Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 48 - El Precio de Elegir

Elegí.
Lo supe antes de pronunciar palabra.
Mi corazón lo había decidido, aunque la luz gritara lo contrario dentro de mí, retorciéndose como si la hubiera traicionado a ella también.

—Me quedo —dije finalmente—.
Me quedo con él.

Callun exhaló un sonido que no había oído nunca, mitad alivio, mitad dolor. Me abrazó como si mi cuerpo fuera lo único real en un mundo que se desplomaba.

Pero Seryon no hizo ruido.
No rugió.
No gritó.
No mostró furia.

Solo… se volvió silencio.

Un silencio que heló la tierra.

—Entonces elegiste la ruina —dijo.

La luz dentro de mi pecho se contrajo violentamente. Sentí cómo tiraba hacia todas direcciones, como si mi propio poder se negara a aceptar mi decisión.

—No es ruina —respondí temblando—. Es… libertad.

—No lo es —corrigió Seryon, avanzando hacia mí—.
Es ignorancia.
Y ahora será sufrimiento.

Callun me protegió con su cuerpo, a pesar de que sabía que eso era inútil. A pesar de que la luz lo quemaba cada vez que intentaba acercarse a mí.

—No la tocarás —gruñó él—. Aunque me mate, no la tocarás.

Seryon lo observó con una tristeza que no pertenecía a este mundo.

—No deseo matarte, lobo.
El sufrimiento más grande no es morir.
Es ver a quien amas consumirse por un poder que tú no puedes salvar.

Callun apretó los dientes.

—La salvaré. A mi manera.

—No puedes —contestó Seryon, y su voz sonó… dolida—.
Porque no eres su igual.

Antes de que Callun pudiera moverse, antes de que yo pudiera respirar, antes de que el bosque pudiera crujir siquiera, la luz —mi luz— explotó hacia afuera.

No porque Seryon la llamara.
No porque yo la invocara.
Sino porque mis dos mitades estaban en conflicto violento:
la humana que elegía amor…
y la divina que exigía destino.

La explosión atravesó el templo.
La piedra se partió como si fuera hielo bajo una tormenta.
Los árboles se inclinaron como si hubieran recibido un golpe.
El viento se volvió afilado.

Y Callun…
Callun salió despedido.

—¡NO! —grité, pero mi voz llegó demasiado tarde.

Lo vi volar hacia atrás, su cuerpo chocando contra una columna caída. Escuché el crujido sordo de algo rompiéndose dentro de él, y mis piernas cedieron.

La luz seguía saliendo de mí.
Descontrolada.
Desesperada.
Furiosa por la elección que acababa de hacer.

Seryon extendió su mano.

—Aelyren… detén esto. Regresa.
Aún puedes salvarlo.

Quise creerle.
Quise poder respirar.
Pero la luz se negaba a obedecerme, tirando de mí hacia todos lados, como si quisiera abandonar mi cuerpo.

Callun intentó levantarse.
Sangre oscura resbaló por su boca.

—No vuelvas… —me dijo con un hilo de voz—.
No importa el dolor. No vuelvas con él.

La luz rugió.
Mi alma se desgarró.
Y el bosque… empezó a cerrar sobre nosotros como si quisiera tragarnos vivos.

Yo me quedé atrapada entre los dos:
mi origen…
y el hombre que estaba muriendo por mi elección.

Y entendí, al fin, el precio real de elegir.

No era perder mi poder.
Era perder a cualquiera de ellos…
o perderme a mí misma.




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