Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 29 – El rugido del primero

El bosque se estremeció cuando Callun cayó de rodillas.
El suelo temblaba como si algo bajo la tierra intentara liberarse.
Los lobos antiguos formaron un círculo, murmurando en una lengua que parecía hecha de viento y fuego.

—¡Deténganse! —grité—. ¡Él no quiere hacerles daño!

Pero ellos no escuchaban.
Sus cuerpos comenzaron a brillar, y de sus pechos emergieron haces de luz que se unieron sobre el claro, formando una figura imposible: una bestia sin rostro, hecha de sombras y luna rota.

El Primero.

El nombre resonó dentro de mí, no en mis oídos, sino en mi sangre.
Callun alzó la vista. Su mirada se cruzó con la mía, y vi que ya no era completamente él.
Su piel se estremecía, su respiración era fuego.
—No lo dejes entrar —susurró—. Si lo haces, no habrá mundo que salvar.

Intenté acercarme, pero una ráfaga me arrojó contra un árbol.
El impacto me dejó sin aire.
El cielo se abrió en una grieta luminosa, y de ella descendió la esencia del Primero, flotando sobre nosotros, con forma cambiante y voz de mil ecos.

—Tu amor lo trajo de vuelta —dijo aquella cosa—. La sangre de la luna se mezcló con la humana, y el equilibrio se rompió.

—¡Yo no sabía! —grité, temblando.
—Siempre lo saben. Y siempre olvidan.

Callun rugió y se lanzó contra la sombra.
Su cuerpo se expandió, su piel desgarrándose para dar paso a su forma completa.
No el lobo que conocía.
No el guardián que amaba.
Sino una criatura nacida de dolor antiguo, con colmillos que brillaban como acero y ojos llenos de furia y amor.

La batalla fue más que física.
Cada golpe resonaba dentro de mí como un latido compartido.
El aire se quebraba con la energía de los dos, y las raíces de los árboles se levantaban como serpientes, atrapando, cortando, rugiendo.

—¡Callun! —lo llamé— ¡Escúchame! ¡No eres él!

Pero su rugido me respondió, mezclado con el grito del Primero.
Y entonces lo vi: un destello dorado, igual al de mis sueños.
El mismo que había marcado mi piel.
El símbolo se encendió, y la sombra se volvió hacia mí.

—Ella es el final.

El resplandor me envolvió.
Todo ardía, y en medio del dolor, una voz —su voz— me susurró desde algún lugar entre los mundos:
—Si mueres tú, muero yo. Si vives tú, todo termina.

Y comprendí el horror del destino.
No había elección justa.
Solo dos finales, y ambos teñidos de tragedia.

Me levanté tambaleante, la sangre corriendo por mis brazos.
—Entonces… haré que el mundo elija por mí.

El viento se detuvo.
El tiempo se quebró.
Y el rugido del Primero se mezcló con mi propio grito, en una sola nota que partió el cielo.




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