Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 11 – La marca

El sueño fue tan real que desperté gritando.
El aire de la habitación estaba helado, y el viento golpeaba las ventanas como si quisiera arrancarlas. Me llevé la mano al cuello, buscando el calor de algo que ya no estaba: los brazos de Arlo, su voz diciéndome mi nombre entre susurros. Pero solo encontré silencio.
Silencio y un ardor insoportable.

Encendí la lámpara. La luz tembló sobre mi piel y entonces lo vi.
Una marca.
Oscura, perfecta, brillante bajo la superficie. Una media luna dibujada justo debajo de mi clavícula, como si me la hubiesen grabado desde adentro.
La toqué con miedo. Ardía.

El golpe en la puerta me hizo sobresaltar.
Callun entró sin esperar permiso. Llevaba el torso desnudo, el cabello húmedo, los ojos ardiendo con esa mezcla de peligro y deseo que me confundía.
—Te escuché gritar —dijo con voz baja—. ¿Qué pasa?

No supe responder. Solo aparté la tela de mi blusa y le mostré la marca.
Su rostro cambió al instante. La seguridad desapareció, y por primera vez desde que lo conocía, vi verdadero miedo.
—¿Qué… qué te hizo? —preguntó.
—Nadie. Desperté así.

Callun se acercó despacio, como si temiera romperme.
Sus dedos rozaron mi piel, y el contacto fue como un latido compartido. Un calor recorrió mi cuerpo, y durante un segundo creí ver en sus ojos el reflejo de otra persona, otro tiempo.
—Eso no es posible —susurró—. Esa marca es el sello de un vínculo… y tú no deberías tenerlo.
—¿Un vínculo con quién?

Callun guardó silencio. Se alejó, furioso, como un animal enjaulado.
—Él te encontró.
—¿Arlo?
Asintió con un gesto apenas visible.
—No sé cómo lo hizo, pero te marcó. Te reclamó. Y eso significa que ahora está dentro de ti. En tu mente, en tu sangre, en tus sueños.

Me quedé muda. No podía entenderlo.
—¿Por qué haría algo así?
Callun clavó su mirada en la mía, intensa, dolida.
—Porque lo prometiste. En otra vida.

Mi corazón latía tan fuerte que dolía.
—¿De qué estás hablando?
—De Lysandra. La mujer que fuiste. La que condenó a toda nuestra manada cuando eligió el amor en lugar de la luna.

Me reí sin querer, incrédula, pero su mirada me detuvo.
—Tú eres su renacimiento, Elena. —Su voz era apenas un suspiro—. Arlo lo supo antes que yo. Por eso te encontró primero.

Las lágrimas me nublaron la vista. Todo giraba.
Callun se acercó, tan despacio que el aire se detuvo entre nosotros.
—No sabes lo que va a pasar —dijo, apoyando su frente en la mía—. Pero cuando lo recuerdes… ya no podrás escapar de él.

Supe entonces que nada volvería a ser igual.
Porque aunque no lo entendía, mi cuerpo ya lo sabía:
la marca no era una maldición.
Era un llamado.
Y ya había empezado a responderlo.




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