Caí como si me expulsaran de un mundo que no estaba diseñado para sostener mi existencia. El aire regresó a mis pulmones de golpe, rasgándome por dentro. El bosque de Callun reapareció a mi alrededor, convulsionando como un animal herido.
Erevan cayó de pie, como si la gravedad le obedeciera.
Callun cayó de rodillas, como si el peso de lo que había visto lo aplastara.
Yo solo… respiré.
Y dolió.
—Elena —murmuró Callun, acercándose, su rostro desencajado, sus ojos brillando como si hubieran visto su propio fin.
Pero cuando tocó mi brazo, algo dentro de mí lo repelió.
Una chispa de luz. Un reflejo involuntario.
Callun retrocedió con un gruñido sofocado, no por dolor físico, sino por el dolor de sentirse apartado por la misma persona que había jurado proteger con su vida.
—No quise… —susurré, temblando.
Erevan dio un paso hacia mí.
—Aelyren —dijo con suavidad—. Regresar duele. Recordar duele. Elegir… es lo que destruye.
Mi nombre antiguo me perforó el pecho. Aelyren.
Lo escuché y un fragmento de ese pasado volvió a encajar: yo tomándole la mano, yo prometiendo el regreso, él jurando esperarme aunque los universos se quebraran.
—Yo… elegí encarnar —dije, tocándome el centro del pecho—. Elegí venir aquí. Elegí ser Elena.
Erevan me sostuvo la mirada, y por primera vez no vi soberbia en él. Vi pérdida. Vi ausencia. Vi siglos de espera.
—Lo hiciste para cumplir un pacto —respondió—. Un pacto que hice contigo cuando eras luz eterna. Un pacto de amor. No lo recuerdas… pero yo sí. Cada instante. Cada palabra. Cada despedida.
Callun gruñó bajo, incapaz de soportarlo.
—Ella me eligió a mí —dijo con voz ronca—. No en ese mundo, no en ese pasado, no en esa eternidad que mencionas. Aquí. En esta vida. En esta carne. En este infierno que compartimos.
Erevan lo miró con una calma devastadora.
—Porque no recordaba lo que tú nunca debiste olvidar.
Callun apretó los dientes, su respiración acelerada.
—No recuerdo nada porque nunca fui parte de ese pacto —espetó—. Yo solo… la amé. Sin promesas eternas. Sin orígenes divinos. Sin luz. Sin sombra. Solo como un lobo que vio algo imposible… y la escogió.
Mi corazón se retorció.
Esas palabras me atravesaron más que cualquier memoria.
—Callun… —susurré.
Él negó con la cabeza, como si no soportara escucharme decir nada más.
—Dime la verdad, Elena. —Sus ojos temblaban—. Si lo recuerdas… si tu alma lo sabía… ¿alguna vez sentiste algo por mí que no fuera… una ilusión humana?
Mi voz se quebró. Porque lo que recordaba… no respondía esa pregunta.
Y porque lo que sentía ahora sí.
—Lo que siento por ti es real —dije—. Más real que cualquier vida pasada.
Erevan cerró los ojos, herido.
Callun los abrió más, como si por fin respirara después de semanas bajo el agua.
Pero entonces el bosque rugió, interrumpiéndonos.
Las sombras se retorcieron entre los árboles.
No eran de Erevan.
No eran de Callun.
No eran mías.
Eran algo nuevo.
Algo que desperté al recordar.
Erevan palideció.
—Aelyren… ¿qué hiciste?
Yo me llevé una mano al pecho.
La luz ardió bajo mis dedos como si intentara escapar.
—Creo… —susurré, sintiendo el mundo temblar— …que rompí el sello que mantenía alejado aquello que fue creado para destruirnos a los tres.
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Editado: 04.12.2025