Kira pasó la noche sin dormir.
Las palabras de Kael resonaban en su cabeza una y otra vez. “Mi luna.”
Cada vez que lo recordaba, una corriente de energía le recorría la piel.
Era absurdo.
No creía en cuentos de lobos, ni en almas destinadas, ni en vínculos eternos…
Y sin embargo, algo dentro de ella sabía que lo que había sentido en aquella mirada no era humano.
Cuando bajó a desayunar, Angelina la esperaba en la cocina, nerviosa.
—Kira, tienes que escucharme —dijo su hermana—. Kael no quiso asustarte.
—¿Asustarme? —repitió ella, dejando la taza sobre la mesa—. Me gritó “mía” delante de todo el mundo, Angie. ¿Qué querías que pensara?
Angelina suspiró, buscando las palabras.
—No es como los demás. Lleva siglos buscando a su compañera.
—¿Y justo tenía que ser yo? —respondió Kira con ironía.
—No lo elige, Kira. El vínculo… ocurre.
Kira se levantó, incapaz de quedarse quieta. Caminaba por la cocina, furiosa, confundida.
—Yo no pedí esto. Solo vine a cantar en tu boda.
—Y vas a hacerlo. Pero entiende una cosa: Kael no va a rendirse. Cuando un alfa encuentra a su luna, no la deja escapar.
Kira apretó los puños.
—Pues tendrá que aprender. Porque yo no pienso ser de nadie.
En ese momento, Kael apareció en el umbral de la puerta.
No dijo nada, solo la miró.
Y en esos segundos, el aire volvió a cargarse, pesado, eléctrico.
—No quiero hablar contigo —dijo Kira, girándose hacia la ventana.
—No te culpo —respondió él con calma—. Pero necesito que escuches lo que eres.
—Sé perfectamente quién soy.
—No. Solo crees saberlo —dijo, acercándose un paso—. Pero lo que sentiste ayer no fue miedo. Fue reconocimiento.
Kira se volvió hacia él, furiosa.
—No sabes nada de mí.
—Lo sé todo —contestó Kael con voz grave—. Puedo sentir tu pulso, tu rabia… tu miedo.
—¡Basta! —gritó ella.
El silencio cayó de nuevo, pesado.
Kael la observó un instante más, con esa mirada intensa que parecía traspasarle el alma.
—No estoy aquí para obligarte, Kira. Pero no puedo negar lo que somos.
Dicho eso, se dio la vuelta y salió, dejando tras de sí el aroma a bosque y tormenta que siempre lo acompañaba.
Kira se quedó temblando.
Entre la furia y algo más… algo que la asustaba mucho más que él: la necesidad de volver a verlo.