Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 26 – El primero

El silencio después del rugido fue peor que el ruido.
Ni los pájaros se atrevían a cantar.
El bosque había quedado suspendido en un instante eterno, como si el tiempo temiera avanzar.

Callun aún estaba de rodillas, con la cabeza gacha, temblando.
La marca en su pecho ardía con una luz dorada que no pertenecía a este mundo.
Yo retrocedí un paso, temiendo tocarlo, temiendo perderlo.

—¿Quién es? —pregunté.
Él levantó la mirada lentamente.
Sus ojos ya no eran los suyos.
Había en ellos una profundidad ancestral, algo que recordaba el amanecer del mundo.

—El primero —susurró—. El origen de todo lo que somos.

El viento sopló con una fuerza que casi me derriba.
Las hojas giraron a nuestro alrededor como si formaran un remolino de memorias.
Y entonces lo vi.

No con los ojos, sino dentro de la mente.
Un campo cubierto de huesos.
Una luna enorme, tan roja que parecía sangrar.
Y un hombre… o lo que alguna vez fue uno.
Desnudo, cubierto de marcas, con colmillos que no pertenecían a ninguna criatura viva.

Su voz no usaba palabras.
Era un sonido antiguo, un idioma que el alma entendía.

“Mi sangre no se extingue… solo duerme.”

Sentí su poder arrastrarme hacia abajo, como si el suelo quisiera tragarnos.
Callun gritó algo, pero su voz se perdió entre los ecos.
Las raíces del bosque se alzaron como serpientes, enrollándose alrededor de su cuerpo.
Yo intenté liberarlo, pero mis dedos atravesaron las sombras sin efecto.

“Tú eres el puente, Elena.”

La voz resonó dentro de mí, suave, infinita.
“Tu amor lo despertó. Tu sangre lo trajo de vuelta.”

Caí de rodillas, jadeando.
El bosque entero parecía respirar.
Cada árbol, cada hoja, cada gota de humedad tenía un pulso que respondía al mío.

—No puede ser —murmuré—. No soy nadie.
“Eres la última descendiente.”

Las palabras me atravesaron como una daga.
Mi mente se llenó de imágenes: mujeres corriendo bajo la luna, hombres transformándose en bestias, rituales prohibidos, sacrificios sellados con besos y sangre.
Mi linaje.
El principio y el fin del pacto con la luna.

Cuando abrí los ojos, Callun me observaba con una mezcla de amor y miedo.
—Ahora lo sabes —dijo—. Tú no fuiste elegida por azar. Eres la llave.

Las raíces lo soltaron, y él cayó a mis pies, exhausto.
El resplandor dorado desapareció, dejando su piel fría y pálida.
Me incliné sobre él, acariciando su rostro.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunté.
—Elegir —susurró—. Entre nosotros… o el mundo.

La luna, oculta hasta entonces, emergió de las nubes.
No era roja.
Era negra.

Y bajo su luz imposible, el bosque pronunció mi nombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.