En una de las habitaciones más tranquilas del Hospital Central de Ciudad Esmeralda, Gael despertó lentamente del coma. Las imágenes de la emboscada volvieron a su mente como un torbellino: los disparos, la sangre, la impotencia de no poder defenderse. Pero entre esos recuerdos oscuros, una luz brillaba con fuerza: la imagen de Hugo arriesgando su vida para salvarlo.
Mientras Gael luchaba por incorporarse en la cama, la puerta de la habitación se abrió y una figura desconocida entró con una sonrisa amable. Era Emma, quien había ido a visitar a Gael por encargo de Vanessa.
–Hola– dijo Emma, acercándose a la cama con cautela. –Soy Emma, la mejor amiga de Vanessa. Ella me pidió que viniera a verte.–
Gael la miró con curiosidad. Era la primera vez que la veía, pero sentía una extraña conexión con ella. Su acento inglés, su elegancia natural y su mirada inteligente lo cautivaron al instante.
–Gael– respondió él, con la voz ronca. –Gracias por venir. ¿Cómo está Vanessa?–
–Está bien, dentro de lo que cabe– dijo Emma, sentándose en una silla junto a la cama. –Está muy preocupada por ti. Y muy enfadada con Donatella, por supuesto.–
Gael asintió. –Yo también estoy enfadado– dijo.
–Pero estoy más preocupado por Vanessa. Donatella es capaz de cualquier cosa.–
–Lo sé– dijo Emma. –Por eso estoy aquí. Para ayudar a Vanessa a protegerse. Y para asegurarme de que tú te recuperes pronto.–
Durante los siguientes días, Emma visitó a Gael con frecuencia. Hablaban de todo: de sus vidas, de sus sueños, de sus miedos. Gael se sentía cada vez más atraído por Emma. Admiraba su inteligencia, su valentía y su sentido del humor. Emma, por su parte, encontraba en Gael un alma gemela, un hombre honesto y leal que compartía sus valores y su visión del mundo.
La atracción entre ellos era innegable, una chispa que encendía una llama de pasión cada vez que sus miradas se cruzaban. Pero ambos sabían que su relación era complicada, que estaban en medio de una guerra y que no podían permitirse distracciones.
Mientras tanto, en el penthouse Robles, Hugo se enfrentaba a Vanessa con una exigencia clara y contundente.
–Vanessa– dijo Hugo, tomándola de la mano con firmeza. –No puedo seguir viviendo así. No puedo seguir siendo tu guardaespaldas, tu amante y tu confidente en secreto. Necesito más. Necesito un compromiso.–
Vanessa lo miró con sorpresa. Sabía que Hugo quería algo más que una aventura, pero no estaba segura de estar lista para dar el siguiente paso.
–¿Qué quieres decir?– preguntó Vanessa, con cautela.
–Quiero que te comprometas conmigo– respondió Hugo. –Quiero que seamos una pareja de verdad, que nos casemos y formemos una familia. Quiero que el mundo sepa que somos felices juntos–
Vanessa guardó silencio. Amaba a Hugo, pero el matrimonio era una idea aterradora. Implicaba renunciar a su independencia, a su libertad, a su poder.
–Hugo, sabes que no es el momento– dijo Vanessa, con voz suave. –Estamos en guerra con Donatella. No puedo pensar en bodas y familias cuando mi vida está en peligro.
–Precisamente por eso necesito que te comprometas conmigo– dijo Hugo. –Necesito saber que tenemos un futuro juntos, que todo esto valdrá la pena. Necesito saber que no estoy arriesgando mi vida por nada.–
Vanessa suspiró. Sabía que Hugo tenía razón. Necesitaba darle una respuesta, necesitaba tomar una decisión.
–Dame tiempo, Hugo– dijo Vanessa. –Necesito pensarlo bien. Necesito estar segura de que es lo que quiero.–
Hugo asintió, decepcionado. Sabía que Vanessa no estaba lista, pero no podía obligarla a hacer algo que no quería.
–Te daré tiempo– dijo Hugo. –Pero no mucho. Necesito una respuesta pronto.–
En otro punto de la ciudad, en una oficina oscura y sombría, Borja Torrente delineaba los últimos detalles de su plan maestro. Tenía información valiosa sobre los movimientos de Vanessa y sus aliados, gracias a sus contactos infiltrados en la organización de Donatella.
–Todo está listo– dijo Borja, dirigiéndose a Donatella y a un grupo de sicarios. –Mañana por la noche, Vanessa Robles asistirá a una gala benéfica en el Museo de Arte Moderno. Será la oportunidad perfecta para acabar con ella.–
–¿Estás seguro de que no habrá problemas?– preguntó Donatella, con desconfianza.
–Absolutamente– respondió Borja, con una sonrisa maliciosa. –He pensado en todo. La seguridad del museo es mínima, los guardaespaldas de Vanessa serán fácilmente neutralizados y el lugar estará lleno de gente rica y famosa. Será un espectáculo inolvidable.–
–¿Y qué pasa con Hugo Rangel?–, preguntó Donatella.
–Hugo será una pieza clave en nuestro plan– respondió Borja. –He contactado con él en secreto, ofreciéndole una suma considerable de dinero a cambio de su ayuda. Le he dicho que Vanessa lo está utilizando, que lo está engañando y que no tiene ninguna intención de comprometerse con él. Creo que lo he convencido de que se una a nosotros–
Donatella sonrió, complacida. –Eres un genio, Borja– dijo. –Eres exactamente lo que necesitaba para acabar con Vanessa Robles de una vez por todas.–