Luna de sangre.

CAPÍTULO 9 — LO QUE ARDE POR DENTRO

Kira caminó sin rumbo, con el corazón desbocado.
El bosque la recibió en silencio, solo el crujir de las hojas acompañaba su rabia.
No sabía si quería llorar o gritar, pero sí sabía una cosa: no podía soportar verlo con otra.

“¿Quién se cree?”, pensaba mientras apretaba los puños.
Cada recuerdo, cada mirada entre ellos, cada palabra cargada de esa energía imposible, le ardía bajo la piel.

Cuando oyó pasos detrás de ella, ya sabía quién era.
—No estoy de humor para hablar —dijo sin volverse.
—No me importa —respondió Kael, con la voz grave.

Se giró, furiosa.
—¿Vienes a presumir de tu acompañante? ¿O a recordarme que soy tu luna y debo agachar la cabeza?

Kael la miró en silencio. La lluvia empezaba a caer, fina, helada, pero él no se movía.
—No fue lo que crees.
—¿Ah, no? —replicó ella, dando un paso al frente—. Vi cómo la mirabas. Cómo la dejaste tocarte.

—Solo la traje para mantener la calma en la manada —respondió Kael, con paciencia forzada.
—¿Y besarla también era parte del plan?

Su voz se quebró al final, y Kael sintió la punzada de su dolor como si fuera el suyo.
Dio un paso hacia ella, pero Kira retrocedió.
—No te acerques.

—Kira… —su voz era un susurro.
—¡No digas mi nombre! —gritó—. No lo digas como si te perteneciera.

El silencio cayó entre ambos.
El sonido de la lluvia fue lo único que llenó el vacío.

Kael apretó la mandíbula.
—No lo entiendes. Esa mujer no significa nada.
—Entonces, ¿por qué duele tanto verte con ella? —preguntó Kira, con lágrimas en los ojos.

Kael dio otro paso, más cerca, con el rostro tenso.
—Porque el vínculo te une a mí, aunque no quieras admitirlo.
—¡No! —gritó ella—. No es el vínculo, soy yo. Soy yo la que siente, la que se confunde, la que te odia por hacerme esto.

Él la observó, con los ojos dorados ardiendo bajo la lluvia.
—Entonces mírame —dijo—. Mírame y dime que no me sientes.

Kira lo hizo.
Y lo que vio la dejó sin aliento: la vulnerabilidad tras la fuerza, la soledad de un hombre que había esperado siglos por algo que tal vez no debía existir.

Su respiración se aceleró.
El aire entre ellos vibraba.
Kael dio un paso más, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.

—No puedes luchar contra lo que somos —murmuró.
—Tal vez no —susurró Kira, con la voz temblorosa—, pero tampoco pienso rendirme tan fácil.

Kael la miró con algo que era mitad furia, mitad deseo contenido.
—Entonces pelea, Luna. Pero recuerda quién soy.

Kira dio un paso atrás, temblando.
—Lo recuerdo perfectamente. Eres el hombre que me está volviendo loca.

Y antes de que él pudiera responder, se dio la vuelta y corrió de regreso a la casa, dejando a Kael bajo la lluvia, con el alma hecha un incendio.




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