Despertar no fue como abrir los ojos.
Fue como si alguien me hubiera arrojado desde un acantilado directo al cuerpo que había dejado atrás.
El primer sonido que escuché fue un jadeo.
El mío.
El segundo, un rugido ahogado.
Callun.
Su sombra estaba sobre mí, enorme y temblorosa, como un animal herido que no sabía si debía abrazar o desgarrar lo que tenía delante. Sus manos, todavía en forma humana, me sostenían por los hombros. Sus ojos… Dios. Jamás los había visto tan desbordados.
—Elena —su voz quebrada—. Estabas fría. No respirabas. No…
Se detuvo porque no podía continuar.
Porque si lo hacía, se rompería.
Le toqué la mejilla.
Fue un gesto pequeño, pero él se inclinó hacia mi mano con una devoción que dolía.
—Estoy aquí —susurré.
Pero la verdad era distinta.
Yo estaba ahí, sí.
Pero algo en mí… no.
Había un eco, una vibración que seguía latiendo en mi pecho como si el corazón ya no fuera solo mío. Arlo.
Su nombre seguía ardiendo bajo mi piel como un tatuaje invisible.
Callun lo sintió.
Lo sé.
Lo vi en su mirada cuando retrocedió apenas un centímetro, como si su instinto detectara algo que él no debía conocer.
—Hay… algo diferente en ti —murmuró—. ¿Qué pasó?
Le iba a responder, pero entonces escuchamos ramas quebrándose en el bosque. Un ruido áspero. Un gorgoteo como si algo respirara con demasiado odio dentro de una garganta rota.
Callun giró de inmediato en dirección al sonido. En menos de un parpadeo, su cuerpo empezó a cambiar: columna estirándose, huesos crujientes, piel tornándose en pelaje oscuro. Su transformación nunca había sido tan rápida. Ni tan violenta.
—No te muevas —gruñó, ya mitad lobo.
Pero el bosque hablaba otro idioma esa noche.
Un idioma antiguo.
Uno que yo comenzaba a comprender.
Porque entre los árboles, esa presencia que había sentido antes —esa que Arlo me advirtió que despertaría— respiraba más cerca. Una respiración húmeda, profunda… casi hambrienta.
El Primero.
No lo veía, pero lo sentía.
Como si su sombra quisiera deslizarse dentro de mi pecho para reconocer lo que Arlo me había dado. Lo que yo había traído de regreso.
Callun se adelantó, erizado, completamente transformado ahora. Su cuerpo cubría el mío. Su olor a tierra y lluvia se mezclaba con el humo frío que flotaba en el aire.
Y entonces… escuché otro sonido.
Un susurro que no venía del bosque.
Venía de mí.
Elena…
Era la voz de Arlo.
No en mi mente.
En mi sangre.
Me llevé la mano al corazón. Sentí un zumbido eléctrico expandiéndose desde mi pecho como si una energía lunar quisiera romper la carne para salir.
Callun lo percibió. Se giró hacia mí con un rugido confundido.
—¿Qué te está pasando?
Y por primera vez, lo dije en voz alta:
—Arlo me habló.
Callun retrocedió como si le hubiese clavado un puñal.
Antes de que pudiera responder, un rugido más profundo que todo lo vivo sacudió los árboles.
El Primero estaba allí.
Y me estaba llamando por mi nombre.
#5278 en Novela romántica
#1423 en Fantasía
#761 en Personajes sobrenaturales
hombres lobo, amor desilusion encuentros inesperados, bosque drama ficcion
Editado: 21.11.2025