La lluvia llegó con fuerza esa noche, golpeando los techos del pueblo como si quisiera arrancar los secretos de sus paredes.
Callun regresó con ella.
Lo vi desde la ventana de la habitación de la posada.
Estaba de pie bajo el aguacero, su silueta recortada contra la oscuridad. No llevaba abrigo, y aun así parecía inmune al frío. Cuando alzó la vista, su mirada se encontró con la mía, y el mundo se volvió silencioso.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que tocara la puerta.
—¿Puedo pasar? —su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de un peso antiguo.
Asentí, aunque mi cuerpo temblaba.
Callun entró despacio. Traía consigo el olor del bosque mojado, ese aroma metálico y terroso que siempre precede a la tormenta.
—Mara dice que has estado con él —dijo. No preguntó. Afirmó.
—Lo encontré herido.
—Deberías mantenerte lejos de Arlo. No es quien crees.
Sus palabras me cortaron más de lo que esperaba.
—Tú tampoco lo eres —repliqué.
Callun me miró entonces, con una intensidad que me hizo olvidar el aire. Sus ojos eran del color del humo.
—¿Qué crees saber de mí, Elena?
Quise hablar, pero su presencia me desbordaba. Era diferente de Arlo: donde él era tormenta contenida, Callun era fuego puro.
Dio un paso hacia mí. Su proximidad me hizo temblar.
—Te pareces a ella —dijo, casi con tristeza.
—¿A quién?
—A la mujer por la que Arlo destruyó todo.
Mis labios se entreabrieron, pero no salió sonido alguno.
Callun sonrió con amargura.
—Te mira como si fueras su redención. No sabe que tú serás su ruina.
No supe qué responder. Él se acercó un poco más, y el silencio se volvió insoportable. Pude sentir su respiración en mi cuello.
—¿Qué eres tú, Callun? —pregunté al fin.
—Lo mismo que él. Pero yo aprendí a no sentir culpa.
Entonces, sus ojos brillaron en la penumbra: un destello ámbar, salvaje.
Y por un instante, lo vi: no el hombre, sino la bestia que se ocultaba tras su piel.
Me aparté bruscamente.
—Sal de aquí.
Callun rió, un sonido bajo, oscuro.
—No puedes pedirme eso. No cuando la sangre que te llama también corre por mí.
La puerta se abrió de golpe. Arlo estaba allí, empapado, los ojos encendidos de furia.
—¡Aléjate de ella!
Callun lo miró con calma.
—Tarde o temprano, hermano, tendrá que elegir.
Y se fue, dejando el aire lleno de olor a lluvia y amenaza.
Arlo me tomó por los hombros.
—No vuelvas a quedarte sola con él. Nunca.
—¿Por qué?
—Porque lo que Callun desea… no es solo tu alma.
Su voz se quebró. En sus ojos, vi miedo por primera vez.
Y supe que mi vida, desde esa noche, ya no me pertenecía.
#5024 en Novela romántica
#1346 en Fantasía
#754 en Personajes sobrenaturales
hombres lobo, amor desilusion encuentros inesperados, bosque drama ficcion
Editado: 04.11.2025