Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 55 - La batalla que era yo

La sombra dentro de mí era un recuerdo que no quería ser olvidado, una versión mía nacida del miedo, del rechazo a la eternidad. La luz, en cambio, era el pacto que hice para renacer, para volver, para amar.

Y ambas me estaban rompiendo en dos.

Mi cuerpo cayó al suelo, pero no lo sentí. La realidad desapareció. El bosque, Callun, Erevan… todo se volvió un murmullo lejano. Estaba atrapada dentro de mí misma: un lugar sin forma, una tormenta donde la luz y la sombra se devoraban mutuamente como bestias desesperadas.

La sombra habló:

—Tú me creaste para salvarte.
Yo cargué con tu oscuridad.
Y cuando encarnaste… me dejaste aquí. Sola.
Ahora… es tu turno de cargar conmigo.

La luz respondió, con una claridad que quemaba:

—Yo elegí renacer para amar libremente.
Tú no eres libertad.
Eres el miedo que dejé atrás.
Y ya no te pertenezco.

Sentí cada palabra como fuego.

—Deténganse… —susurré— ambas… son… parte de mí…

Pero ninguna escuchaba.

La sombra se expandió como tentáculos de tinta, intentando envolver el brillo que luchaba por mantenerse firme. Cada choque entre ellas sacudía mi pecho, desgarrando pedazos de quien yo era.

A lo lejos escuché voces.

—¡Elena! ¡Quédate conmigo! —Callun.

—Aelyren, pelea. No contra ellas. Contra el destino que te impusieron —Erevan.

Sus voces hicieron eco dentro de mí, pero no alcanzaban a detener el colapso interno.

La sombra intentó absorberme, tirar de mi conciencia.

—Tú me abandonaste. Ahora es mi turno.

La luz respondió con un fulgor que me cegó.

—No puedes poseer lo que nunca quisiste entender.

Ambas se lanzaron una contra otra.

Mi cuerpo tembló.

Sentí que mis huesos vibraban como si fueran a romperse.
Mi corazón latía tan rápido que dolía.
Mis pulmones no encontraban aire.
Mi visión parpadeaba entre negro y blanco.

Y entonces escuché la voz que no esperaba.

“Elena.”

Callun.
Pero no su voz humana.
Su voz en mi alma.

“Regresa conmigo. No importa quién fuiste. No importa qué fuiste. Regresa. Elige lo que eres ahora. Elige vivir.”

La luz titubeó.
La sombra también.

Como si ambas necesitaran esa elección.

Erevan se unió a él, su voz suave pero firme:

“Aelyren… tú elegiste encarnar. Lo hiciste por amor. Tal vez no fue por mí esta vez… pero fue amor. Y el amor… te pertenece, no a tu origen.”

Mis rodillas internas —si es que eso existía— se doblaron.

Yo no era luz.
Yo no era sombra.
Yo era la grieta entre ambas.
La elección.

—Yo… decido… —jadeé— vivir.
Aquí.
Ahora.
Como Elena.

La luz se expandió.
La sombra gritó un sonido que no era humano.
El espacio interno explotó en blanco.

Y regresé al mundo.

Desperté con un grito, bañada en luz, pero viva.

La sombra, sin embargo… también lo estaba.

Solo que ahora estaba fuera.




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