Tras la sangrienta noche en el Museo de Arte Moderno, Vanessa Robles tomó una decisión radical: alejarse de Ciudad Esmeralda, al menos por un tiempo. La traición de Hugo, aunque perdonada, había dejado una cicatriz profunda en su alma, y la constante amenaza de Donatella y Borja la mantenía al borde del abismo. Necesitaba un respiro, un lugar donde pudiera reflexionar sobre su vida y planear su próximo movimiento.
Suiza, con sus paisajes idílicos, sus montañas majestuosas y su ambiente de paz y tranquilidad, parecía el refugio perfecto. Además, contaba con una cuenta bancaria considerable en un banco suizo, una herencia de su padre que le permitía vivir cómodamente sin tener que preocuparse por el dinero.
–Necesito irme, Hugo– dijo Vanessa, con la mirada perdida. –Necesito alejarme de todo esto. Necesito pensar.–
Hugo asintió, comprendiendo su necesidad. Él también estaba cansado de la violencia, de las mentiras, de las traiciones. Necesitaba un respiro, un lugar donde pudiera reconectar con Vanessa y demostrarle que era digno de su confianza.
–Te acompañaré– dijo Hugo, tomando su mano con firmeza. –No te dejaré sola. Iré contigo a donde sea.–
Vanessa sonrió, agradecida por su lealtad. –Gracias, Hugo– dijo. –Eso significa mucho para mí.–
Al día siguiente, Vanessa y Hugo abordaron un jet privado rumbo a Zúrich. Dejaron atrás Ciudad Esmeralda, sus problemas y sus enemigos, con la esperanza de encontrar la paz y la redención en las montañas suizas.
Mientras tanto, en el Hospital Central, la relación entre Emma Lancaster y Gael se profundizaba día a día. Las visitas de Emma se habían convertido en el momento más esperado por Gael, y las conversaciones entre ambos se extendían durante horas, abordando temas cada vez más personales e íntimos.
Emma admiraba la fortaleza de Gael, su espíritu indomable y su lealtad inquebrantable hacia Vanessa. Gael, por su parte, se sentía cautivado por la inteligencia de Emma, su sentido del humor y su capacidad para ver el lado bueno de las cosas.
La atracción entre ellos era innegable, una fuerza poderosa que los atraía irresistiblemente el uno hacia el otro. Pero ambos sabían que su relación era complicada, que Vanessa era su amiga y jefa, y que no podían permitirse traicionarla.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para ellos. Una noche, después de una larga conversación sobre sus sueños y aspiraciones, Emma y Gael se besaron. Fue un beso apasionado, lleno de deseo y anhelo, un beso que selló su destino y que los unió para siempre
–Lo siento– dijo Emma, apartándose de Gael con la mirada avergonzada. –No debí hacer eso. No está bien.–
–No te disculpes– dijo Gael, tomando su rostro entre sus manos. –Yo también quería hacerlo. Siento algo por ti, Emma. Algo muy fuerte.–
Emma suspiró. Sabía que Gael decía la verdad. Ella también sentía algo por él. Algo que no podía negar.
–¿Qué vamos a hacer?– , preguntó Emma, con la voz temblorosa.
–No lo sé– respondió Gael. –Pero sé que no puedo seguir negando lo que siento. Te quiero, Emma.–
Emma sonrió, con los ojos llenos de lágrimas. –Yo también te quiero, Gael– dijo. –Pero esto es muy complicado. No sé si podemos estar juntos.–
–Lo averiguaremos– dijo Gael, besándola de nuevo. –Lo importante es que estamos juntos ahora. Y eso es lo único que importa.–
En otro punto de Ciudad Esmeralda, Borja Torrente analizaba la situación con frialdad y calculo. El fracaso de su plan en el museo no lo había desanimado. Al contrario, lo había impulsado a redoblar sus esfuerzos y a buscar nuevas formas de alcanzar sus objetivos.
Su principal objetivo seguía siendo apoderarse de la fortuna de Vanessa Robles. Sabía que Vanessa era una mujer inteligente y precavida, que había tomado medidas para proteger su patrimonio. Pero Borja estaba convencido de que podía encontrar una forma de burlar sus defensas y quedarse con todo.
Además, Borja tenía un interés personal en destruir a Vanessa. La odiaba por haberlo humillado en el pasado, por haberlo dejado por otro hombre. Quería verla sufrir, quería verla perder todo lo que tenía.
–Vanessa Robles ha cometido un error al huir a Suiza– dijo Borja, dirigiéndose a sus secuaces. –Cree que está a salvo, que puede escapar de sus problemas. Pero se equivoca. La alcanzaré, la destruiré y me quedaré con todo lo que tiene.–
Borja tenía un plan en mente. Un plan audaz y arriesgado que involucraba la manipulación de las cuentas bancarias de Vanessa, la contratación de un sicario experto y la colaboración de un aliado inesperado.
–Reúnen toda la información que puedan sobre las cuentas bancarias de Vanessa Robles en Suiza– ordenó Borja. –Necesito saber dónde están sus cuentas, cuánto dinero tiene y quiénes son los responsables de administrarlas.–
–¿Y qué pasa con Donatella Bossi?– preguntó uno de sus secuaces. –¿Seguimos trabajando con ella?–
Borja sonrió con malicia. –Donatella ha dejado de ser útil– dijo. –Es una mujer obsesionada con la venganza, que no piensa con claridad. Ya no confío en ella. A partir de ahora, trabajaremos solos.–
Borja Torrente estaba decidido a alcanzar sus objetivos, sin importar el costo. Estaba dispuesto a traicionar, a manipular, a matar si era necesario. Su ambición no conocía límites, y su sed de venganza era insaciable...