La sombra emergió de mi cuerpo como humo sólido, arrancándose de mí con un chillido que no tenía sonido, solo vibración. Callun me atrapó antes de que cayera al suelo, sus brazos firmes alrededor de mí, su corazón golpeando contra mi espalda como un tambor de guerra.
Erevan se levantó tambaleante, sangre negra corriendo por su boca.
Pero su mirada seguía clavada en la criatura que había tomado forma frente a nosotros.
Ya no era solo un eco sin forma.
Era un cuerpo.
El que habría tenido si yo no hubiera renunciado a mi eternidad.
Su piel era tan pálida que parecía mármol. Su cabello negro como tinta derramada. Sus ojos… no tenían pupilas, solo un blanco absoluto que hacía doler la vista.
Era yo.
Una versión mía.
Una que nunca debería haber existido.
—Hermosa… —susurró la sombra, pero su voz era mía distorsionada—. Aunque imperfecta. Aunque limitada. Elegiste la carne. Elegiste… eso. —Miró a Callun con un desprecio que me heló las venas—. Cuando pudiste tenerlo todo.
Callun tensó el cuerpo.
Erevan retrocedió un paso, como si no quisiera aceptar lo que veía.
—¿Qué… eres exactamente? —pregunté.
La sombra sonrió con un calor que contrastaba con su frialdad absoluta.
—Soy lo que dejaste atrás para poder amar.
Soy todo tu poder sin restricción.
Soy tu eternidad sin miedo.
Soy tu odio.
Soy tu deseo.
Soy tu divinidad… abandonada.
—No eres yo —susurré.
—Soy más tú que esta piel débil que ocupas ahora —respondió, acercándose.
Callun me protegió con el cuerpo.
—Ni un paso más.
La sombra lo ignoró, como si fuera irrelevante.
—Tu corazón latió por él —me dijo—. Pero tu alma… siempre fue mía.
—No te pertenece —respondí, sintiendo la luz dentro de mí como una llama frágil pero presente—. Yo decidí vivir. Y decidí ser humana.
La sombra inclinó la cabeza.
—Y eso te convirtió en algo inferior.
Erevan finalmente habló.
—Lo que eres… no fue creado para existir sola. Fuiste un fragmento. No el todo.
La sombra lo miró con un odio que hizo que el bosque retrocediera.
—Tú me dejaste sola.
Tú la dejaste ir.
Tú esperaste siglos mientras yo… moría atrapada sin cuerpo, sin voz, sin destino.
Erevan bajó la mirada, como si sus palabras fueran un golpe.
Callun gruñó.
—Si quieres matar a alguien —dijo—. Aquí estoy.
La sombra lo miró como quien observa un insecto.
—A ti no te mataré.
Aún no.
Eres la debilidad que necesito destruir… en ella.
Y luego me miró directo.
—Ven, Elena.
Regresa a lo que eras.
O te arrancaré todo lo que te queda para recuperar lo que me robaste.
La tierra tembló bajo sus pies.
El aire se volvió negro.
Y su sonrisa prometía guerra.
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Editado: 04.12.2025