La sombra avanzó y cada paso hacía que el bosque se marchitara. Las hojas se volvían negras. La tierra se agrietaba. Los animales huían sin saber a dónde. La misma esencia de Viggo parecía retroceder.
Callun se transformó por completo, aun sabiendo que la luz que yo desprendía podía quemarlo desde adentro. Su cuerpo tembló bajo la mutación, pero no retrocedió. No lo haría.
Erevan se posicionó al otro lado, como una muralla hecha de pérdidas y siglos.
Yo quedé en el centro.
La sombra sonrió.
—Qué hermoso. Los dos peleando por algo que nunca podrán poseer.
—Ella no es un objeto —gruñó Callun.
—Ella no es una eternidad —dijo Erevan.
La sombra ladeó la cabeza.
—Ella es lo que yo decido que sea.
Y se lanzó.
Callun saltó primero, chocando contra ella con todo el peso de su forma lupina. La sombra lo tomó de la garganta con una sola mano, levantándolo del suelo como si fuera un cachorro.
Yo grité.
—¡Suéltalo!
La sombra ni siquiera volteó.
—Tú lo ataste. Tú lo marcaste con tu luz. Y ahora se quemará por tocar lo que nunca le perteneció.
El cuello de Callun comenzó a chisporrotear como si la sombra lo carbonizara desde dentro.
Erevan apareció detrás de ella, intentando atraparla con cadenas de luz oscura, un poder que jamás había mostrado. Las cadenas se aferraron al torso de la sombra, que gritó un sonido que no era de este mundo.
Callun cayó al suelo, agonizando.
—¡Callun! —corrí hacia él, pero Erevan me detuvo con una barrera invisible.
—No. Si lo tocas ahora… lo matarás. La luz en ti está descontrolada.
La sombra arrancó las cadenas de su cuerpo, dejándolas caer como serpientes muertas.
—Erevan… siempre tan obediente… siempre tan roto.
Se lanzó contra él esta vez.
Erevan la interceptó con una explosión de energía que hizo que el aire vibrara. Él era poder puro cuando lo necesitaba. Pero ella era mi oscuridad. Y eso significaba que lo conocía mejor que nadie.
—Siempre quisiste ser más que mi reflejo —se burló—. Y aquí estás. Aún arrodillado ante lo que queda de mí.
Erevan se dobló, sangrando luz por la boca.
No había salida.
Era más fuerte que ambos.
Más fuerte que yo, dividida.
Y entonces lo entendí.
No era una batalla de poder.
Era una batalla de identidad.
La sombra era mi yo eterno.
Yo era mi yo humano.
No podía destruirla con fuerza.
Tenía que hacer algo peor.
Tenía que aceptarla.
Me levanté, ignorando el temblor de mis piernas.
—Elena, no —jadeó Erevan—. Si la aceptas… ella te consumirá.
—No —dije, sintiendo a la luz en mí estabilizarse por primera vez—. Si la abrazo… dejará de estar sola.
La sombra se detuvo.
Por primera vez… dudó.
Yo abrí los brazos.
Ella tembló.
Y algo en el mundo cambió dirección.
#5505 en Novela romántica
#1658 en Fantasía
#814 en Personajes sobrenaturales
hombres lobo, amor desilusion encuentros inesperados, bosque drama ficcion
Editado: 04.12.2025