Cuando despertó, permaneció recostada en la cama por varios minutos, mirando el techo y asimilando que había pasado la noche en la casa del representante del mismísimo dios Bared, aquel que vivía en el Inframundo a lado de su esposa, la diosa Vera, sus hijos demonios e hijas brujas. El puesto de representante y sumo sacerdote era muy importante y se sabía que no cualquiera podía tener una audiencia con él, y ahí estaba ella, en una habitación de la mansión de uno de los hombres más importantes de los cinco reinos.
Vianet se puso de pie, caminó hacia el tocador y se miró al espejo, sus ojos ya no estaban hinchados por el llanto y el cansancio, y su cabello tenía una mejor apariencia a pesar de que no lo había cepillado en días. Colocó una mano en el espejo y permaneció mirándose por varios segundos, hasta que alguien tocó la puerta y la sacó de sus pensamientos.
Se apresuró a abrirla y descubrió que Faredi y Jensen la esperaban del otro lado, ambas con una sonrisa y vistiendo ropa distinta a la propia de las devoradoras.
—Buenos días—dijo Faredi—. Espero que hayas logrado descansar.
Jensen entró a la habitación y Faredi detrás de ella y una vez que las dos estuvieron dentro, Vianet cerró la puerta.
—Te trajimos ropa—dijo Jensen—. Creo que es de tu talla.
Le entregó la bolsa de tela, Vianet la abrió y vio que solo eran vestidos negros, frunció el ceño al verlos y después les agradeció, aun así, el gesto no había pasado desapercibido por Faredi.
—Merey es de tu estatura y complexión—dijo—. Pero ella solo usa ese color cuando no tiene necesidad de las vestiduras. En esta caja hay zapatos.
Vianet sacó uno de los vestidos y lo sostuvo frente a ella para ver los detalles, tenía las mangas largas y encaje blanco en el cuello, en el puño y en el dobladillo. Luego lo dejó sobre la cama.
—Creo que no le agrado mucho.
—No es personal—dijo Jensen—. No le agradan las brujas en general.
Vianet rio sin ganas porque eso no logró que se sintiera mejor.
—En su pasado, Merey estuvo involucrada con una bruja de una comunidad al sur de Vostarus—explicó Faredi—. Pero murió y…
—Faredi— la interrumpió Jensen, luego carraspeó y decidió tomar el control de la conversación—. Como muy pocos saben, nosotros morimos por diferentes causas, pero fuimos regresados con la bendición de ser la escolta del sumo sacerdote. Somos personas renovadas, con poca relación al pasado que vivimos, quienes fuimos antes de morir ya no importa para nosotros.
—¿No olvidaron su vida?
—No—respondió—. A pesar de los años transcurridos recordamos perfectamente quienes fuimos antes de servir a Twyler Hunt, pero preferimos no hablar sobre eso. Por lo menos nosotras no lo hacemos.
—¿Y los otros? ¿Los hombres?
—Heat es nuestro líder, y fue el líder de los devoradores incluso antes de nuestro grupo, fue compañero del primer sumo sacerdote y ha estado al servicio de Bared desde entonces—dijo Faredi con orgullo—. Por lo mismo no sabemos nada sobre él, excepto que era un vampiro con un linaje impresionante.
—Andrey, Eder y Tate se unieron la misma noche que nosotras cuatro—continuó Jensen—. Los siete somos hermanos de muerte y resurrección, pues fallecimos la misma noche y Bared nos eligió junto con el tercer sumo sacerdote y Heat para servir al nuevo. Aprendimos la naturaleza de nuestros poderes, presenciamos la ceremonia de Twyler Hunt y desde entonces hemos estado a su lado y lo estaremos hasta el final de su representación.
Vianet sonrió.
—Creí que no podían hablar mucho sobre eso.
Faredi y Jensen intercambiaron miradas y también sonrieron.
—Nunca le preguntes a los demás sobre sus muertes y cómo fue que terminaron aquí—dijo Jensen—. A ninguno le gusta hablar de eso, aunque esté ciento veinticuatro años en el pasado. No estamos aquí porque se nos haya otorgado una segunda oportunidad de vivir, sino que volvimos con la única misión de proteger y servir al sumo sacerdote y a quien él nos ordene, lo que significa que ahora te protegeremos a ti, si esa es la voluntad de nuestro señor.
—Gracias por decírmelo, no me hubiese gustado preguntar o decir algo inapropiado.
—Por nada—dijo Faredi—. Ahora tienes que prepararte, Twyler te verá en el comedor para que lo acompañes en el desayuno en treinta minutos.
Vianet asintió y seguido las dos devoradoras salieron de la habitación y una vez que se quedó sola fue al baño para lavar su rostro y cuerpo. Permaneció dentro de la tina por unos minutos y se dio cuenta que el agua tenía propiedades características de las brujas sanadoras, por eso su rostro y cabello habían mejorado después del primer baño que tomó. Con toda la presión y el cansancio de la noche anterior no lo había notado.
Se puso la ropa de Merey, al igual que los zapatos. En muy pocas ocasiones había utilizado un conjunto completamente negro, el cual no le desagradaba, pero no era un color que ella frecuentara.
Cuando estuvo lista, salió de la recámara y trató de recordar el camino recorrido para llegar ahí.
Avanzó con sigilo y se detuvo a mitad del pasillo para ver los retratos de los antiguos sumos sacerdotes. Ellos no eran familiares y aun así todos tenían algo que hacía que se vieran muy parecidos, como si fueran hermanos separados por el tiempo. No era la apariencia física, sino algo oculto en sus ojos; al mirarlos, Vianet sentía que podía ver sus almas y presenciar cada una de las cosas que hicieron durante sus representaciones, a pesar de no haber vivido en esos años. La profundidad, misterio y al mismo tiempo bondad de sus ojos hicieron que Vianet sonriera y tuviera deseos de acercarse más a ellos y por ese impulso estiró su mano hacia el marco de la pintura de Twyler Hunt.