Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capítulo 42 – La Historia Que Nunca Debí Escuchar

Viggo se acerca despacio, como si cada paso que me da fuera un permiso que yo aún no le he concedido. La noche está cayendo, tragándose los bordes del bosque, y la luz dentro de mí… responde. Se enciende como un pulso ansioso, anticipando algo que yo aún no comprendo.

—Si quieres la verdad —dice él—, entonces escucharás todo. Y cuando termine… es posible que me odies más de lo que ya lo haces.

No respondo.
No sé si puedo prometerle otra cosa.

Viggo respira hondo.

—Hace cinco años —comienza—, perdí el control de mi lobo por primera vez. No fue como las transformaciones comunes… fue una fractura. Algo dentro de mí se rompió. Y lo que salió… no reconocía nada. Ni a nadie.

Callun baja la mirada.
Recuerdo que él me dijo algo sobre cómo Viggo se había aislado por meses.
Pero nada de esto suena a aislamiento.

Suena a caos.

—Los guardianes del bosque me encontraron —continúa Viggo—. O, más bien, me cazaron. Eran sombras antiguas, hechas de raíces y carne, tan viejas como este lugar. Podrían haberme matado. Debieron hacerlo. Pero dijeron que olían en mí algo que no estaba completo. Algo que faltaba.

Un escalofrío me recorre.

—¿Qué faltaba? —pregunto.

Viggo me mira, y su voz se vuelve más baja.

—Un reflejo.

No entiendo, pero la luz sí. Se condensa en mis venas como si se preparara para escuchar lo inevitable.

—Los guardianes me ofrecieron un pacto —dice él—. Darles mi luz, la parte más humana de mi alma, a cambio de mantener mi mente unida al lobo.
Acepté. No tenía alternativa.

Callun chasquea la lengua.

—Eso ya lo dijiste. ¿Qué estás ocultando?

Viggo traga saliva. Es la primera vez que lo veo evitar nuestra mirada.

—Cuando entregué mi luz… los guardianes no la guardaron. No la encerraron. La… liberaron.
La enviaron de vuelta al bosque.
Y el bosque buscó un recipiente nuevo.

Mi respiración falla.

—¿A mí?

—No inmediatamente —susurra Viggo—. La luz vagó, silenciosa, buscando un alma capaz de sostenerla sin quebrarse. Yo no sabía a quién elegiría… hasta el día que te vi. Caminabas por Callun como si pertenecieras aquí desde antes de nacer.
Y la luz… se volvió hacia ti.
Como si al fin hubiera encontrado lo que había perdido.

Callun aprieta mi mano tan fuerte que me corta el pulso.

—Entonces la marcaste —dice él con furia—. La dejaste en manos de un destino que jamás pidió.

Viggo niega.

—No la marqué. Ni siquiera me di cuenta.
Pero el bosque sí.
Y una vez que la luz te eligió… yo no podía intervenir. Si lo hacía, habría despertado antes de tiempo y te habría matado.

Me llevo una mano al pecho. La luz responde a ese gesto con un latido doble, como si confirmara cada palabra.

—¿Por qué… yo? —murmuro.

Viggo da dos pasos hacia mí, pero se detiene antes de rozarme.

—Porque tu alma era compatible con la mía —dice con voz quebrada—.
Porque la luz reconoció en ti lo que yo había perdido.
Y porque, aunque no lo supiera…
ya te había amado antes de conocerte.

El bosque se vuelve silencio.
Amaya desvía la mirada.
Callun endurece la mandíbula.

Y yo… siento cómo la luz, dentro de mí, reacciona a esa palabra.

Amó.
Ama.

Mi alma es un campo de guerra.

Y Viggo acaba de ponerle nombre al enemigo.




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