Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Capitulo 59 - Lo que queda después del fin

La luz dentro de mí ya no era dolorosa.
La sombra ya no era amenaza.
Eran… equilibrio.
Un pulso suave, constante, como un corazón recién nacido.

Me levanté lentamente. Cada movimiento era extraño, nuevo, como si mi cuerpo se estuviera reajustando a esta versión de mí que por fin era completa.

A mi alrededor, el bosque comenzaba a sanar. Las raíces dejaban de retirarse. Las hojas volvían a llenarse de verde. El aire respiraba.

Pero Callun…

Callun estaba arrodillado, una mano en el cuello, la piel aún quemada por la sombra. Sangre oscura goteaba por su pecho.

Corrí hacia él.

—Callun…

Me arrodillé a su lado, pero me detuve antes de tocarlo.
El miedo me golpeó: ¿y si aún podía dañarlo?

Él tomó mi mano antes de que pudiera retirarla.

—No —susurró—. No me sueltes. Estoy cansado de verte a través de un muro.

Su mano era cálida.
Y por primera vez en mucho tiempo… no ardió al contacto.

El equilibrio funcionaba.

Las lágrimas me nublaron la vista.

—Lo siento —murmuré, tocando su mejilla con suavidad—. Por todo lo que te hice pasar. Por cada vez que te herí. Por cada vez que elegí el miedo.

Callun apoyó su frente en la mía, temblando.

—Elena… si supieras… lo que habría hecho por tenerte así antes…

Me quedé quieta.
Callun nunca lloraba.
Nunca.

Sus lágrimas cayeron sobre mi mano.

—No quiero perderte otra vez —susurró.

—No vas a perderme.

Pero antes de poder decir más, Erevan habló.

—Aelyren.

Su tono… había cambiado. Ya no era exigente, ni distante, ni poseedor. Era… agotado. Vacío de sí mismo.

Al voltear a mirarlo, noté algo que no había visto nunca:

Erevan temblaba.

Sus ojos brillaban sin luz.
Su piel, antes firme, tenía grietas.
Su energía se disipaba como arena entre los dedos.

—Erevan… ¿qué te pasa?

Él sonrió con tristeza.

—Lo que me mantenía unido a este mundo… era ella. La parte que dejaste atrás. Ahora que la aceptaste… yo ya no tengo un lugar. El pacto se ha cumplido. Y lo que queda de mí… debe regresar al origen.

Mi pecho se apretó.

—No. Erevan… tú puedes quedarte. Puedes vivir. Puedes…

—No, Aelyren —interrumpió suavemente—. Yo era tu guardián. Tu sombra. Tu consuelo.
Pero tú elegiste un camino que ya no me incluye.

Callun lo miró, serio, sin rencor esta vez.

—Si te quedas… no pelearé contigo —dijo Callun—. No más. Ya no hay razón.

Erevan esa vez sí sonrió con calidez hacia él.

—Te amó. Aunque nunca lo admitiera. Y lo sigues demostrando. Cuídala… como yo no podré hacerlo más.

Mi garganta se cerró.

—Erevan, por favor… —susurré, lágrimas cayendo—. No te vayas. No así. No después de todo.

Él dio un paso hacia mí.
Colocó su mano sobre mi pecho, donde luz y sombra latían juntas.

—Eres perfecta ahora —dijo con un susurro que me rompió el alma—. Y ya no necesitas un guardián. Solo tu propia voluntad.

La grieta en su cuerpo se abrió un poco más.

Y su luz comenzó a desvanecerse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.