Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 20 – Bajo la piel del invierno

Desperté en medio del bosque, desnuda, envuelta en la neblina que descendía desde las montañas.
No recordaba cómo había llegado allí.
Solo recordaba su beso.
El frío que me había traspasado, la sensación de vacío absoluto… y su voz, repitiendo mi nombre como una plegaria rota.

Me incorporé lentamente.
El aire olía a lluvia y sangre seca.
La marca en mi brazo ya no era roja: brillaba con un tono plateado que se movía como agua viva bajo la piel.
Intenté tocarla, pero un dolor agudo me hizo retroceder.
El eco de su energía aún estaba dentro de mí.

—Arlo… —susurré.

El viento respondió.
“Aquí.”

Cerré los ojos y lo sentí.
No como antes, no como carne y hueso, sino como una sombra que respiraba en mi mente, arrastrando mis pensamientos hacia la oscuridad.
Cada vez que inhalaba, algo dentro de mí cambiaba.
Mi pulso se desacompasaba, mi visión se nublaba.
Y en los reflejos del agua vi mis ojos… teñidos de un gris metálico.

—No… —murmuré, retrocediendo.
Pero el vínculo ya estaba sellado.
Arlo no había vuelto solo: había traído consigo la maldición de la luna.

Oí pasos.
Callun emergió del bosque, herido, con el rostro cubierto de barro y sangre.
Sus ojos, antes dorados, ahora tenían un brillo apagado, como si el ritual lo hubiera drenado.
—Te advertí —dijo con voz ronca.
—Él está vivo, Callun. Lo traje de vuelta.
—No, Elena. Lo trajiste contigo. Eso que camina en tu mente no es Arlo… es lo que la luna conserva cuando se roba un alma.

Me acerqué a él, temblando.
—Puedo controlarlo.
—¿Controlarlo? —rió amargamente—. Mira tu piel, tus ojos… Él ya está dentro de ti.

Callun dio un paso más cerca.
Su presencia me alteraba. Siempre lo había hecho.
Era el contraste perfecto: su calor humano frente a la helada eternidad de Arlo.
Pero esta vez, su proximidad despertó algo distinto.
Un hambre.
Un impulso ajeno.

Mi respiración se aceleró.
Podía escuchar el latido de su corazón como si fuera mío.
Y por un instante, lo deseé. No a Callun… sino a su vida.
Su calor. Su pulso.

Retrocedí, horrorizada.
—¿Qué me está pasando?
Callun bajó la mirada.
—El vínculo te está transformando. Si no lo rompes, te convertirás en lo mismo que él.
—Entonces ayúdame.

Sus ojos se levantaron hacia los míos.
Había ternura, miedo… y algo más.
—Romperlo significará destruirlo por completo. Arlo. El vínculo. Todo.
—Lo haré —mentí.

Porque en lo más profundo, sabía que no podría matarlo.
Ni siquiera ahora, cuando su sombra me robaba el alma.

Una luna pálida comenzó a asomarse entre las nubes, y su luz cayó sobre mí.
La marca brilló.
Y una voz, suave como un suspiro, me habló desde dentro:

“No lo escuches. Somos uno ahora.”




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