugar. Si atravesaba la corteza podría ser trasladada a un lugar peor que el bosque, sus opciones eran limitadas, pero no tenía nada más que hacer. Se acercó más al árbol y colocó una mano sobre el tronco.
—¿Por qué me adviertes sobre las posibles consecuencias de mis actos?
—Como espíritu estoy atado al dios Aldrean, pero como habitante del bosque, mi conexión es con Deria, la señora de la naturaleza, y nada es más natural que la vida misma, que los errores y decisiones de todos los que aquí habitan; cada vez que un ser vivo comete un error, yo me hago más fuerte al igual que los demás árboles. Si cruzas esta corteza, encontrarás tu destino, pero todo lo que suceda dependerá de ti. ¿Aceptas mi propuesta? Es un trato justo considerando que salvaré tu vida, has estado corriendo toda la noche, pero ellos también.