Luna de soltería

Zoe

— Es un cabrón— sidra Sharon en la videollamada— Un completo hijo de puta ese puto gusano de mierda. Le advertí que no te hiciera daño— empieza a cortar de forma más brusca una cebolla— ¿Y qué hace? Ponerte los cuernos con una pija tragapollas.

 

— Ya— suspiro rendida. Me dejó caer sobre el sofá de Dylan y me tapo la cara con un brazo. Me arden los ojos, de seguro los tengo rojos. 

 

— Te juro por dios que cómo vea a ese miserable por la calle, le voy a dejar como los de su raza— clava con furia el cuchillo en la tabla de madera— sin huesos.

 

— ¿A quién hay que dejar sin huesos?— pregunta la profunda voz de Morgan, o cómo muchos le conocen; cobra. Luego aparece en pantalla y me mira— Oh, Zoe. Hola.

 

— Hola Morgan— saludo quitándome el brazo de la cara.

 

— El gilipollas del gusano le ha puesto los cuernos— suelta Sharon mientras lava y seca sus manos.

 

Morgan eleva las cejas sorprendido— ¿Quieres que mande a Rico a darle una lección?— me pregunta mientras abre su nevera y pilla una cerveza— Aunque también se nos da bien inculpar gente con cargos de primer grado penitenciario.

 

— Eso me gusta— murmura Sharon sonriendo.

 

— Ni de coña— rebato— Pero me podríais hacer el favor de ir a casa y recoger mis cosas. Tendré que buscarme un hotel donde quedarme hasta que encuentre un piso.

 

— Quédate en mi piso— propone ella, mientras le roba un trago a Morgan— Tengo una habitación de invitados, quédate allí el tiempo que necesites. Yo no sé cuándo volveré, pero ya sabes que buscaba compañera de piso.

 

— Eso sería pedir mucho, Sharon. — me muerdo el interior de mi mejilla— Ya es bastante que me hagáis el favor de recoger mis cosas.

 

— Tonterías— niega con la caneza— Decidido, te quedas en mi casa. No hay más que discutir. Y de todos modos le dejaré un regalito a ese gilipollas. Voy a seguir con lo que estaba haciendo, besos hermosa. Te quiero.

 

Y antes de que pueda decir nada, cuelga. Bufo mientras ruedo los ojos, no se puede contradecir a esta chica.

 

Se me abre el apetito y decido cocinar algo. Pienso en la idea de unas patatas fritas y decido hacerlas. La cosa no sale como espero y acaba formándose fuego, creo que debí asegurarme primero qué vaso era el del alcohol. Desesperada porque trato de apagarlo y no lo consigo, decido llamar a Dylan. Él consigue apagarlo y después de una larga y refrescante ducha nos ponemos a ver películas. Creo firmemente en que Hollywood tiene una idea muy hiperrealista del amor, pero de todos modos comprendo que es ficción y que capta la atención de la audiencia. Después Dylan decide hacer la cena y la llamada de Rachel provoca que se queme nuevamente la comida. Sin poder evitarlo, cuando ella llama respondo como un buzón de voz, no puedo creer que después de todo lo que ha pasado aún le diga que le quiere exigiendo que la escuche, por todos los años que han estado juntos. Cansados por los desastres culinarios, Dylan propone ir a Papa's Luigi, una pizzería que hemos frecuentado durante años.

 

Conduzco por la carretera mientras Dylan cambia la música, mañana tendremos que ir a buscar su coche con la grúa. Aparco y caminamos un poco hasta llegar al callejón, entramos inmediatamente el cartel de la pizzería nos deslumbra. Y encontrarás un maletín plateado entramos y el sonido de un cascabel llama la atención de los presentes. Papa's Luigi además de ser una pizzería, es un punto de reunión de personas algo peligrosas.

 

— Pero mirad quienes han venido— la inconfundible voz de Marissa, resuena en el silencio del local. Podría decir que ella es la novia del dueño, trabaja de cajera— Zoe y Dylan, mis niños.

 

Marisa tiene un gran parecido a la cantante Halsey en cuanto al rostro. Su pelo es negro es corto, creo que ese estilo de pelo se llama pixie, en este caso con tupé. A pesar de su edad, se conserva bastante bien, y mantiene sus tatuajes  en los brazos, como si estuvieran recién hechos. Si mal no recuerdo nos contó que hace tiempo fue modelo, pero que decidió retirarse debido a unos acuerdos que su agencia quería hacer y a ella no le gustaban.

 

— Hola Maris— saludo acercándome a la caja— ¿Qué tal estás?

 

Ella sale y me da un abrazo— Muy bien mi niña ¿Y tú?— me suelta y atrae bruscamente a Dylan para abrazarlo— Tú tampoco te salvas ¿Cómo estás?

 

— Hola Marissa. Podría estar mejor, la verdad.

 

— ¿Y eso?— frunce el ceño.

 

Suspiro poniendo una mano en su hombro. Ella me mira— Ha sido un día de locos. Sinceramente solo queremos que pase y olvidarlo.

 

— Está bien— asiente— hay alguna mesa libre, sentaos donde podáis sino la barra está libre. Termino de darle la cuenta a una mesa y os tomo nota.

 

Mientras Marissa vuelve a la caja, Dylan me guía hasta una de las mesas pegadas a la pared. Me recuesto sobre la silla y observo el lugar, no hay muchas decoraciones nuevas. Las paredes siguen pintadas con un color azul eléctrico, el suelo con baldosas cuadradas negras y blancas, las mesas cuadradas distribuidas por el pequeño local, los manteles a cuadros rojos y blancos, las lámparas colgantes de color negro, diversos cuadros colgados por las paredes, una barra donde se cobra y se entregan las bebidas, y una puerta que dirige a la cocina.




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