Hugo se movía por Ciudad Esmeralda, no solo buscando un culpable para la muerte de Paulino, sino también calibrando el tablero. Vanessa le había encomendado la tarea de "investigar" a Donatella Bossi, pero ambos sabían que el verdadero objetivo era crear una cortina de humo, un señuelo para desviar la atención de Vanessa y quizás, más importante aún, para medir la lealtad de Hugo.
Su primer contacto fue Gael, el hacker. Hugo necesitaba que Gael no solo encontrara información, sino que la *creara*, que tejiera na narrativa digital que apuntara a Donatella.
–Gael, la señora Robles necesita pruebas concretas– dijo Hugo, deslizando un sobre con dinero sobre a mesa. –Algo que vincule a Donatella con la muerte de Paulino, o al menos con el hackeo de sus sistemas. Sé creativo.–
Gael lo miró con desconfianza. –Estás jugando con fuego, Hugo. Si nos descubren...–
–Nadie nos descubrirá si haces tu trabajo bien– interrumpió Hugo. –Y si lo haces, habrá mucho más dinero para ti.–
La motivación de Hugo no era solo el dinero. Era la oportunidad de demostrar su valía a Vanessa, de mostrarle que era un activo valioso, alguien en quien podía confiar. Al menos, por ahora.
Mientras Gael trabajaba en su computadora, Hugo se reunió con sus contactos en el inframundo. No solo sembraba rumores sobre Donatella, sino que también escuchaba, buscando cualquier información que pudiera usar para su propio beneficio, para ascender en el nuevo orden que Vanessa estaba creando.
Cuando regresó al penthouse, Vanessa lo esperaba en el estudio, con una copa de whisky en la mano.
–¿Qué has encontrado, Hugo?–, preguntó, sus ojos escudriñando su rostro.
Hugo le contó sobre los rumores que había sembrado, sobre la evidencia que Gael estaba fabricando. También le contó sobre las conversaciones que había escuchado, sobre las ambiciones y lealtades de los demás.
Vanessa escuchó atentamente, sin revelar sus pensamientos. Era una jugadora de ajedrez magistral, siempre varios movimientos por delante de sus oponentes. Hugo era una pieza valiosa, pero también un riesgo potencial. No podía confiar en él por completo.
–Necesito que hables con Atilio Khoury,– dijo Vanessa. –Quiero que le cuentes todo lo que has descubierto sobre Donatella. Quiero que le hagas creer que ella es la responsable de la muerte de Paulino.–
–Atilio es un hombre peligroso, señora,– advirtió Hugo. –No confío en él.–
–Lo sé– respondió Vanessa, con una sonrisa enigmática. –Pero necesito que lo uses. Necesito que le des la información que necesito que crea. Y necesito que me digas qué piensa hacer con ella.–
Hugo comprendió el plan. Vanessa no solo estaba tratando de incriminar a Donatella, sino que también estaba probando a Atilio, midiendo su lealtad y su ambición. Y al involucrar a Hugo, también lo estaba poniendo a prueba a él.
–¿Y si Atilio descubre que estamos mintiendo?– preguntó Hugo.
–Entonces tendremos que encargarnos de Atilio– respondió Vanessa, con una frialdad que le heló la sangre a Hugo.
Hugo se reunió con Atilio al día siguiente. Le contó todo lo que Vanessa le había dicho que contara, exagerando la participación de Donatella en la muerte de Paulino y el hackeo de sus sistemas.
Atilio escuchó atentamente, sin revelar sus pensamientos. Hugo sabía que Atilio estaba tratando de descifrarlo, de entender cuáles eran sus verdaderas motivaciones.
–Es una historia interesante, Hugo,– dijo Atilio finalmente. –Pero necesito más pruebas. Necesito algo que vincule a Donatella directamente con la muerte–
Hugo le contó sobre la evidencia que Gael estaba fabricando, sobre los rumores que había sembrado. Le dijo que Vanessa estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para vengar la muerte de su esposo.
Atilio sonrió. –Vanessa es una mujer fuerte– dijo. –Siempre lo ha sido. Pero necesita tener cuidado. Donatella es una serpiente venenosa.–
–Vanessa lo sabe– respondió Hugo. –Pero está dispuesta a correr el riesgo.–
–Entonces yo también– dijo Atilio. –Haré lo que pueda para ayudarla. Pero debes entenderme, Hugo. No estoy haciendo esto por Vanessa. Lo estoy haciendo por mí mismo.–
Después de su reunión con Atilio, Hugo regresó al penthouse e informó a Vanessa de todo lo que había sucedido. Vanessa escuchó atentamente, sin interrumpir. Cuando Hugo terminó su relato, sonrió.
–Has hecho un buen trabajo, Hugo– dijo. –Has demostrado que eres leal a mí. Pero recuerda, la lealtad tiene un precio. Y el precio de tu lealtad es tu vida.–
Hugo la miró a los ojos, sin pestañear. Sabía que Vanessa no estaba bromeando. Sabía que su vida dependía de su capacidad para complacerla.
–Lo sé, señora–. respondió. –Y estoy dispuesto a pagar el precio.–
Vanessa se acercó a él y le acarició la mejilla con la mano.
–Eres un hombre valiente, Hugo– dijo. –Pero no seas demasiado valiente. Porque en este juego, los valientes suelen morir primero.–
Hugo sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que estaba jugando con fuego. Pero no podía evitarlo. La ambición lo consumía. Y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ascender al trono junto a Vanessa...