Luna de soltería

Zoe

Conduzco tranquilamente hasta la iglesia. Hay un atasco, por lo que todo va bastante lento, sobretodo para los que quieran salir de la cuidad. Gus se encuentra en el puesto del copiloto hablando por mensajes, mientras que Guille está detrás de él dando golpes en su asiente. Este chico por el momento solo gana puntos conmigo, yo también lo haría siendo él. Me río internamente.

 

Salimos del atasco y llegamos a la iglesia. Aparco del coche una calle más abajo, por lo que nos toca caminar un poco. Al entrar vemos que ya se encuentran bastantes invitados sentados, la mayoría de Dylan. Caminamos hacia Rachel, quien se encuentra con una señora y un señor, los que presupongo que serán sus padres.

 

Lleva puesto un vestido blanco muy largo que se ajusta a su cuerpo, su espalda está descubierta, su pelo sujeto en un moño bajo y lleva un velo hermoso que cae hasta el suelo.

 

— Buenos días, Rachel. Te ves espectacular— la halago. Ella por primera vez sonríe sin falsedad, pero pronto me doy cuenta que la dirige hacia mi novio y ruedo los ojos. Carraspeo para sacarla de su trance.

 

— Gracias, Zoe— agradece, ahora sí,  mirándome.

 

— ¿Gus?— frunce el ceño el hombre.

 

— Señor y señora Dawson, es un placer volver a verles— saluda educadamente.

 

— Es bueno verte, muchacho— sonríe la mujer — No sabía que seguías en contacto.

 

— En verdad, vengo con Zoe, mi pareja— responde.

 

Es ahí donde la mirada de ambos cae sobre mí. Me siento un poco intimidada, pero no pierdo mi postura. Sonrío y solo consigo miradas despectivas. Genial ¿Ahora que he hecho?

 

— Veo que le gusta cuidar de indigentes— susurra la mujer a su marido, pero la escucho.

 

— ¿Disculpe?— elevó una ceja.

 

— No te ofendas querida, pero mírate. Eres tan poco para lo que Gus debe aspirar— dice directamente la mujer. Su marido la mira con advertencia— Solo digo la verdad, cariño.

 

— Estamos en una iglesia por Dios— murmura el marido.

 

— Cierto y parece que a algunas se les ha olvidado— me mira. 

 

Vale. He tenido suficiente. Decido irme antes de saltar sobre esa mujer y arruinar ese pelo teñido e injertado que lleva. No me despido ni me excuso, no serviría de nada. Se han metido en una conversación muy interesante los cuatro.

 

— Menuda zorra— la voz de Guille me sobresalta. Es verdad, estaba con nosotros.

 

— Mierda, Guille— maldigo— Esa boca. 

 

— No eres la más indicada para hablar— eleva las manos.

 

— Mira, ahí está Scott— le señalo al asiático. Él cual está entablando una conversación con el cura— Ve con…

 

No me es necesario ni decirlo, Guille ya ha salido corriendo hacie él. Me río cuando le salta en la espalda y a poco tumba a Scott, y seguido de él al cura. Este niño… Podrá tener la edad que tenga pero parece un niño de 5 años.

 

— Zoe— la suave voz de la madre de Dylan hace que de media vuelta.

 

— Ginebra, me alegra verte. Tan hermosa como siempre— le sonrio. Ella me devuelve la sonrisa y definitivamente sé de quién ha sacado la sonrisa Dylan. Se parecerá mucho físicamente a su padre, pero sus gestos y expresiones son como los de su madre. Extiende sus brazos y me abraza. 

 

— ¿Y yo qué?¿ No soy hermoso?— pregunta Jack -el padre de Dylan- uniéndose a nosotras.

 

— Sabes que siempre vas como una estrella de Hollywood, Jack— le saludo con un apretón de manos.

 

— Me ofendo si me comparas con estos finolis— murmura señalando con la cabeza a los invitados de Rachel.

 

— Por favor ¿Con quien crees que hablas?— me hago la ofendida— ¿Cómo puedes creer que te compararía con los chihuahuas de Beverly Hills?

 

— Mira que sois malos— nos regaña Ginegra, pero se ríe.

 

Entablamos una conversación bastante animada hasta que es la hora. Me coloco donde los padrinos y me río junto a Scott, cuando Guille se pone con nosotros. Menudo trío. Las damas de honor nos miran entre sorprendidas e incrédulas. Miro a los invitados buscando a Gus, pero no se encuentra en la tercera fila como debería estar. Frunzo el ceño, pero tampoco me muevo. Seguro habrá ido al baño. Estamos a la espera de que Dylan haga su aparición para que Rachel salga. Pasan unos 20 minutos y el pobre señor del órgano ya no sabe qué tocar.

 

La madre de Rachel se levanta enfadada— ¡Si es qué lo sabía! ¡Ese asqueroso ha dejado a mi hija plantada! 

 

La madre de Dylan también se levanta— Gloria, él no la dejaría plantada. Mi hijo quiere a tu hija con locura.

 

— ¿Entonces dónde está?— pregunta irritada la mujer. Me está irritando a mi y eso, no es bueno.

 

— Voy a llamarlo— Ginebra saca su móvil y marca el número de Dylan, pero al parecer le manda al buzón de voz.

 




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