Luna de Sangre: El Silencio de Arlo

Epilogo — “LO QUE PERMANECE EN LA LUZ Y EN LA SANGRE”

Nunca imaginé que el silencio pudiera doler más que cualquier herida. Pero aquí estoy, de pie sobre la colina que domina a Callun, observando cómo el viento mueve los árboles como si intentara borrar toda huella de lo que fuimos. El pueblo parece en calma, casi dormido… aunque sé que nada volverá a ser igual.

A veces cierro los ojos y escucho todavía los ecos de aquella noche: el crujido de la luz descontrolada escapando de mis manos, el gruñido desesperado de Callun al intentar alcanzarme, y el susurro helado de Viggo cuando reveló por qué nunca intervino, por qué observó desde las sombras cada movimiento de mi vida.

“Era necesario que eligieras por ti misma”, dijo.
Todavía me arde esa frase.

Callun está vivo. Lo sé porque su presencia persiste en mí como una raíz profunda, un vínculo que no se corta con la distancia ni con el miedo. Pero aún no se recupera del todo. Su cuerpo sanó; su espíritu no. A veces despierta sobresaltado, recordando mi aura blanca envolviéndolo, casi quemándolo, mientras trataba de contenerme. A veces evita mirarme por demasiado tiempo, como si temiera que volviera a perder el control.

Y lo entiendo.
Yo también tengo miedo de mí misma.

Viggo desapareció después de la batalla, dejando solo una carta. Una sola línea escrita con una tinta tan antigua como su nombre:
“Cuando la luz vuelva a quebrarse, sabrás dónde encontrarme.”

No sé si era una advertencia, una promesa… o una amenaza.
Quizá las tres cosas.

He pasado semanas intentando descubrir qué quedó de mí después de todo aquello. Mi luz ya no arde como antes. Es más contenida, más fría. No sé si es porque aprendí a manejarla… o porque algo se rompió durante el estallido. Callun dice que cambió mi olor; que ya no huelo solo a humana, ni a loba… sino a algo que él no puede explicar. Algo que lo inquieta y lo atrae al mismo tiempo.

Debería alejarme de él por seguridad. Eso sería lo correcto. Pero la verdad es que después de todo lo que atravesamos, no quiero la distancia. Quiero sus manos marcadas de cicatrices sobre mi piel, su mirada oscura que me conoce mejor que nadie, su forma de pronunciar mi nombre cuando piensa que estoy dormida.

Quiero lo que queda de nosotros.
Incluso si está roto.

Esta noche, mientras el bosque se alarga bajo la luna llena, Callun se acerca despacio. Sus pasos son silenciosos, pero lo siento antes de que toque mi brazo. Su voz es un murmullo, casi vulnerable.

—Elena… si estás pensando en irte, no lo hagas sin decirme adiós.

Me giro hacia él, y en su mirada veo todo lo que todavía no hemos dicho, todo lo que aún puede salvarse. Tomo su mano, entrelazo mis dedos con los suyos y dejo que mi luz —leve, temblorosa, pero mía— ilumine la oscuridad entre nosotros.

—No voy a irme —le digo—. No sin ti.

Y por primera vez desde aquella noche, el futuro no parece una amenaza.
Parece una puerta abierta.
Una que podremos cruzar juntos… aunque la sombra de Viggo aún respire en los bordes del bosque.




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