Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 47 - El Nombre Que Debió Permanecer Muerto

El aire cambió. No fue la luz. No fue el viento.
Fue el bosque.

Un crujido reverberó por todas partes, como si los árboles hubieran exhalado después de siglos conteniendo la respiración. La figura que afirmaba ser mi mitad inclinó la cabeza, apenas un gesto, pero suficiente para que el suelo bajo mis pies temblara.

—Está despertando —murmuró—. El bosque recuerda tu nombre, Aelyren.

Callun me tomó más fuerte del brazo, arrastrándome hacia él, aunque sabía que yo era la única cosa en este lugar que podía matarlo sin querer.

—Dime tu nombre —le exigí a la figura—. Si quieres arrancarme del mundo que elegí… entonces dímelo.

La figura quedó inmóvil. Las sombras dentro de su cuerpo se agitaron como un océano oscuro. Por un segundo, creí que no respondería.

Pero lo hizo.

Seryon. —La palabra cayó como un peso sobre mis huesos—. Ese es el nombre que tuviste prohibido recordar.

Callun gruñó en voz baja, un sonido grave, casi suplicante.

—No lo repitas —me dijo—. No le des poder.

Pero ya lo tenía.
Lo había tenido siempre.

Seryon dio un paso hacia mí. Esta vez, no me llamó “mitad”. No me llamó “luz”. No me llamó “origen”.

—Aelyren —susurró—.
Yo fui tu compañero antes de que existiera la carne.
Yo fui tu sombra antes de que existiera el tiempo.
Y tú fuiste mi equilibrio… hasta que elegiste lo imposible.

El bosque reaccionó a su voz. Las raíces emergieron del suelo, serpenteando como si buscaran algo. O a alguien.
A mí.

—¿Qué es lo que quiere el bosque? —pregunté, sin apartar la mirada de él.

—Tu despertar completo —respondió Seryon—.
Quiere a la luz íntegra.
Quiere a la criatura que eras antes de encarnarte aquí.
Pero si despiertas así… este mundo no sobrevivirá tu regreso.

Mi corazón se detuvo un latido.
No simbólicamente.
Literalmente.
La luz tuvo que impulsarlo para que volviera a moverse.

Callun me sostuvo, su cuerpo temblando de esfuerzo y miedo.

—Elena… no los escuches. Yo te conozco. Yo sé quién eres ahora. No eres una diosa. No eres luz ni sombra. Eres mía. Eres tú.

Seryon lo miró con un desprecio tan puro que el aire se volvió frío.

—Los lobos siempre confunden posesión con amor.

—Y tú confundes destino con cadena —le respondí sin pensar.

El silencio que siguió a esa frase fue… absoluto.

Seryon se detuvo.
La luz dentro de mí ardió.
El bosque se inclinó hacia adelante, expectante.

—Entonces elige —dijo él finalmente—.
Regresa conmigo y controla la luz…
o quédate con él y destruye todo lo que toques cuando despiertes por completo.

Mi garganta ardía.
Mi alma gritaba.
Callun temblaba.

La luz me tiraba a un lado.
El amor… al otro.

—Elige, Aelyren —repitió Seryon, su voz como un eco interminable—.
¿Reino o ruina?

Yo inhalé.
Y escogí.




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