Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 44 - El Nombre Que Nunca Debí Recordar

No sentí el suelo cuando volví a abrir los ojos. Sentí… vacío. Un silencio que no era silencio, sino una respiración contenida del mundo, como si la tierra estuviera a la espera de algo que sólo yo podía liberar.

La luz me sostenía todavía, rodeando mi cuerpo como una cinta viva, ondulante, casi ansiosa. No era hostil. Pero tampoco era mía. No del todo.

Escuché voces a lo lejos. Callun primero, furioso, desesperado:

—¡Elena! ¡Vuelve conmigo! ¡No te vayas! ¡No la toques más!

Y luego Viggo, más bajo, más oscuro:

—Callun… esa luz no la está dañando. Está revelándola.

Revelándome.

Era cierto. Lo sentía en el pecho. Algo se removía, empujando hacia arriba, como si hubiera un nombre atrapado detrás de mis costillas, arañando para salir.

Intenté hablar, pero la luz entró en mi garganta como si quisiera reemplazar mi voz. Salió un susurro que no reconocí…

—A… E… Lyren…

Callun dio un paso adelante, su respiración rota.

—Elena, no… ese no es tu nombre.

Pero la luz sí lo reconoció. Y respondió.
Un pulso eléctrico atravesó el templo, sacudiendo las piedras, vibrando contra mi piel.

La voz regresó a mí, más firme esta vez:

—Aelyren.

La palabra me supo familiar. Dolorosa. Como si cada sílaba abriera una herida que siempre había estado ahí, escondida bajo la piel humana que había elegido usar… o que me habían obligado a usar.

Callun rugió, sí, rugió, el lobo intentando salir de él.

—¡Suéltala! ¡Eres luz, no su dueño!

Pero Viggo lo sujetó del brazo, su voz temblando por primera vez.

—No entiendes… ese nombre no viene de aquí.
Y si ella lo recuerda, no habrá vuelta atrás.

Yo estaba cansada de no entender. De ser un secreto de mí misma.

—¿Quién… soy? —pregunté, o tal vez imploré.

La luz se arremolinó, cálida y cruel. Y de pronto vi.

No imágenes claras, no recuerdos completos.
Solo fragmentos:

◦ uñas de plata sobre la tierra
◦ un bosque más antiguo que cualquier hombre
◦ una figura hecha de luz y sombra abrazándome por la espalda
◦ y una promesa…
una promesa pronunciada con un tono que no era humano—

—Aelyren, cuando despierte… volverás a mí.

Me ahogué, jadeando.
Ese “él”. Ese regreso.
Era real.

Callun rugió de nuevo, liberándose del agarre de Viggo y lanzándose hacia mí, aunque la luz lo golpeó antes de que pudiera alcanzarme. Cayó de rodillas, la boca manchada de sangre.

—No la voy a perder —escupió—. No otra vez. No a él.

La luz se intensificó, como si respondiera a ese desafío, como si se sintiera provocada por su amor. O amenazada por él.

Yo extendí la mano.

No hacia la luz.
Hacia Callun.

—No te vayas… —susurré—. No me dejes sola con esto.

Sus ojos, llenos de dolor, se aferraron a los míos.

—Nunca lo haría.

La luz rugió nuevamente, furiosa esta vez.
Y detrás de ese rugido…

…se escuchó otra voz.

No humana.
No lupina.
No de este mundo.

Aelyren.
Ha llegado el momento de volver.

Y el templo se partió en luz.




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