REYNA
—Cuidado con la futura princesa, no se vaya a manchar la dulce carita de hollín.
Los mineros estallas en carcajadas, parecen hienas con esas risas malvadas. Mantengo mi cuerpo tenso, uso el martillo de punta para intentar expulsar una roca de rubí de su escondite. Pero no es suficiente. Tengo que hacer más fuerza para sacar ese pedazo de mineral, mientras la atenta mirada de estos vampiros crueles me acribillan.
—Aunque la envuelvan en vestidos lujosos seguirá siendo lo que es, una sucia minera. ¡Qué pasa, no puedes sacar esa roca!
—Ni con diez baños se quitará el olor a mina.
Las risas cesan, se multiplican.
Aspiró el aire contaminado del minúsculo espacio que posee mi localización, las partículas de tierra llenan mis pulmones y toso sin parar. Llevo trabajando aquí muchísimo tiempo, estos comentarios no me afectan, dentro de mi, hay algo que sabe que está mal y no debería callarme.
Supongo que ignorar siempre será mejor que enfrentarme con diez vampiros. Que me superan en fuerza, tamaño y resistencia.
Me siento tan débil intentando extraer la piedra de rubíes, que se me escapa una lágrima traicionera. Después de unos comentarios más en contra mía y ejercer más fuerza con el martillo, por fin consigo sacar la roca.
La deposito en mi vagón, la luz de mi casco parpadea y una gota de sudor cae por mi frente. Me limpio con el dolor de la mano, respiro hondo, pero el aire rápidamente me es arrebatado porque un hombre de aspecto peligroso que observa desde arriba.
—Reyna Larsson, te buscan.
🦇
He tenido que aguantar las burlas de los vampiros en las minas.
Están seguros qué voy a hacer el ridículo, que me echaran en cuando tengan la mínima oportunidad.
¿Puede ser posible? Sí. Ojalá sucediera para que no tuviera que estar lejos de mi familia tanto tiempo.
Despedirme de todos mis hermanos fue como si me metieran un puñal en el pecho, ardiente y lleno de trozos filosos de metal.
Mi corazón se hunde al ver las caritas de todos, observando cómo un tipo raro llega al amanecer. Portea nuestra puerta, casi la rompe el desgraciado, explica que es un representante del programa y que viene para acompañarme.
Antes poner un solo pie fuera de mi casa, me hacen firmar el contrato, después me tienden un frasco de cristal ovalado con un líquido amarillo con brillos burbujeando. Ni siquiera se lo que es cuando mis labios absorben el sabor dulzón.
—Este hechizo es temporal para que el sol no te dañé, durará cómo máximo tres horas. El tiempo suficiente que tenemos para llegar hasta el palacio real —recitó él muy serio.
Me lo termino sin rechistar.
La magia empieza a revolotear en mis sistema, agregándome propiedades que estaban muertas y ahora resucitan. Se siente muy raro, nunca me había sentido tan viva. Supongo que es similar a la sensación que experimentan los humanos al tomar drogas.
Me despido de nuevo de mis hermanos, de mi madre y mi padre. Estoy a punto de llorar. Aunque quisiera, los vampiros no podemos. Todo en nosotros está muerto.
Cuando abandono el edificio las ventanas se agolpan los curiosos, detrás de sus cortinas vestidos de los pies a la cabeza, para que el sol no les dañe. Algunos de mis vecinos me gritaron cosas horribles desde lejos. ¿Piensan que soy una traidora por tratar de ser la Reina Luna del Alfa? Creo que no tienen ninguna esperanza en mí.
Pronto me doy cuenta de que estoy montada en un avión, con destino a la capital de Lycan, el reino de los lobos. Conmigo no hay ni una sola elegida, solo yo. Las demás proceden de diferentes reinos, no me parece tan extraño ya que hay muchas razas y porque aún estamos en guerras con ellos.
Una elegida vampira sería suficiente para calmar al país.
¿Pero eso calmaría Vampyr?
Presiento que voy a ser el hazme reír y la traidora de mi reino.
Me voy a mudar a esas tierras, a relacionarme con esa gente que nos declara la guerra. Que nos mata. Que nos traiciona. A estar con ellos y convivir. A inclinarme sobre ellos y mostrarles un respeto que, claramente, no son merecedores de ello.
Voy a hacer todo eso después de la maldad que vertieron en mi pueblo. ¿Como no voy a sentirme mal?
Trago saliva, porque veneno que transita por mi garganta no puede ser expulsado. Trato de calmarme, observo en la ventana el extenso paisaje de Lycan, prados verdes con flores silvestres de todos los colores posibles, ciudades grandes muy prósperas, montañas rocosas y muy afiladas, lagos enormes y ríos que son como finas telarañas.
No puedo mentir, no diré que Lycan es un país feo, porque es todo lo contrario. Está lleno de vida.
Y eso me molesta.
🦇
—Le comunicamos a La Elegida, que tendrá que ser muy cuidadosa con lo que diga en las instalaciones del palacio real. Habrá cámaras instaladas en cada rincón grabando cada cosa que haga, menos en su alcoba, así que se recomienda que no salga de su habitación desnuda, con poca ropa, o similares. Cuide su lenguaje. No se aceptan conversaciones sobre política, religiones o guerras recientes. Lo que necesite solicítelo. Vivirá en el palacio de las elegidas, que se encuentra ubicado en el recinto real, en el lado extremo del bosque. Queda terminantemente prohibido salir del las instalaciones. De lo contrario se le expulsaría. El palacio de las elegidas se grabarán las 24 horas del día, habrá una gala semanal donde habrá retos, competiciones y posibles expulsiones. Esto es un programa retransmitido por todo el planeta, téngalo en cuenta, todos los reinos podrán ver el concurso.
¿En dónde me metí?
Escucho atentamente todo lo que dice la mujer que cuarenta y pocos años que tengo al lado. Tiene un aspecto rígido como su voz. Su reflejo se divisa en el espejo, así que asiento con la cabeza, intento entenderlo todo perfectamente mientras una maquilladora perfila mi labio inferior de un color marrón intenso.