Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 39 – La Ruptura

El bosque sigue iluminado por un resplandor tenue, como el eco de algo que casi nos despedaza. Me pongo de pie con las piernas temblorosas. Callun intenta acompañarme, pero lo detengo antes de que fuerce más su cuerpo herido.

—No te levantes —le digo suavemente.

—Elena…

—Estoy bien. Puedo sostenerme sola.

No estoy bien, y él lo sabe, pero me deja mentir porque ahora mismo necesitamos creer.

La luz dentro de mí está inquieta, como un animal enjaulado. Ya no es el estallido brutal de hace unos minutos, pero tampoco es calma. Es expectativa. Como si esperara mi decisión… o mi rendición.

Viggo da un paso hacia nosotros.

—Elena, sé que estás enojada. Sé que lo que hice no tiene perdón, pero déjame ayudarte.

Lo miro, y toda la rabia que había tratado de contener me sube a la garganta como un sabor metálico.

—¿Ayudarme? ¿Después de dejar que esto creciera dentro de mí sin decirme nada? ¿Después de verme perder el control una y otra vez? ¿Después de… esto? —alzo un poco la mano, y la luz responde con un parpadeo violento.

El rostro de Viggo se endurece, no con enojo, sino con algo mucho peor: culpa genuina.

—No podía intervenir —insiste—. Si rompía el pacto antes de tiempo, la luz te habría consumido por completo. Necesitaba que despertara lo suficiente para que tú pudieras decidir.

—¿Decidir qué? —mi voz suena fracturada—. ¿Morir o matar?

Él no responde. No tiene que hacerlo.

Callun se pone de pie a pesar de todo, apoyándose contra un tronco.
—¿Hay manera de que la luz salga de ella sin destruirla? —pregunta, mirando a Viggo con un filo en los ojos que nunca le había visto.

Viggo duda.
Yo lo veo.
Lo siento.

—Sí —dice finalmente—. Existe una forma. Pero no es una liberación… es una ruptura. Una separación violenta entre su alma y la luz. Una mutilación espiritual.

Amaya suelta una maldición.
Callun palidece.
Yo… sonrío sin humor.

—Suena encantador —respondo.

Viggo continúa:

—La ruptura solo funciona si la persona que lleva la luz tiene un ancla… alguien que pueda sostenerla mientras se desprende. Si no… —Respira hondo— se desgarra de adentro hacia afuera.

Lo miro sin parpadear.

—¿Y quién sería mi ancla? ¿Tú?

Callun se adelanta antes de que Viggo responda.

—Yo —dice con una certeza que me corta la respiración.

—Callun, no puedes ni mantenerte de pie…

—No importa. No voy a dejar que hagas esto sola. Nunca más.

Mi pecho se aprieta. La luz vibra, confusa, casi curiosa.

Viggo niega con la cabeza.

—Callun, si lo intentas ahora mismo… morirás.

—Entonces me curaré lo suficiente para hacerlo —gruñe él—. Pero no te atrevas a decirme que la deje sola.

Viggo lo observa con algo que podría ser respeto… o amenaza.

Yo, en cambio, observo mis manos.
La luz que me está destruyendo lentamente… parece esperar.
Como si fuese consciente de que estoy considerando lo impensable.

Una ruptura.
Un ancla.
Un sacrificio.

—Quiero intentarlo —digo finalmente.

La luz en mi interior despierta, latiendo como un segundo corazón.

Y nada vuelve a estar en silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.