Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 52 - Cuando la luz recuerda, el mundo tiembla

El blanco que me envolvió no era luz, ni energía, ni una visión. Era memoria pura. Un mar sin horizonte donde cada fragmento de lo que fui estaba suspendido, esperando que yo lo tocara.

Y dolía.
Doler recordarlo.
Doler saberlo.

—Respira —dijo Erevan cerca de mí, aunque no podía verlo; su voz era la única forma sólida dentro de esa nada vibrante—. Tu esencia no está hecha para ignorar lo que eres.

—¿Qué soy entonces? —mi voz salió rasposa, quebrada—. ¿Una amenaza? ¿Un arma?

—No —respondió él, y su tono, aunque suave, sacudió algo dentro de mi pecho—. Eres un origen. Una fuente. La primera chispa que se mezcló con sombra para crear equilibrio.

Sentí un tirón detrás de mis ojos, como si recuerdos enteros intentaran reordenarse.

—¿Y tú? —pregunté—. ¿Qué eras para mí?

Erevan apareció frente a mí, su figura delineándose a partir de la blancura como si la memoria le diera forma. Su rostro se veía igual que antes… pero su mirada era infinitamente más antigua.

—Tu contraparte —susurró—.
Tu reflejo antes de elegir un mundo de carne.
Tu guardián antes de Callun.
Tu primer amor antes de todo.

Mi respiración tembló. No porque creyera en sus palabras, sino porque una parte de mí —una que no recordaba tener— reaccionó como si él hubiera dicho una verdad enterrada en piedra.

Sentí otra presencia irrumpiendo en el vacío.

Callun.

Su sombra se formó bruscamente, desgarrando el blanco como un lobo que no teme a los dioses.

—¡Elena! —gritó, jadeando, atravesando el espacio como si se estuviera deshaciendo para acercarse a mí.

Erevan lo miró con calma.

—Siempre tan impulsivo —murmuró—. Lo admirable y lo trágico de tu especie.

—Cállate —gruñó Callun—. Devuélvemela.

La luz en mí reaccionó a ambos, tirando hacia lados opuestos, como si mi alma fuera un hilo tenso a punto de romperse.

—No lo hago para dañarla —dijo Erevan, sin apartar la vista de Callun—. Si Elena no recuerda quién es, el despertar la destruirá… y contigo se llevará a medio mundo.

—No me importa el mundo —respondió Callun, avanzando un paso más, su cuerpo temblando por el esfuerzo de mantenerse dentro de ese espacio—. Me importa ella.

Erevan lo observó… y por primera vez, en sus ojos apareció algo parecido al dolor.

—Y ahí está la tragedia —susurró—. Ella te eligió sin entender qué sacrificaba.

Mi corazón dio un latido duro, como una campanada.

—¿Qué sacrifiqué? —pregunté.

Erevan me tocó la frente con la punta de los dedos.

El vacío explotó en imágenes.

Yo sobre un precipicio de luz.
Él, cubierto de sombra, tomándome de la mano.
El fuego blanco que crecía en mi pecho.
Una promesa: “Volveré, aunque me olvide. Aunque te olvide.”

Callun gritó mi nombre, intentando alcanzarme, pero la memoria me tragó por completo.

Vi el momento exacto en que renuncié a mi eternidad.
Vi el instante en que me convertí en Elena.
Y vi… con quién había sellado el pacto para encarnar.

No fue Callun.

Fue Erevan.

Y entonces, el blanco desapareció.

Yo caí.

Y el mundo volvió a abrir los ojos.




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