Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 17 – La sangre del origen

El santuario olía a humedad y a muerte.
Callun encendió una antorcha improvisada con una rama y su mechero, y la luz temblorosa reveló lo que el polvo había intentado ocultar durante años: símbolos grabados en las paredes, rostros tallados en piedra, ojos vacíos que parecían observarnos.

—Esto es anterior a Viggo —susurró—. Mucho anterior.

Me acerqué a una inscripción, tallada torpemente en una lengua que no conocía, pero algo dentro de mí sí la entendía.
“Los hijos de la luna se dividieron. Uno amó, el otro traicionó. La sangre reclamará su deuda.”

Mi garganta se secó.
—Esto habla de ustedes… de los linajes.
Callun asintió con un gesto tenso.
—Mi familia guardaba este lugar. El tuyo… lo destruyó.

Sus palabras me golpearon más fuerte que cualquier puñalada.
—¿Qué estás diciendo?
—Tu sangre es la de los Caídos. Aquellos que rompieron el pacto. —Su mirada se oscureció—. Por eso la marca te eligió, Elena. No fue por amor. Fue por deuda.

Retrocedí, negando.
—No. Arlo… él me amó antes de todo esto.
Callun bajó la antorcha, y el fuego iluminó sus facciones: cansadas, casi humanas.
—Tal vez sí te amó. Pero la luna no distingue amor de culpa.

Un rugido resonó en lo profundo del santuario.
La tierra vibró bajo nuestros pies.
Callun me tomó del brazo y me empujó detrás de él.
Del fondo de la caverna surgió una sombra, alta, retorcida, con ojos blancos como leche.
No era un hombre lobo. Era algo más antiguo, más roto.
Una amalgama de carne y espíritu, vestigio de las primeras maldiciones.

—¡No lo mires! —gritó Callun, transformándose a medias, su piel desgarrándose para dar paso al pelaje oscuro.
Pero lo miré.
Y en esa mirada, comprendí que el rostro que se escondía bajo la bestia… era el de Arlo.

—No puede ser… —murmuré, avanzando.
Callun me sujetó con fuerza.
—No es él, Elena. Es lo que queda cuando el alma se entrega a la luna.

La criatura rugió, y el sonido me partió el alma.
Por un instante, creí escuchar mi nombre entre los gritos.
Me zafé de Callun y avancé hacia la bestia.
El vínculo ardió, iluminando mi piel como si estuviera hecha de fuego líquido.
—Arlo, mírame —susurré.

La criatura vaciló.
Sus garras se detuvieron a centímetros de mi rostro.
Por un momento, en sus ojos blancos, vi el reflejo de aquel hombre que me había amado bajo la lluvia.
Y entonces desapareció, disolviéndose en humo y ceniza.

Callun cayó de rodillas, jadeando.
—Lo has despertado por completo.
—No —dije, sintiendo cómo la marca brillaba más fuerte—. Lo he liberado.

El fuego de la antorcha parpadeó, proyectando sombras que danzaban a nuestro alrededor.
Y entre ellas, juraría que oí una respiración que no era la nuestra.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.