Luna entre nosotros

Bajo la primera luna

Luca nunca creyó en las leyendas del pueblo. Para él, todo era simple, y la oscuridad de ese bosque cercano solo escondía árboles y el eco de sus propios temores imaginarios. Pero esa noche, mientras caminaba bajo la luz plateada de la luna llena, una sensación extraña le erizó la piel, como si algo invisible le observase desde las sombras.

Entre susurros del viento y el crujir de las ramas, apareció Aiden. Su presencia era imponente, con ojos que brillaban con un fulgor salvaje y una calma inquietante. Aiden había vivido toda su vida luchando contra la bestia que dormía dentro de él, un secreto que protegía con celo y miedo. No quería que Luca se involucrara, pero algo en ese chico lo atraía irremediablemente.

Sin palabras, la noche selló un pacto. Luca sentía la intensidad de Aiden, y aunque no entendía del todo qué era, sabía que nunca volvería a ser el mismo.

La luna se alzaba alta en el cielo, bañando el sendero en una luz plateada que parecía casi mágica. Luca dio un paso hacia Aiden, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, una mezcla de curiosidad y algo que ni él mismo sabía nombrar. Aiden bajó la mirada por un instante, como si luchara con una tormenta interna, pero al final, habló con voz baja pero firme.

—No soy como los demás, Luca. Hay secretos que llevo conmigo, secretos que podrían destruir lo que somos si se descubren.—

Luca frunció el ceño, sin miedo pero con atención.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz temblando apenas de la emoción.

Aiden respiró hondo y entonces, en un instante fugaz, sus ojos se tornaron de un dorado intenso y sus uñas se transformaron en garras afiladas. Sin embargo, su piel permanecía suave, humana. No había dientes prolongados ni pelaje que cubriera su cuerpo, pero la esencia salvaje era palpable.

—Soy un hombre lobo —confesó con pesar—. No puedo cambiar lo que soy, pero tampoco quiero perder lo que siento cuando estoy contigo.

Luca sintió que su mundo se desmoronaba y, al mismo tiempo, se iluminaba con una nueva verdad. En ese instante, bajo la mirada cómplice de la luna, decidió que no huiría. Aunque no entendía completamente, su corazón latía por Aiden, y eso era suficiente para enfrentar cualquier sombra.

—Entonces caminemos juntos —susurró—. La luna será testigo.

La luna siguió vigilando su encuentro silencioso, mientras un susurro suave de hojas movidas por el viento parecía acompañar sus pasos. Luca, aún procesando la confesión de Aiden, dio un paso firme y le tomó la mano, sintiendo la calidez que contrastaba con la frescura de la noche.

—No importa lo que seas —dijo con sinceridad—. Nadie dijo que sería fácil, pero si tú estás dispuesto a confiar en mí, yo también lo estaré.

Aiden apretó suavemente la mano de Luca, como si esa simple acción le diera fuerza. Le confesó que la lucha interna nunca cesaba, que cada luna llena era una prueba de control y miedo, pero que con Luca sentía una esperanza que no había conocido antes.

—Te mostraré mi mundo —prometió—, con todas sus sombras y luces. Y tú decidirás si quieres caminar conmigo.

Los dos avanzaron entonces entre los árboles, dejando atrás el miedo y el silencio, adentrándose en un territorio de descubrimiento y sentimientos nuevos. En aquel instante, la distancia entre humano y hombre lobo comenzó a desvanecerse, porque lo que había entre ellos era algo más fuerte que cualquier diferencia.

La noche parecía envolverse en un manto aún más profundo a medida que avanzaban, pero dentro de Luca, una luz nueva brillaba con fuerza. No era solo la atracción que sentía por Aiden, sino una comprensión silenciosa de que aquel encuentro era más que coincidencia.

—Quiero saber todo —dijo Luca, con una mezcla de valentía y expectación—. Sobre ti, sobre esa parte de ti que temes mostrar, y sobre quién eres cuando no estás luchando contra la bestia.

Aiden lo miró, sus ojos reflejando la vulnerabilidad que raramente permitía a otros ver.

—Es un camino difícil —admitió—. Hay días en que pierdo el control, en que siento que la oscuridad me consume. Pero desde que te vi, esa carga parece más ligera. Tal vez porque no quiero enfrentarla solo.

Ambos se detuvieron junto a un tronco caído, y Luca apoyó la cabeza contra el hombro de Aiden, encontrando en ese gesto la seguridad que necesitaba.

—No estás solo —murmuró—. Pase lo que pase, estaré aquí.

La luna los iluminó suavemente, testigo silenciosa de dos almas que, contra todo pronóstico, comenzaban a entrelazarse. En aquella noche mágica, entre susurros del bosque y latidos compartidos, ambas vidas se tejían en un tapiz de esperanza y promesas aún por descubrir.




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